"If I rest, I rust", o en español "Si descanso, me oxido", dice la vieja máxima de los trabajólicos en el mundo anglosajón. Largos años moviéndose en países de ese territorio también han contagiado el lema al tenor español Plácido Domingo (1941), un irremediable adicto al trabajo. En su dieta laboral tiende apenas a descansar un día antes de los conciertos, sólo para que su voz no se agite demasiado y las cosas salgan bien en la noche en la ópera o en la velada en el estadio.
En Chile, aquella jornada será el próximo domingo 14 de enero en el Estadio Nacional, donde celebrará los 50 años de su debut en el país. Aquel primer contacto con Santiago fue en 1967, a los 26 años, y en su estilo a todo pulmón, cantando dos óperas. Fueron el rol de Andrea Chénier en la ópera homónima de Umberto Giordano y el de Don José en Carmen de Georges Bizet, ambas en el Teatro Municipal.
Madrileño de nacimiento y mexicano por adopción, Domingo comenzará su año musical 2018 en Chile, primero en un concierto el día jueves 11 de enero en el Teatro CorpArtes (ver recuadro) y luego en el gran recital en el Estadio Nacional el domingo 14. Cuatro días después estará dirigiendo a la Filarmónica de Viena, después cantando en Eslovenia y finalizará el mes de enero con otro recital en San Antonio Texas.
Durante el año estrenará roles nuevos, se paseará conduciendo y cantando entre el Metropolitan de Nueva York, la Opera de París y el Covent Garden de Londres, y en un encuentro muy especial, en agosto, dirigirá La valquiria de Wagner en el Festival de Bayreuth (Alemania), el "templo" de la música wagneriana. Con siete premios Grammy en su medallero musical y una carrera artística que sobrevivió a la de sus contemporáneos Luciano Pavarotti y José Carreras (con los que formó Los tres tenores), Domingo es un modelo raro de profesionalismo a prueba de balas.
Sólo al Teatro Municipal ha venido cinco veces (también estuvo en el Movistar en el 2014) y cree mantener una especial conexión con el país. La presentación en el Estadio Nacional, gestionada por la Fundación CorpArtes, tiene como nombre Chile en mi corazón y tendrá de invitada especial a Mon Laferte. También hará varios dúos con la soprano puertorriqueña Ana María Martínez. Acompaña la Filarmónica de Bogotá y dirige el maestro estadounidense Eugene Kohn.
"Tenemos la seguridad de que muchas personas van a disfrutar con esta propuesta de concierto clásico en un espacio público", comenta Francisca Florenzano, directora general de CorpArtes. "Intencionadamente se mezcla lo más moderno con su repertorio tradicional. Será un concierto que unirá generaciones, estilos y maneras de entender la música", agrega sobre un show que girará en buena parte en torno a los discos De mi alma latina 1 y 2, con composiciones de Chabuca Granda, Juan Gabriel y Agustín Lara, entre otros.
Desde Valencia, donde este viernes dirigía y cantaba en el Concierto de Navidad en el Palau de las Arts, Plácido Domingo encuentra un respiro en su agenda para responder a Culto.
-La chilena Mon Laferte cantará dos o tres canciones en solitario y otros dos temas con usted. ¿Qué opina de ella, que además vive en México, país que usted conoce muy bien?
Estoy emocionado por conocer y cantar con Mon Laferte. Estuvimos actuando en la misma ciudad de Guadalajara hace unos meses, pero nunca coincidimos. La felicito mucho por el Grammy Latino obtenido este año y le auguro mucho éxito en su gira con Juanes, a quien también admiro y quiero mucho. México es un territorio importante para consolidar un público discográfico. Es un centro de atención fundamental. Triunfar en México es siempre un trampolín fenomenal. Sé que Mon ya ha sido profeta en su tierra y estoy feliz por reunirme con ella en enero. Lo pasaremos de maravilla.
-¿Qué canciones interpretará con ella y por qué se escogieron esas?
Espero dejarles un poco de sorpresa y por eso no podemos revelar todo lo que escucharán esa noche.
-¿Es posible saber que repertorio abarcará y que la parece compartir con la soprano puertorriqueña Ana María Martínez?
Es verdad que me gusta ofrecerle un poco de todo al público. Se me conoce, primero y antes que nada, como cantante de ópera y por lo mismo es un placer y un deber interpretar un poco de ese género lírico maravilloso que me ha hecho quién soy y que el público tanto aprecia. Después, no puede faltar la zarzuela, esa música maravillosa que me enseñaron mis padres y con la que me formé musicalmente hace años. Luego un poco de todo lo demás como lo es la opereta vienesa, joyas del musical de Broadway y algunas canciones populares. Mis programas suelen ser muy versátiles y espero que sean entretenidos para todo el público. Con Ana María siempre es un placer actuar. Lo hemos hecho juntos ya tanto en concierto como en la ópera.
-Su actividad es frenética, ¿cómo logra complementar todo esto sin caer rendido?
