Los años, la vida, su amor: Manuel García y la historia de Pánico track por track

Lanzado en 2005, el primer álbum en solitario del cantautor chileno -que volverá a interpretar integro esta noche-, fue una apuesta. En tiempos de rock alternativo, era una mirada a la canción con sabor a trova, sazonada con sonidos de otras corrientes. En conversación con Culto, el ariqueño rememora los días en que decidió su camino, detalla las historias tras temas como “Tu ventana” o “El viejo comunista”, las variadas influencias literarias (de Poe a García Lorca) y revela algunos de los secretos de su muy afinado cruce entre la lírica y la canción popular.


Hay un ritual que Manuel García (1970) conserva desde los días de infancia bajo el sol ariqueño. Cuenta que cada vez que toma la guitarra para componer una canción, de forma invariable se sienta en una orilla de la cama. “Por lo general lo hago así, cerca de una mesita de luz -recuerda al teléfono con Culto-. Es como yo me identifico como creaba en el norte, cuando era un chico; me sentaba a escribir las tareas en un velador sentado a la orilla de la cama”.

Una vez en Santiago, y con la creación como motivo, la actividad de García se desplegó en proyectos relacionados a la canción latinoamericana (como la banda Coré). Mientras, poco a poco acumuló material propio que se animó a presentar en diferentes escenarios solo con el acompañamiento de la guitarra, a modo de continuar la tradición de la trova. Desde esos años, comenzó a masticar un anhelo.

“Yo venía pensando en un disco en que la guitarra fuera central desde que comencé a tocar la guitarra -cuenta-. Mi adolescencia siempre estuvo transida, atravesada, cruzada por discos y autores que yo admiraba mucho, y que manejaban la guitarra como instrumento, que también es mi instrumento fundamental”.

Pero eran tiempos difíciles para esa forma de canción.

Foto: Yvo Salina / Agencia Uno.

“Muchas veces por ser canciones nuevas para la gente, no tenían ningún éxito -recuerda-. Pasaban muy inadvertidas y muchas veces en el duro escenario de que cuando alguien cantaba con guitarra no concitaba mucho la atención de los públicos. Era una época muy rocanrolera en general, sobre todo acá en santiago, y todo aquello que tenía que ver con el café concert, con la peña folclórica con el aula universitaria, se había ido perdiendo un poco”.

Eso explica en buena parte el paso siguiente del cantautor. A la manera de Dylan con The Band, el ariqueño enchufó al amplificador su canto guitarrero en las filas de Mecánica Popular, banda en que se amalgamó la tradición lírica de la trova, con el gusto por la melodía de la música popular. Temas como “La flor del viejo hotel”o “El sol a veces se equivoca”, incluso consiguieron alguna atención del medio. Eran algo así como un brazo armado de la canción de café.

“El proyecto Mecánica Popular, yo lo había creado también pensando que era bueno defender las canciones en los lugares donde se podía tocar, imponiéndose un poco con el sonido para que la gente pusiera atención o en última instancia, no sufriera uno como artista esa especie de background constante de la gente hablando mientras tú cantas”, explica.

Pero tras publicar tres discos entre finales de los noventas y los primeros años del nuevo siglo, el canto maderoso de la guitarra de palo nuevamente llamó a García. “Ya llevaba tiempo creando y tocando con Mecánica Popular, pero me di cuenta que se estaba estirando el tiempo y no hacía nunca yo ese disco en que la guitarra española clásica fuera el instrumento fundamental”.

Felizmente, las coincidencias jugaron a favor del ariqueño, por entonces de 35 años. Acaso siguiendo el clásico esquema del viaje del héroe, encontró un mentor que le permitió conectarse con el universo con el que deseaba conectar. Ese fue el caso del poeta y escritor cubano, Fidel Orta. “Él conocía muy de cerca el movimiento de la trova cubana, cosa que a mí me interesaba fundamentalmente para hacer un disco que tuviese ese aura”.

