Vivir para contarlo

Con dos balazos, en 2013, su expareja quiso callarla para siempre. Sobrevivió, pero las secuelas fueron terribles: fue diagnosticada de tetraplejia. Desde entonces, Katherine Medel comenzó una lucha para acabar con la violencia de género. Sueña también con recuperarse: "Quiero volver a abrazar a mi hija", dice.


Como era 11 de septiembre, Katherine Medel, de 24 años, decidió que lo más seguro era terminar un par de horas antes su jornada laboral. Su día, hasta entonces, no escapaba al común: por la mañana fue al banco para cerrar un trámite, después llamó a su hermana para preguntarle cómo se encontraba Anelis, su hija, y finalmente llegó hasta el salón, para maquillar y hacer la manicura a las clientas que llegaron durante la tarde. A eso de las 19.30, de regreso, en plena Av. Departamental con Américo Vespucio, a pasos del supermercado Lider, se disponía a abordar el colectivo que la dejaría en su casa cuando alguien la agarró con fuerza del brazo y se lo impidió.

"Kathy", como la llaman sus cercanos, aún mantiene vivo el recuerdo. Su vida, sabe, no fue la misma tras ese episodio.

-Era el Seba…, me tironeó y empezamos a discutir -explica.

Aunque llevaban casi 10 años juntos, y habían tenido a Anelis, la relación de Katherine Medel y Sebastián Sánchez comenzó a tornarse cada vez más difícil de llevar. Ese año, el 2013, fue el punto de quiebre. Dos meses antes de la tragedia, en julio, cansada de los celos y su agresividad, Katherine le pidió que terminaran. La reacción de Sánchez, sin embargo, la alertó: le dijo que no permitiría una relación con otro hombre y también amenazó con quitarle la tuición de su hija.

Katherine, dice, no podía salir tranquila a la calle, estaba asustada. Hizo las denuncias correspondientes y consiguió, desde la fiscalía, una orden de alejamiento. Pero Sánchez nunca la respetó: se le aparecía, le rogaba volver y, ante la negativa, nuevamente la amenazaba. Ese 11 de septiembre de 2013 fue la última vez. Durante la discusión, y ante las constantes negativas de su expareja, el hombre sacó una pistola. Katherine intentó cubrirse con una maleta en la que guardaba sus materiales, pero no lo consiguió. Fueron dos disparos, a quemarropa, por detrás, mientras intentaba escapar: uno, hasta hoy, alojado en su cabeza; el otro, que atravesó su cuello, rompió su médula espinal. A un par de cuadras del ataque, minutos más tarde, Sánchez se suicidó.

Hoy, cinco años después, "Kathy" es el principal rostro de la campaña #NoLoDejesPasar, del Ministerio de la Mujer, que entrega un mensaje de tolerancia cero a la violencia de género.

Una nueva vida

Katherine Medel iba a morir. En la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Sótero del Río le avisaron durante la tarde a su madre, Janet Bueno, que no pasaría de las ocho de la mañana, que reuniera a sus familiares.

Eso le contaron, porque, contra los pronósticos, despertó.

No recuerda cuántos días pasaron, pero sí cómo estaba todo a su alrededor: que veía todo celeste, que sentía tubos en la boca y que los mordía, que estaba lleno de máquinas y que un paramédico empezó a gritar cuando notó que había despertado. De a poco fue recuperando la memoria.

-Yo pensé que me habían atropellado. Pero ahí mi mamá me contó la verdad, que había sido el Seba -recuerda Katherine-. Le pregunté si estaba en la cárcel, pero me dijo que se había suicidado…, me dio pena en un principio. Igual fueron 10 años juntos, casi. Pensé en nuestra hija, qué iba a pasar con ella.

Pero aún faltaba lo peor.

-Le pregunté a mi mamá por qué no me podía mover. Pensaba que era la anestesia, esas cosas fuertes. Pero no, poh. Me dice que, a causa de los disparos, iba a quedar tetrapléjica.

Katherine, sin embargo, no sabía realmente el significado de la tetraplejía. En un inicio, lo tomó bien, tranquila, no entendía las lágrimas de su madre, la calmó. "Pensé que era una droga, súper ignorante", admite. Durante la noche, antes de dormir, recién le empezó a dar vueltas al tema y decidió, a la mañana siguiente, preguntarle a Janet. Con la explicación se le derrumbó el mundo: apenas en ese momento entendió que no podría volver a mover sus extremidades. Que tendría que estar para siempre conectada a un ventilador mecánico para poder respirar. Quería morirse. Pidió morirse.

-¿Y qué fue lo que le devolvió la fuerza?

A mi hija no la vi en seis meses. Un día, un doctor organizó una visita para mí y no la dejó entrar. Pero en la ventana, en el reflejo, estaba ella, afuera, gritándome. Puso la manito ahí -se emociona- y me empezó a decir: "¡Mamá, te amo! ¡Estoy contigo!". Eso necesitaba... Me dije "tengo que salir de aquí".

