Vacaciones con adolescentes (2ª Parte)

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El universo no nos juzga, sólo nos provee de consecuencias, lecciones y de oportunidades para equilibrarnos y aprender a través de la ley de causa y efecto (Carl Gustav Jung).


Manuel llegó puntual a la sesión y nada más sentarse miró alrededor, golpeó suavemente los brazos del sofá y comentó: "Así que aquí es donde se sientan mis hijos. No está mal". Acto seguido agradeció la invitación a hablar sobre Ismael, de quien dijo, 'es un caso aparte'".

"Sebastián, quiero ser bien transparente. Nunca me agradó la idea de que mis hijos fueran al psicólogo, pero Marcela me convenció que los tiempos habían cambiado y que ahora tener un coach era una ventaja competitiva para la vida. Este argumento me convenció y accedí a pagar tus servicios cuando mi hijo mayor preparaba su examen de grado. Y sí, fui bien escéptico, pero vi los cambios y los resultados y cuando mi segundo hijo egresó, lo primero que le dije es que te llamara. Y fue un acierto, porque a diferencia del primero, sufrió mucho menos con su examen de titulación. Si mi historia llegara hasta ahí, tendría que reconocerte que estoy muy orgulloso de mis hijos. Un abogado, un arquitecto. Estudiaron cinco años, no se echaron ningún ramo y sólo tuvimos que darles un empujón al final, lo que hoy, me parece nada. El tema es que Ismael, el tercero y, por suerte, el último, me tiene superado y la gota final fue descubrir que llevaba dos años mintiéndonos y ahora lo más seguro es que lo echen de la universidad.

Silencio…

"De niño siempre fue pillo y bueno para el bla bla. Con él todo era un cuento, nunca hubo nada claro y siempre habían sorpresas, algunas divertidas, otras que me choreaban y otras que me daban ganas de ahorcarlo, porque se mandaba cagadas en el colegio, en el barrio, en la playa. Pero era un niño. En general terminábamos riéndonos con Marcela y supongo que nos convencíamos de que igual era bueno chasconearse un poco.

A los mayores les pasaba algo parecido, pero a medida que Ismael fue creciendo, empezaron a pedirme que le pusiera mano dura. Y aquí es donde creo que empieza el problema, pues Marcela lo sobreprotegía. Ella seguro te dijo que yo soy muy duro. Puede ser, pero ahora me arrepiento de no haber sido más estricto con él. Ismael sabe ganarse a la gente, es canchero, es divertido y su mamá desde chico que se las compra todas. Y cuando se da cuenta que la engañó, que le mintió o que la embarró, se decepciona un poco y después le perdona todo. Y ahora, después de mentiras sistemáticas que nos cuestan millones, literalmente millones de pesos Sebastián, pues la carrera de Ismael está dentro de las más caras del mercado, después de todo esto, Marcela quiere lograr el perdonazo final y que me lleve a Ismael a Europa con ella y con los hermanos. Y me niego terminantemente a premiar con unas vacaciones a este flojo, pues hay que decirlo Sebastián, va a cumplir 25 y no le ha trabajado un peso a nadie y lleva desde los 18 años estudiando diseño y ahora resulta que desde tercer año que no aprueba un ramo. ¿Cómo pasó esto? Sinceramente no lo sé y te advierto que cuando conozcas a Ismael te va a marear, te va a meter mil cuentos y nunca te va a decir realmente lo que pasó. Lo único que sí puedo decirte, como padre y como ingeniero, es que Ismael no es una inversión, es puro gasto y ya estoy choreado de seguir financiando y perdonándole todo".

Tras 20 minutos de relato ininterrumpido, Manuel hizo una segunda pausa y volvió a golpear el brazo del sofá con más fuerza. Suspiró, miró por la ventana y guardó largos minutos de silencio.