Y por esos días, pese a la piratería y la sombra de la descarga digital, el apoyo de un sello discográfico no era un asunto menor. García rápidamente lo consiguió. “En aquel momento yo tenía una relación con el sello Alerce, que habíamos heredado, en el fondo, desde la banda Mecánica Popular. Eso permitió que en un momento estuviera la suerte echada. Lo grabo ahora o no lo hago nunca”.

¿Cómo recuerda la movida musical de esos días? “Napster dinamitó la venta de discos, los sellos comenzaron a fichar menos bandas, y las que habían se volvieron muy potentes. Era una escena muy rica, muy crecida. Recuerdo proyectos como Elso Tumbay, que al final no cuajaron mucho, pero que eran parte de la movida de los que sonaban en aquella época, contando a Los Bunkers como la última gran banda que enroló la industria de la música”.

De vuelta al proceso de su álbum, lo siguiente fue elegir el repertorio. Hubo que seleccionar material creado entre 1989 y aquel 2005, pero los criterios estaban claros. La de palo los colocó en la mesa. “Eran aquellas canciones en las que la guitarra tenía un papel más importante que en otras -detalla-. Canciones que tuvieran un relato desde el instrumento por sí, no solo la letra y la canción melódica, sino que también la guitarra tuviese un viaje interesante en su interpretación en sus posibilidades técnicas, etc”.

La portada del álbum Pánico de Manuel García

García cuenta que su método para crear se asemeja a un ir y venir entre las palabras y la música. “Yo me siento con la guitarra y genero el discurso hablado junto con la melodía. La melodía ampara mucho lo que quiero decir, y al mismo tiempo lo que quiero decir le da sentido a una melodía; es como ponerse a conversar junto con la guitarra. En ese cruce está la canción”.

Así, el cantautor entró a grabar su debut solista, que tituló Pánico -ya volveremos a ese punto-, en los estudios 380 de Alerce. La producción musical estuvo a cargo de él mismo, junto al músico Alejandro Soto Lacoste, con quien trabajó en los arreglos de las canciones. “No nos conocíamos tanto cuando lo convoqué -explica-. Pero me di cuenta que teníamos mucha afinidad musical, y creo que en el disco se nota una complicidad bien lograda”. A las sesiones también se sumó Diego Álvarez, talentoso guitarrista quien fuera parte de Mecánica Popular.

“Yo había puesto estas canciones en escena pero siempre probando, investigando cuál era la relación entre las audiencias y el mundo de la guitarra limpia y por lo general, era un ambiente bastante hostil y difícil -rememora-. Entonces grabar el disco fue una jugada, fue decir: ‘Voy a hacer un disco de aquellos que no se está estilando hacer’”.

Las canciones de Pánico:

Tanto creo en tí

Con la introducción en que resuena el tono dulce de la guitarra acústica, García deja en claro al oyente lo que viene. Y no solo en la obvia referencia a la canción de trova, sino que en cuanto a la narración presente en el trabajo de las letras. Así ocurre en “Tanto creo en tí”.

“Naturalmente es una historia de amor, un compromiso con el futuro que al mismo tiempo, no se olvida que los grandes amores comienzan a veces con grandes fracturas amorosas”.

García profundiza en el último punto. “Una pareja empezaba a verse teniendo que dejar a otra pareja atrás en el camino. Y ese duelo, ese dolor, también hace que las personas se comprendan entre sí. Para mirar al futuro hay que hacerse cargo de esas penas también”.

De allí el nombre de la canción. “Es finalmente un salto de fé, por eso es que tanto creo en tí, tanto confío en una persona y se mira hacia el futuro. Pero sin olvidar un pasado que puede ser quemante o doloroso, no importa, hay que incorporarlo a la vida igual”.

La pena vuela

Hay conversaciones que pueden gatillar una canción. Así ocurrió con “La pena vuela”. “Me acuerdo que conversabamos mucho con Daniel Cantillana, de Inti Illimani -cuenta García-. Reflexionamos un día acerca de que las canciones en que se trataban cosas tristes, eran siempre canciones tristes”.

En ese punto, esta pieza es más bien un ejercicio. “Intenté darle una mirada distinta a la melancolía. La idea era cómo hacer una canción que fuera un poco más franca y luminosa”. Busquilla, el músico buscó algunas referencias, y como no, se encontró con una vieja canción de los sesentas.