Hay mucho que hacer y el tiempo vuela. Creo que se lo he de atribuir una vez más a la pasión que tengo por mi trabajo y al mundo de la lírica y la música clásica en el que he crecido. Quise dirigir desde que era un niño, pero mis padres vieron el potencial de mi canto y me enfocaron en ello. De todas formas, ya llevo conduciendo por más de 35 años. Lo de involucrarme con la administración de un teatro de ópera lo aprendí también de mis padres, quienes fundaron su propia compañía de zarzuela y viajaron, llevándola por toda América. Trato de dormir cuanto puedo y religiosamente descanso la voz el día antes de una representación o concierto. No hay truco ni receta. Solamente la pasión que me conduce y la voluntad de Dios que me ha permitido seguir haciendo lo que me gusta. Por ahora sigo suscrito al lema "Si descanso, me oxido".
-¿Habiendo interpretado 148 roles, hay alguno que le sea más querido? Y, al revés, ¿hay alguno que siempre haya deseado abordar y aún no pueda?
De hecho, son 149 contando el papel de Rodrigo, Marqués de Posa en la ópera Don Carlo de Verdi, un rol que estoy cantando actualmente en Valencia y que estrené en Viena en el mes de junio. ¡Por eso es muy difícil elegir! Es como preguntarme a cuál de mis hijos quiero más. No puedo negar que Otello ha sido un papel muy importante en mi carrera y siempre tendrá un lugar especial en mi corazón y mi memoria. A mí me encanta sufrir en escena y he interpretado por lo general roles muy dramáticos. Pero la verdad es que el personaje más importante siempre suele ser el del momento. Sobre los que no he explorado: nunca canté en escena Tristán de Tristán e Isolda de Wagner, pero sí lo grabé en disco con Nina Stemme.
-En el 2018 estrenará dos nuevos roles en Guillermo Tell de Rossini y Los pescadores de perlas de Bizet ¿Qué lo impulsa a buscar nuevos personajes?
Siempre he tenido una enorme pasión por lo que hago. Son ya más de 50 años de carrera, cultivando preciosas amistades con colegas cantantes, directores de orquesta, músicos y sobre todo cosechando una entrañable relación con el público. Soy inquieto, me gusta explorar nueva música y preparar nuevos papeles que cantar. Nunca he dejado de estudiar y siempre voy con un par de partituras bajo el brazo. Me encanta el proceso de estudiar y de preparar o repasar un rol. Acabo de dirigir seis funciones de la ópera Los pescadores de perlas en Los Angeles el mes pasado y he cantado el dueto Au fond du temple Saint tantas veces en concierto que el papel de Zurga me entusiasma. Por eso lo estrenaré en el Festival de Música de Salzburgo el año entrante.
-Pasó de tenor a barítono (tesitura más baja), que es la misma con la que empezó en los 50. ¿Qué le gusta de ser barítono?
En efecto, comencé mi carrera cantando papeles de barítono en el repertorio de la zarzuela que aprendí de mis padres. La tesitura del barítono de la zarzuela es un poco más alta, y muy semejante al de los papeles de barítonos verdianos. Es por ello que la mayoría de los roles de barítono los he elegido de entre las obras maestras de Giuseppe Verdi. Son también papeles ya maduros y muy nobles, quizás más acordes con mi edad y físico actual. Son por lo general papeles muy dramáticos y suelen ser figuras paternales. En su día canté muchos de los personajes de tenor de Verdi y ahora estoy abordando los barítonos de muchas de esas mismas óperas.
-Usted ha cantado en estadios desde la época de Los Tres Tenores, ¿qué desafíos ofrece a un cantante un show al aire libre en comparación a un teatro tradicional?
Lo más bonito de actuar en un recinto grande es el número de personas que te pueden ver y escuchar. Siempre digo que si el público lo pasa bien, yo lo paso mejor aún. En el teatro, el contacto con el público es muy íntimo, con un personaje en una ópera y una historia que siguen. Pero en el concierto masivo tienes que seducir y enganchar a la gente en cada número que interpretas. Al aire libre también cuentas con amplificación, necesaria para que el sonido de tu voz le llegue a todos. En el teatro tradicional solo tienes tu voz y la proyección que le des.
-Hace 50 años cantó por primera vez en Chile, en el Teatro Municipal. ¿Tiene algún recuerdo de aquella primera visita?
Desde ese inicio he tenido una relación muy bonita con el público chileno. Andrea Chénier y Carmen fueron dos óperas muy ricas y fascinantes para presentarme ante el público chileno por vez primera. Espero haber dejado una huella tan fuerte como la que me dejó la audiencia de ustedes en aquella temporada. A lo largo de los años y a instancias del ex director general del Teatro Municipal, Andrés Rodríguez, he tenido la oportunidad y la dicha de volver a Chile a menudo y ahora estoy feliz de poder regresar gracias a la invitación de CorpArtes para realizar estos dos conciertos iniciando el año de 2018, celebrando los 50 años desde mi primera visita como cantante.