Está sentado en una de las mesas en el café Tavelli, del Drugstore, en Providencia. A la distancia una persona se detiene. "Está mirando para acá ¿o no?", dice Roberto Merino (56) de reojo y en voz baja. El poeta, escritor, reconocido cronista y académico tiene un problema a la vista acentuado en el último tiempo. "Me tengo que operar pronto de cataratas", señala quien realiza clases de poesía y narrativa chilena en la Universidad Diego Portales.
Hace unos meses su banda de rock, Ya se fueron, que incluye a uno de sus hijos, hizo un receso. "Sigo haciendo mis temas, pero sin ninguna presión", dice. Lo que si tiene fecha de entrega son las crónicas que escribe para la prensa. Hace más de 15 años apunta una, semanalmente, en Las Últimas Noticias. Un conjunto de ellas acaba de reunirse en el libro En busca del loro atrofiado. Además, quincenalmente envía un texto para El Mercurio.
"El tema se resuelve solo en el momento de tener que hacerlo. Yo creo que uno puede llegar a repetirse, pero siempre son con un ángulo distinto", dice Merino, quien ha efectuado un registro de la capital y su historia en los libros Santiago de memoria (1997), Horas perdidas en las calles de Santiago (2000) y Todo Santiago (2012).
Merino dice que esa condición de "especialista" en la ciudad lo aburre. "Como que te tratan de comodín. Para hablar de Santiago, me han llamado de la radio, la televisión. Una vez creían que yo era experto en picadas...", comenta. Pero sí narra que aceptó una invitación al programa de conversación en la TV, de Julio César Rodríguez. "Se hacía de día, pero era un estudio que tenía una foto grande de una ciudad de noche. Me cagué de la risa. Había harta chacota. Y además conocí a la doctora Cordero en el camarín y fue muy simpática. Me pareció una persona muy amable e inteligente. Llegó con un kuchen para repartir", recuerda Merino, cuyo primer poemario, Transmigración, de 1987, ahora es reeditado con un prólogo suyo y una fotografía de Alfredo Jaar.
Entre las novedades, para los próximos meses, se sumará el título Por las ramas, conjunto de crónicas editado por Hueders. Edición a cargo de Luz Astudillo y Cecilia Gajardo. Esta última autora también trabaja en la transcripción de los cuadernos de Diario de hospital, título inédito de Merino. Además aparecerá la segunda edición de Lihn, ensayos biográficos (2016). Por si fuera poco, será el año de la publicación de su primera novela. Títulos que coinciden en días en que el nombre de Merino está entre los autores favoritos, junto a Diamela Eltit y Germán Marín, para obtener el Premio Nacional de Literatura.
Sin remilgos
Amigo de poetas de diferentes generaciones como Rodrigo Lira y Enrique Lihn, Merino siempre era el más joven del grupo. Estudiante de Literatura, de la U. de Chile, Transmigración salió por el sello Archivo, de Juan Luis Martínez. "Yo me sentía como epígono de una generación a la que quería pertenecer. Esa constelación de poetas que había en los 70 en Chile, que cada uno era un mundo, como Diego Maquieira, Gonzalo Muñoz y Claudio Bertoni", comenta y detalla cuando publicó Transmigración: "Yo tenía cierta cercanía con Martínez. Había hecho mi tesis sobre su trabajo, y lo iba a ver. Y ese texto él lo conocía y en un momento del año 85, íbamos en el Metro, yo lo iba a dejar al terminal de buses, y le propuse si los poemas podían aparecer en su editorial. Me dijo inmediatamente que sí, que cuando llegara a Villa Alemana me enviaba el perrito por correo", dice aludiendo a Sogol, la figura gráfica de la editorial del autor de La nueva novela.
¿Terminó su novela?
Estoy en eso, eternamente. Este año he renovado muchas veces los acuerdos con la editorial (Literatura Random House). ¡No he podido cumplir con las fechas de entrega! Parece que esta dilación eterna es parte de su condición de existencia. Pienso mucho en ella, en realidad todos los días. Veo poco, pero estoy haciendo hartas cosas. La primera frase de esa novela la escribí el año 96. Lo que no significa nada en términos de que vaya a ser mejor por eso. Simplemente ha sido así ¿qué raro? Con las crónicas se trabaja con la pura inmediatez. Esto es la anticrónica.
Puede ser extraño también leer la novela de un cronista...
El título tentativo es Taumátropo, totalmente anticomercial, tengo que cambiarlo... Pero bueno lo que hay en ese libro es ficción involuntaria. Tal como lo que hace uno con su memoria cuando recuerda, hay un componente de ficción en la vida psíquica.
¿Es Ud. lector de novelas?
Ya no. Lo fui cuando joven. Que te digan que lo que está escrito sucedió, me refiero a la no ficción, eso para mí le agrega como un aura a lo que se está leyendo. Y por otra parte, puede ser desalentador que el elemento de base de un libro esté demasiado procesado por los caprichos imaginativos de una persona. A mí me interesa la novela realista decimonónica, y el proceso que hay en relación a lo que podríamos llamar la conciencia del narrador, en el paso que hay entre Flaubert, Henry James y Joyce. En realidad me interesan ciertos fenómenos ligados a la escritura.
¿Y le interesa la discusión sobre el lenguaje inclusivo?
Me parece que nunca han prosperado las imposiciones programáticas respecto al lenguaje. Pareciera que el lenguaje sigue un curso que no tiene que ver con la voluntad de las comunidades. Ahora probablemente existan ejemplos de lo contrario, pero yo sospecho cuando veo gente congregada con tanto ímpetu tratando de cambiar las palabras. Siempre delata un afán de control, una incomodidad. Veo un afán restrictivo, una histeria por cambiar las palabras. Es más, creo que no hay una reflexión real sobre el lenguaje. Tanto en la conversación como en la escritura me interesa tener un cierto nivel de naturalidad. No me gustan los remilgos. Me gusta el nivel neutro de la comunicación, creo que es la manera más honesta de comunicarse: tratar de ajustar lo que se dice con lo que se quiere decir.
¿Escribirá más sobre Santiago?
Me parece que el Santiago actual se me escapa. Creo que es un fenómeno de la edad que no tiene vuelta. La gente mayor empieza a no entender en la ciudad en la que vive, porque cambian las referencias a cada rato. Y eso me está empezando a ocurrir, no dramáticamente, pero a veces no reconozco cosas. Es raro el tema de los inmigrantes, ir por Providencia y oír distintos idiomas en una ciudad donde antes no llegaba nadie. Ahora son las dinámicas de las ciudades. Los negros, por ejemplo, son parte de la vida desde comienzo del siglo XIX. Creo que en la zona de Quillota quedó un reducto de negros. Yo he visto quillotanos con rasgos africanos.