“Me basé en una de los Beatles, ‘I’ll follow the sun’ -afirma-. Esa una canción dulce, triste, pero que tiene algo fresco y alegre al mismo tiempo. Sentí que era como un referente de lo que estaba buscando y en este plagio disfrazado, nació ‘La pena vuela’”.

Al igual que el tema de Paul McCartney publicado en el álbum Beatles For Sale (1964), en esta composición también hay una referencia al astro rey. “La escribí exactamente en un día que se había terminado la lluvia, mirando el reflejo del sol sobre los charcos. La idea es que en toda pena también brilla una lucecita, así como los charcos que quedan de la lluvia que reflejan el sol”.

Foto:JOSE FRANCISCO ZUÑIGA/AGENCIAUNO

Bufón

Fue en una tarde perdida alrededor de 1997. Fiel a su costumbre, Manuel se sentó a componer a la orilla de la cama, en el departamento en que vivía por entonces en la calle Esmeralda, esquina Las Ramadas.

“Mientras trataba de componer, sentí que tocaron la puerta -recuerda-. Yo fui y no había nadie. Me volví a sentar en la cama. Uno está en una especie de estado onírico cuando está concentrado en la guitarra, puedes imaginar ciertas cosas como si las hubieras visto de verdad”.

Fue entonces que imaginó un personaje. “Recuerdo haber tenido la sensación de haberme quedado con que había visto el pie de un de un duendecillo escondido tras la escalera en la puerta del edificio. Fue esta especie de botoncillo que creí ver, lo que me remitió algo un poco medieval”.

El músico rememora que por esos días, tenía esa imagen en la mente por otras influencias. “En ese tiempo leía mucho, y leo todavía Edgar Allan Poe, y él tiene un cuento que se llama La venganza del Bufón. Ese cuento lo tenía en la mesita de luz. Seguramente estaba pegado con estas imágenes de duendecillos y bufones, pero desde un punto de vista misterioso”,

Eso fue definitivo para darle a la introducción de “Bufón” una sonoridad muy particular, casi medieval. Como si fuera un juglar del siglo XII tocando en una feria perdida en el ducado de Borgoña. “Pienso que conectado con eso la guitarra se fue más a ese lugar, una guitarra que pareciera más guitarra antigua que contemporánea”.

Edgar Allan Poe (Photo by © CORBIS/Corbis via Getty Images)

Insecto de oro

Otra vez la imaginación y alguna referencia literaria son insumo para una canción. “Está conectado con el mundo onírico, tiene que ver con un bichito que yo inventé, que teje los sueños en el corazón tanto cuando uno está dormido de verdad o cuando está soñando despierto”.

“Cuando lo estoy cantando, de alguna manera lo vinculo siempre en mi imaginación con Gregorio Samsa, de La Metamorfosis de Kafka, donde lo onírico y lo real también se encuentran -explica García-. La manera en que la realidad y la fantasía realmente se casan, vamos a decir que es un matrimonio igualitario, es exactamente en el mundo del sueño cuando uno sueña, y lo que teje esos sueños es esa especie de Samsa en el corazón que es este insecto de oro”.

A medida que la canción avanza, suenan unas frases de guitarra -tocadas por Diego Álvarez- con evidente sabor a blues. Una decisión que en rigor, estaba totalmente pensada “Yo quería y pretendía que el disco tuviera un pie bien puesto en la tradición trovadoresca latinoamericana, pero al mismo tiempo pudiera incorporar elementos nuevos, entendiendo que la trova no es una cosa de museo, sino que es un arte dinámico”.

Los Blops

“Por eso es que sin haber abuso de estilo, ‘Insecto de oro’ sugería un final en que el blues era bienvenido -agrega-. En otros temas está incorporado la música docta de cámara, en otras hay algo más contemporáneo como la misma canción ‘Pánico’. En este caso, se movió hacia el mundo del blues y por eso hicimos una pequeña jam, muy contenida, tampoco para pasarnos de listos”.

