Black Music Matters: 5 álbumes que nos ayudan a entender la protesta afroamericana

Una selección de joyas del hip-hop, acaso el género que dio voz a la protesta de los históricamente marginados y oprimidos, para recordar que la historia —para bien y para mal— es cíclica.


En la película Do the right thing (Spike Lee, 1989), Radio Raheem le cuenta a Mookie, el protagonista, la historia sobre la mano derecha y la mano izquierda, del amor y del odio. Le dice que la historia de la vida es estática: una mano siempre está luchando contra la otra. La mano del odio está pateándole el culo a la del amor, le dice, tirando combos al aire, como un boxeador, mirando directo a la cámara, que son también —metafóricamente— los ojos de Mookie (interpretado por el mismo Lee). Justo cuando parecía que la mano del odio tenía la pelea ganada —dice Radio Raheem entusiasmado—, la mano del amor se levanta, contragolpea y conecta una serie de ganchos devastadores que tumban a la mano del odio. Nocaut furibundo.

La escena vibra y conmueve. Radio Raheem le dice a Mookie que lo ama. Mookie se despide y sigue su camino con una caja de pizza en las manos. Radio Raheem, que luego aprendemos es más bien retraído y silencioso, sale en dirección contraria con su boombox al hombro. El boombox habla por él: de los parlantes escapa “Fight the Power”, de Public Enemy, una de las canciones más arquetípicas del hip-hop sobre combatir la naturaleza corrupta del Estado, desafiar las estructuras abusivas de poder y la lucha contra la discriminación racial afroamericana en Estados Unidos.

Hoy, los destinos de Radio Raheem, George Floyd, Breonna Taylor y tantos otros nos recuerdan que la historia suele repetirse. Y en este intento de encontrar sentido en tiempos tristes y convulsos, quizás una de las formas más cercanas y definitivas de abordar esta historia, al menos para nosotros, sigue siendo desde el hip-hop.

Concebido en la periferia social de Nueva York de los 70, nace como un medio de creación y desarrollo cultural esencial desde una perspectiva expresiva, artística y psicosocial para la clase trabajadora negra, permeada por la lucha contra la opresión política, social y económica de facto.

Escogemos cinco, pero podrían haber sido 10 o 20 discos. La lista es infinita. Quisimos rescatar algunos de los que, creemos, encarnan de forma justa la idea del hip-hop como algo más profundo y trascendental que un mero género musical: la noción del hip-hop como una voz de protesta de los históricamente marginados y oprimidos, que da forma a identidades de generaciones completas, y que custodia y preserva una historia que estamos llamados a olvidar jamás.

Gil Scott-Heron

Free Will (1972), de Gil Scott-Heron

Si el hip-hop es, en parte, una forma de denuncia social compuesta de líricas y ritmos que influencian la cadencia con la que se entrega el mensaje, Scott-Heron es indudablemente uno de los precursores del género.

Aunque Pieces of a Man (1971) incluye manifiestos tan potentes como “The Revolution Will Not Be Televised”, “Home Is Where the Hatred Is” y “The Prisoner”, es quizás Free Will (1972) el aporte más esencial de Scott-Heron a la música afroamericana de protesta. Con lírica compleja y sonidos más experimentales que su antecesor, dispara una crítica profunda al Estados Unidos del cambio de década.

La primera canción, “Free Will”, cierra con una frase tan concisa como definitiva: “la paz todavía no será por voluntad propia”. “No Knock” critica la caracterización racial y la política de persecución que permitía a la policía registrar viviendas sin tocar ni avisar. Dedicada abiertamente a una de sus personas “no favoritas”, John Mitchell (Fiscal General y líder de campaña de Nixon), repara además en la ironía de la gira de Nixon a China para “llevar paz”, mientras en Estados Unidos se asesina con impunidad.

En “Ain´t No New Thing”, sobre la tan vigente apropiación cultural, acusa la violación del hombre blanco al negro que se hace particularmente evidente en la música. El jazz y el rock and roll, por ejemplo, creaciones profundamente arraigadas en las raíces afroamericanas, habrían sido “tolerables” solo cuando artistas blancos las desarrollaron (hasta la llegada de Elvis, el rock de Chuck Berry fue considerado pornográfico).

Un histórico ineludible.

N.W.A.

Straight Outta Compton (1988), de N.W.A.

Quizás el más reconocible de esta lista. La historia del grupo, el contexto en el que se sitúa y su influencia fueron narrados en la película homónima del 2015. Este, su álbum debut, les valió amenazas del FBI por incitar a la violencia contra la policía.

La frase “Fuck tha Police” se repitió incesante en Minneapolis estos últimos días, y 32 años después el mensaje es el mismo. La canción denuncia la violencia policial eminentemente racista, sugiere desafiar esa violencia y critica con enorme sensibilidad el actuar violento de policías negros en contra de su propia raza. “Pero no dejes que sea uno blanco y uno negro [policías] / porque te van a azotar contra la vereda / policía negro haciendo un espectáculo para el policía blanco”.

“Straight Outta Compton”, apología gánster al héroe y a la vez antihéroe del barrio, samplea “Amen, brother” de The Winstons (1969), en lo que puede ser una de las mayores ironías en la historia de la música. A lo largo del disco hay cortes de James Brown, Marva Whitney y Roy Ayers Ubiquity, entre otros íconos predecesores.

De este grupo nacieron las carreras solistas de dos de los más influyentes artistas del género, que desde la base de su obra contestataria continuarían su denuncia social. El disco The Predator de Ice Cube y The Chronic de Dr. Dre, ambos del 92, serían fuertemente influenciados por los disturbios generados por el caso de Rodney King en Los Ángeles, ciudad de la que ambos son oriundos. Joyas.