"Los hermanos de Ismael me convencieron de que viniera a verte. Yo no quería, pues asumía que este es un plan de Marcela para lograr, una vez más, salirse con la suya. Para ella, lo más importante es que estemos todos juntos. Es una mamá gallina y te reconozco que siempre me gustó este aspecto de mi señora, pues compensa mi forma más dura de ver el mundo. Pero todo tiene un límite y por eso al principio me negué a venir, pues no quería que nadie me convenciera de que Ismael necesita otra oportunidad. Por suerte los hermanos de Ismael me dijeron que estaban de acuerdo conmigo y me hicieron ver que de verdad Ismael necesita ayuda, sobretodo ahora que nos vamos a Europa. Va a ser duro para todos y todavía no me imagino cómo se lo va a tomar Marcela, pero tengo claro que me tendré que bancar sus llantos por todos los rincones de Europa. Se me parte el corazón de solo imaginármelo, pero la verdad es que las tonteras de Ismael son graves y ya no me la puedo".

En este punto Manuel hizo una pausa; estaba a punto de quebrarse, así que esperé unos segundos y le pregunté qué es lo que no puede. Instantáneamente el padre de Ismael se puso rojo y bajó los ojos. Con la mirada fija en sus zapatos, empezó a respirar.

"Puta que son maricones los psicólogos, casi me hací llorar. Puta la webada, me cagaste".

De un cajón saqué unos pañuelos desechables, le extendí uno y, sin mirarme, Manuel lo aceptó.

"No puedo creerlo".

Y Manuel siguió llorando. No podía parar y cuando por fin pudo, continuó:

"Es difícil Sebastián. En la pega siempre sé lo que hay que hacer, mis viejos y la universidad me prepararon para eso. Fui criado a la antigua, había que sobrevivir, éramos muchos hermanos y me formé en el Instituto Nacional. De ahí entré a Ingeniería a la Chile. Y de ahí a la pega, me casé y con los dos primeros las cosas fueron parecidas, aunque siempre protegidos por Marcela. Y tenía razón, no había para qué ser tan duro. Y fueron a colegios más pituquitos y a universidades más personalizadas. Los dos mayores entraron a la Católica y el trato era otro. Pero igual, me desvié del tema, la cosa es que siempre sentí que me la podía y yo creo que con Ismael me hice el leso. La verdad, creo que nunca me la pude con él y por eso descansé más en Marcela. Y aunque me enoje con ella, ella lo ha hecho increíblemente bien. Pero no… no alcanza… no sirve… y aquí estoy… como un viejo cagado… pidiéndole ayuda a un psicólogo para que me ayude con mi hijo".

Estaba por acabarse la hora, así que no quise ahondar más en su relato. Simplemente, para terminar, le pregunté qué pensaba, tras hablar conmigo, de sus vacaciones familiares en Europa y de Ismael.

"No te enojes conmigo Sebastián, me da vergüenza llegar enojado, llorar y después volverme a enojar, pero tengo demasiada rabia. Estoy furioso con Marcela, con Ismael y ahora me chorean tus preguntas, pero como no estoy loco, sé que esa rabia es conmigo. Eso lo aprendí de un coach que me pusieron en la pega. Tengo demasiada bronca y creo que si me llevo a Ismael a Europa, a la primera que se mande… exploto. Ya no doy más, pues esto no empieza ni termina con la universidad. Ese es solo un capítulo. Tiene historias terribles con minas, carretes, peleas. Es una cosa de nunca parar y lo único que quiero es que me digas que está bien que lo deje acá".

Tras reconocerle que no tenía ninguna competencia, ni conocimiento o habilidad especial para ayudarlo a decidir sobre qué hacer con Ismael, Manuel se relajó. Le dije que lo importante era ser coherente con la decisión que se tome y ajustarse a ella y que si quería podía conversar con Ismael antes de que ellos partieran.

"Estupendo. Me encantaría que hables con él y después con Marcela, pues a esta altura no sé si reír o llorar. ¿A todas las familias les pasan estas cosas en las vacaciones? ¿Te había tocado el caso de una familia que colapsa antes de partir a Europa? No me respondas Sebastián, no quiero ser impertinente, pero estos son, como diría mi padre, los problemas de los ricos. Qué vergüenza más grande".

Continuará…

Revisa la primera parte aquí

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