La noticia de que había sido inscrita para el Programa de Hospitalización Domiciliaria del gobierno la motivó aún más. Como condición, le comentaron, poco a poco, debían retirar los medicamentos que la tenían estabilizada. "Cada vez que me iban bajando la droga, me daban paros. Era lo más difícil, pero ahí yo peleaba", recuerda.

Diez meses después, estaba preparada para volver a su casa. Para comenzar otra vez.

No calles, mujer

Katherine recibe a Reportajes recostada en su habitación, en su casa de La Florida. Prefiere estar en cama, dice, porque la silla de ruedas le provoca heridas. "Me cuido bastante, porque hartos conocidos se han muerto por escaras", explica. Al frente, al interior de la puerta, tiene pegado un dibujo que le regaló hace algún tiempo su hija, Anelis: "La mejor mamá del mundo" es el mensaje que se puede leer, grande, como suerte de encabezado, y abajo, un retrato infantil de ella, en silla de ruedas. "A veces me da como pena..., pero qué linda, ¿cierto?", dice.

Cuando volvió con su familia, por entonces en una pieza construida especialmente en la casa de su abuelo, comenzó a idear proyectos para luchar contra el aburrimiento, para sentirse activa. Lo primero fue volver a trabajar: llamó a sus excompañeras de trabajo y les ofreció conseguir clientela e irse mitad y mitad. Le fue bien. Sin ir más lejos, el año pasado replicó la sociedad con un grupo de niñas en una feria navideña. "Les ordenaba qué hacer y mi mamá me ayudaba. Nos fue súper", dice, orgullosa. Pero algo le faltaba.

-La verdad es que me faltaba hacer algo. Llevaba dos años postrada. Y empezaron a haber varios femicidios heavy. Y ahí me empezaron a llamar de los matinales para contar mi historia.

Así, a partir de su propia experiencia, y motivada por lo que sufrían muchas mujeres, decidió crear en 2015 su propia ONG: No calles mujer, con el objetivo de capacitar y empoderar a quienes pasan por lo que ella sufrió: maltrato psicológico o físico durante una relación. En Facebook, plataforma donde dio el puntapié inicial, comenzó pronto a recibir varias solicitudes de amistad: "Eran mujeres con problemas y me preguntaban: 'Kathy, qué hago'. Salvé vidas…, solo una se me arrancó", cuenta.

Katherine habla de Jocelyn, una joven de Chillán que la llamó una noche de 2016, desesperada: "Me dijo 'no me conoces, pero yo sí a ti, necesito ayuda, me van a matar', y le dije que me esperara, que iba a hablar con algunos contactos". Tras conseguirle alojamiento en Santiago, devolvió el llamado, pero esta vez le respondió la mamá de Jocelyn: la acababan de matar.

-Me sentí súper mal. Yo tenía que salvarla, era mi rol -explica Katherine-. Mi primer objetivo es salvar a las chicas. Me gustaría también hacerles como un curso de lo que yo hago, en el ámbito de la belleza, con niñas que se han ofrecido a apoyarme. Después, que trabajen para mí, hacer cadenas, apoyarnos entre todas, para que tengan trabajo. Porque hay muchas mujeres que no saben hacer nada, que les da miedo, que el marido no las dejaba, lo típico. Estando sola es difícil, eso sí.

Actualmente, Katherine, a sus 29 años, vive con su madre y su hija, y cuenta con la asistencia de dos paramédicos, financiados por el programa de gobierno, que se turnan para cuidarla a diario, de ocho a ocho. Su rutina, cuenta, comienza a las 10 de la mañana, cuando despierta y sintoniza los matinales. Luego le pide a Janet que le acerque el celular, que maneja con la boca a través de un lápiz. Allí se entretiene: revisa sus redes sociales y conversa por WhatsApp. Le gusta su locación actual, porque, dice, puede ir al parque. Y en las tardes suele ver series coreanas con Anelis. También pelean por quién se queda con la televisión. Trata de ir siempre a las marchas de "Ni una menos" y dice que la buscan para dar charlas o mandar audios de apoyo a otras niñas.

Hoy, sin embargo, su meta es solo una: recuperarse. Hace un año, buscando en internet, encontró la consulta de Osvaldo Font, doctor puertorriqueño experto en terapia electroneuromedular. Llamó para consultar por su situación y le pidieron unas radiografías de la lesión. Dos días más tarde, dice, le devolvieron el llamado para comunicarle que había chances de recuperarse. Desde entonces, busca reunir fondos para viajar y cumplir con un sueño que tiene hace ya más de cinco años.

-Lo que más quiero es volver a abrazar a mi hija.

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