La columna de Andrés Alvarado: “Un Chile sostenible, ¿es posible?”

"la sostenibilidad se posiciona como un elemento diferenciador para el mundo empresarial, no solo al ofrecer ventajas competitivas para el mercado, sino al alinearse con un entorno regulatorio y social más exigente y competitivo en este ámbito".


Según indica la encuesta de Plaza Pública Cadem, correspondiente a la quinta semana de noviembre, sólo un 37% de la población chilena ha oído hablar de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) o Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Además, según indican los resultados de la segunda versión del estudio “Iniciativa Chile Sostenible”, realizado por Endeavor Chile en conjunto con Sistema B, existe una brecha de sostenibilidad mayor al 50% en las empresas analizadas –fundamentalmente micro, pequeñas y medianas–, destacándose el magro 40% de cumplimiento de la categoría “Medio Ambiente”, seguido por “Social” con 42% de cumplimiento y “Gobernanza” con un 57%.

Contrarrestando lo anterior, la sostenibilidad se posiciona como un elemento diferenciador para el mundo empresarial, no solo al ofrecer ventajas competitivas para el mercado, sino al alinearse con un entorno regulatorio y social más exigente y competitivo en este ámbito.

A raíz de esta disyuntiva podemos deducir múltiples conclusiones. Sin embargo, quizás lo primordial consiste en comprender el estado de la sostenibilidad en Chile para así diseñar estrategias que permitan impulsar iniciativas de desarrollo de triple impacto afines a nuestra realidad. Esto cobra mayor relevancia al considerar que –según arrojó dicha investigación– el mundo empresarial aún debe enfrentar desafíos significativos como la resistencia al cambio organizacional, la necesidad de una mayor educación y comunicación efectiva en temas de sostenibilidad, como también la relevancia de establecer alianzas estratégicas para el logro efectivo de los ODS.

La data recopilada demuestra que el empresariado presenta temas pendientes en prácticamente todos los pilares ambientales, sociales y de gobernanza. A su vez, se refleja la disparidad entre las grandes empresas y las pymes en términos de sostenibilidad y evidencia desafíos venideros, pues mientras las primeras han ido internalizando conceptos de triple impacto debido a la obligación de informar o simplemente frente a la presión de sus inversionistas, las segundas se encuentran rezagadas y presentan un desempeño donde queda mucho por hacer.

Lo anterior nos llama a implementar diversos cursos de acción como políticas más sólidas y a fortalecer la transparencia, pero también a convocar a más actores interesadas en la toma de decisiones, con el propósito de que se adopten prácticas que respondan a las necesidades ambientales, sociales y corporativas que vivimos como sociedad y ecosistema. Sin embargo, frente a un escenario así de complejo quizás la primera solución es la más sencilla: unirse y asegurar un enfoque colaborativo y transversal que propicie, a través de soluciones innovadoras, que las pymes puedan alinearse con otras organizaciones públicas y privadas y así crear sinergias para avanzar en la materia. Porque aquellas que no incorporen los principios ESG al centro de su modelo de negocio y propuesta de valor, difícilmente tendrán el sustento para persistir en el tiempo.

Como catalizadores del ecosistema emprendedor, vemos imperativo que generemos alianzas que ayuden a cerrar las brechas de sostenibilidad, ya que la experiencia nos demuestra que uno de los medios para fomentar ese desarrollo consiste en crear espacios de mayor conexión. En ese contexto, queda en evidencia que la dicotomía entre el desarrollo económico versus un negocio basada en la sustentabilidad quedó obsoleta. Y con eso, urge hacernos, y hacer a quienes aún no lo son, conscientes de que estamos frente a un desafío de sostenibilidad importante.

* El autor es director de Endeavor Research Chile

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