En ese cruce entre el mundo acústico y eléctrico, hay un guiño a Los Blops. “Son una inspiración para el disco Pánico porque ahí es donde uno veía a un cantautor chileno, trovador, como Gatti, igual que lo hizo Victor Jara moviéndose hacia el mundo de los Blops, que es un mundo más contemporáneo y rockero en torno a la canción chilena.

Tu ventana

En ese departamento de la calle Esmeralda, además de “Bufón”, “La pena vuela” e “Insecto de oro”, Manuel García creó “Tu ventana”, uno de los temas con los que suele asociar al disco, debido a que fue single.

“Aparte de la ventana que daba al callejón, había una ventana trasera en la habitación donde por lo general trabajaba -recuerda-. Al abrirla, lo único que se veía al frente era un muro gris. Eso me produjo la necesidad de ver, imaginar ahí una ventana con flores, ojalá una muchacha que colgando su ropa interior generara una especie de cuadro mágico junto con palomas y flores”.

Nuevamente hay una conexión con la literatura en el imaginario que despliega la letra, entre la blonda floreada que adorna la estación y el perfil adornado por las rosas. “Me propuse crear todo un mundo vinculado a la poesía de Federico García Lorca. El título era muy lorquiano, originalmente se llamaba ‘Retrato de niña con palomas’, y luego se llamó ‘Tu ventana’. Lo quité porque se parecía mucho a ‘Óleo de una mujer con sombrero’. Como todos me acusaban de copión de Silvio, preferí cambiar el título”.

Federico Garcia Lorca
Federico García Lorca

En el tema suena una guitarra de 12 cuerdas, tocada por Diego Álvarez al modo de un tiple, instrumento de cuerdas originario de Colombia, que se difundió en discos de Víctor Jara e Inti Illimani. “Conseguimos un auspicio con Lito Benito y él nos pasó esa -rememora García-. A mí me gustaba porque sonaba como tiple. De hecho, Victor Jara tenía una guitarra de 12 cuerdas que le decía ‘la máquina’, según me cuenta alguna gente que lo conoció. A veces está un poco desafinada en sus discos, un poco destemplada. Le da un poco esa sensación a son jarocho, como esas cosas medias mexicanas de campo”.

¿Qué pasó con la guitarra? “No tengo idea qué pasó, me gustaría saber. He perdido muchas guitarras y he regalado otras tantas en el camino. No sé si la regalé, si la tendrá Diego, no recuerdo que hicimos con ella”.

Víctor Jara. Foto: Archivo Copesa.

Lanzada como single, la canción tuvo un video a cargo de Cristián Ramírez en que Manuel, con un marco en la mano, recorre algunos puntos de la ciudad, como el Parque Forestal, el barrio Bellas Artes, el borde del Mapocho, entre otros. Sobre el final, aparece flanqueado por sus compinches, Diego Álvarez y Cristián Bravo (también exintegrante de Mecánica Popular), quienes se integraron a su banda de acompañamiento.

“A través de la metáfora de la ventana, que sumamos al video con el marco, la idea era ir encapsulando ciertas imágenes de la cotidianeidad santiaguina, que yo ahora agradezco un montón ¡mira cómo ha cambiado la ciudad y la vida de entonces!, pensar que en ese video, lo que cierra es una micro amarilla”.

Pánico

“Los espejos se secaron en la casa abandonada y el espacio de violines se volvió telas de araña”, canta Manuel García con un fraseo rápido en “Pánico”. Se trata de una decisión artística, que tenía que ver con la inspiración directa de aquella tonada sobre emociones fuertes.

“Supongo que quería escribir algo vertiginoso por la sensación en la que yo quedé espiritualmente al ver por la televisión las imágenes de lo que ocurría con el corralito en Argentina -recuerda-. La gente se desbordó a las calles y habían muchos asaltos a camiones frigoríficos. Había una especie de barbarie que al mismo tiempo no dejaba de ser una metáfora de la Latinoamérica más herida”.