Public Enemy

Fear of a Black Planet (1990), de Public Enemy

“Fight The Power” fue especialmente encargada por Spike Lee para Do The Right Thing. La película seminal de Lee ayudó a catapultar al que sería uno de los discos más influyentes del género, lo que no resta valor a las críticas incisivas y argumentos sofisticados con bases del funk y el soul en las que radica la grandeza de P.E. “Fight The Power” es un llamado en sus tintes más obvios. Repasa la cultura blanca y a sus ídolos racistas (Elvis y John Wayne), acusando la omisión de las enormes influencias culturales de las minorías.

Con cortes prestados de Michael Jackson y Eddie Murphy, “911 Is A Joke” denuncia los tiempos de respuesta de la policía dependiendo del barrio, y cómo las emergencias en focos afroamericanos son de última importancia. El 911 es un chiste, sugiere, más preocupado de recoger a sus muertos que de ayudar a sus indefensos.

El disco, que traza comparaciones con Sudáfrica y describe la persecución y sometimiento de una población negra a la que se le quiere despojar del alma, es un mosaico de samples e intertextualidad. “Who Stole The Soul?” destruye la crítica liderada por medios blancos en contra de Wilson Pickett, James Brown y Redd Foxx, con samples de los Beatles y de The Soul Searchers. “Power To The People”, “Anti-Nigger Machine”, “Fear of a Black Planet” y “Revolutionary Generation”, por su parte, toman prestado de figuras culturales vitales como Aretha Franklin, Isaac Hayes, Otis Redding y James Brown, hasta una de las bandas predilectas de la cultura blanca de los 80, Hall & Oates.

R.A.P. Music (2012), de Killer Mike

Quizás el más desconocido de la lista, pero uno de los más aclamados por la crítica. Muchos conocen a Killer Mike por ser la mitad del dúo Run the Jewels, mas debiese conocerse por este álbum. El quinto en su carrera, es el más cargado de críticas al modelo económico y político de EE.UU.

Hijo de policía, las letras de Killer Mike adoptan una perspectiva única que denota frustración y rabia visceral. Con voz profunda, que hace justicia a su talla, relata el maltrato policial hacia las minorías negras que tratan de sobreponerse a las barreras sociales que impone el nacer de color.

En “Reagan” –dedicada a uno de los presidentes republicanos más célebres del siglo XX, despreciado por muchos-, habla de la guerra contra las drogas, la epidemia del crack que liquidó comunidades afroamericanas enteras y las “Reagonomics”, sistema que habría estigmatizado y sometido al hombre negro, al tiempo que enriquecía y expiada al blanco.

“R.A.P. Music” (acrónimo para Rebellious African People), en tanto, es un llamado a canalizar la disidencia negra y enaltecer el orgullo del color de piel a través de la música, referenciando a íconos como Muddy Waters, James Brown, Ray Charles, Hendrix, Aretha, Nina, Sade, Coltrane y Miles, entre muchos otros. Un llamado a construir hacia adelante rescatando el pasado, a seguir la lucha a partir de aquellos que pavimentaron el camino.

lamar
Kendrick Lamar

To Pimp a Butterfly (2015), de Kendrick Lamar

Último, aunque no menos importante, el tercer disco de estudio de Kendrick comienza a consolidarlo no solo como uno de los músicos decisivos de su generación, sino también como una de las plumas musicales más finas. Base de lo que lo lleva a escribir Damn., que le valió un Pulitzer en 2018.

De esta lista es el disco menos directamente político. La crítica es quizás la más sutil, pero la expresión de protesta es quizás también la más elevada, centrada en el despertar de la conciencia interna del hombre negro y su lugar en la sociedad para, desde ahí, denunciar un sistema abusivo.

“King Kunta”, la tercera canción, es un contraste entre lo más alto (rey) y lo más bajo (esclavo) de la sociedad. Cortando de James Brown, Jay-Z y Michael Jackson, narra la historia de Kunta Kinte, un personaje ficticio de novelas situadas en el siglo XVIII, esclavo de una plantación en Virginia. “i” sigue una ruta similar: samples de los Isley Brothers con mensajes desde el dolor más profundo, pero que dan pie a la reafirmación del amor propio, a la aceptación encariñada de la raza y a la riqueza de la significancia que adquiere pertenecer a una minoría oprimida por siglos.

“¿Saben por qué hay una tienda de armas en cada esquina del barrio? / Por la misma razón que hay una licorería en cada esquina del barrio / Porque quieren que nos matemos entre nosotros”, le dice Laurence Fishburne a dos jóvenes en Boyz n the Hood (1991), palabras que resuenan al escuchar “Hood Politics” que dispara contra un sistema político que jode a los afroamericanos, dándoles armas y alcohol para luego tratarlos de vándalos. Contrasta con letras como las de “Alright”, himno en 2015 del movimiento Black Lives Matter que se dice a sí mismo que “todo estará bien”, recordándonos quizás el concepto del despertar de conciencia, esa exploración espiritual que, desde una historia de dolor y exclusión, busca renacer y redimirse.

Probablemente no sea casualidad que hayamos empezado en el 72 y terminemos en 2015. Con más de 40 años de distancia entre un disco y otro, ¿cuánto cambia realmente el mensaje? La historia pareciera repetirse y el hip hop, arraigado en la tradición oral africana, expresión de la cotidianeidad, los anhelos y las frustraciones, es quizás uno de los testimonios más palpables de esa lucha incesante. Quizás sea tiempo de comenzar a escucharlo con oídos más atentos que nunca.

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