“Entonces sentí una especie de Latinoamérica herida como si una casa estuviera herida, y eso me remitió a una especie de casa del horror donde un corazón va corriendo por dentro como si fuera un animal herido tratando de salvarse -agrega-. Ese era un gesto de solidaridad con Argentina, una reflexión tal vez latinoamericana, enfocada en la metáfora de una casa”.

Protestas contra el corralito, 2001

Para el músico, la canción “Pánico” dialoga con otras que ya había publicado. “Es la cuarta canción de sangre que yo componía, vinculada a otras tres que repartí en los tres primeros discos de Mecánica Popular. Ahí están: ‘Los perros de la sangre’, ‘Máquinas y sangre’, ‘La noche de todas las sangres’. Esta era la cuarta, solo que esta saltó a mi disco solista”.

“Son canciones que en el fondo tienen que ver con la historia, y la historia, como dicen, muchas veces se escribe con sangre”, agrega.

La canción además da nombre al álbum. “Me lo debe haber sugerido Fidel Orta, porque era más metafórica acerca de Latinoamérica en general. Y además, porque yo tenía mucho pánico de hacer por primera vez un disco solista. Era un buen concepto de síntesis”.

El viejo comunista

“Es una canción del 96′, la escribí cuando vivía en el Portal Fernández Concha”, recuerda Manuel García. “Al principio se llamaba ‘Extrañas coincidencias’, porque hablaba de dos amigos que se encontraban en una esquina con muchos recuerdos de su vida, pero con diferencias importantes a nivel de pensamiento político”.

Y por cierto, hay algún eco de la literatura chilena en ese primer texto. “Puede haber tenido alguna inspiración -muy al margen de la canción en sí misma-, del encuentro de Gracia y el Forastero, cuando el padre de Gracia y el padre de Gabriel se encuentran, y habían sido amigos cuando niños, pero tenían diferencias serias en torno al pensamiento social y político”.

Pero al final pesó más una preocupación. “Estaban cambiando mucho los panoramas sociales y de construcción política en el mundo entero después de la caída del muro -detalla-. Cuando llegué a la capital y me encontré con intelectuales y artistas, notaba que todos estaban replanteándose muchas cosas respecto a las ideologías políticas”.

Silvio Rodríguez

Eran tiempos en que los socialismos reales se diluían como terrones en el café y ya parecían vestigios de otra era. “En su disco Domínguez, Silvio había dicho ‘nadie sabe qué cosa es el comunismo y eso puede ser pasto de la locura’ [en la canción “Reino de todavía”]. El mundo intelectual y político no estaba muy claro hacia donde iban las izquierdas, pero lo que sí estaba claro es que los viejos chilenos, sobre todo de los viejos obreros, que habían creído en ciertos ideales se mantenían firmes con el timón adelante. Es un sentimiento que nunca se va a extinguir pese a lo que pensamos o no”.

Inspirado en esos sujetos cuya vida de militancia se llevaba con el orgullo del viejo cuño, surgió “El viejo comunista”. Poco a poco, el músico la incorporó en un repertorio temprano. “Pasó inadvertida durante años, hasta que la misma gente joven de otras generaciones comenzó a darle sentido”.

Como quien cumple un sueño, años después mientras ocurría el estallido social, Manuel tuvo la oportunidad de grabar una colaboración a distancia con el mismo Silvio Rodríguez, precisamente para esta canción. Ocurrió con ocasión del álbum con el que celebra sus cincuenta años de vida (Caminante), en que cuenta con la participación de nombres como Mon Laferte, Pedro Aznar, Moral Distraída, entre otros.

“Fue una propuesta de mi representante de buscar referentes míos por el mundo para que pudieran reinterpretar mis canciones, pero jamás pensé que íbamos a escribir a Silvio Rodriguez”.

En rigor, escribieron a la oficina del cantautor en La Habana. De vuelta recibieron una carta, concisa, pero directa. “Estaba dispuesto a colaborar, siempre y cuando siguiéramos entre artistas y no con mediadores. Por ahí a través de un par de cartas ajustamos los motores para llevar esto adelante”.

De su pluma y letra, el trovador de San Antonio de los baños detalló por qué aceptó colaborar con el chileno. “Silvio me explicó que grababa no solo por la canción y porque conocía mi trabajo, sino que era un gesto de amor y solidaridad con chile por el momento que estábamos viviendo”.

Hablar de ti

“Es una canción de amor, ¿no? Que evoca un paisaje en el norte, que recorre y evoca mis primeras grandes penas de amor”, rememora García al hablar sobre el track ocho del álbum.

“Pero más que eso, yo creo que la canción es una especie de ruego desesperado, del hecho siquiera de poder permanecer en los sueños de la persona en el tiempo. Que hasta ese consuelo sería suficiente cuando amas a esa persona que pierdes, o sea, que es una canción muy evocadora de paisajes, de situaciones. Pero sobre todo un desesperado ruego de amor y nada más que eso”.

Como dices tú

Otra pieza tomada desde las dinámicas de pareja, pero en este caso, acerca de un desencuentro. “Nació muy espontáneamente porque es la reacción inmediata a una discusión y a una pelea con mi pareja”, rememora el músico.

“Entonces, detrás de los portazos, de la confusión, de la pena, de sentir que de pronto uno mismo se desconoce en ciertas situaciones alcanzas a tener la mirada para decir: ‘Bueno pero esta persona a mí me ama por algunas razones que las tengo claras’, y luego en una pelea piensas ¿se está desdibujando la situación, la vida, la otra o me estoy desdibujando yo mismo?”.

De alguna forma es el perfil de un sujeto atormentado por la necesidad de comprenderse ante esa situación, de allí el título. “En el fondo qué es lo que está fallando en la relación, que tú dices que era tan dulce, tan mágico, ¿por qué estamos en esta situación tan violenta?”.

15.05.2018 MANUEL GARCIA EN LOS ESTUDIO DE LA TERCERA TV FOTO:PEDRO RODRIGUEZ

La danza de las libélulas

Si “Como dices tú” es la deconstrucción de aquel instante en que se tensa un vínculo, en “La danza de las libélulas” se plantea el retrato de la pasión, a través de su manifestación en pequeños detalles.

“La pasión es el motor fundamental de una relación -asegura Manuel-. La entrega poética, el detalle, lo delicado, ¿no? dejar una flor en la mesa, escribir una carta, besar con intensidad. Conectar a través de los detalles, de la belleza y la delicadeza con lo esencial de la vida. Por eso la canción tiene esa especie de elevación. Se trata de recordar paisajes y poner las libélulas como un detalle delicado en el centro”.

La imagen del insecto generó una consecuencia insospechada. “A mí me gustaba mucho que el mismo público identificaba mi música, mi canción, mi historia y mi trabajo con las libélulas y comenzaron a llenar de libélulas mis conciertos. Eso también ha sido uno de los hechos mágicos que uno no sospecha ni planifica, que acompañan después toda tu vida”.

Esos detalles, como no, tenían un sustento en artefactos culturales. “Creo que estaba leyendo mucha literatura romántica, de la época de Balzac, Goethe, Alejandro Dumas, yo creo que por eso nombré las camelias y las flores. También recuerdo escuchar el Re (1994), de Café Tacvba, un disco muy inspirador porque creo que funde y trabaja muy bien con las raíces y elementos contemporáneos. También estaba escuchando el Chaos and Creation in the Backyard (2005), de McCartney, un disco que es súper integral. Y creo que también escuchaba por supuesto con mucha atención lo que estaban haciendo Los Tres, trabajando con raíces, rockabilly, blues y rock and roll. Y aunque Pánico no dialogaba directamente con eso, yo entendía que pudiera tener ciertos elementos musicales que se fueran mezclando”.

Azúcar al café

Amor en tiempos de viejas cartas. Un detalle sobre el romanticismo de otra fibra, que García hizo melodía en “Azúcar al café”.

“A mí me gusta esa canción -asegura-. Las canciones son como cómic cuando tienen una estrofa, otra estrofa, otra estrofa que son como cuadros de una historia. Es decir, se levanta en la mañana, luego camina por la tarde, luego llega la noche”.

“Si tuviéramos que dibujarlo, sería como un personaje de Quino, como que el personaje siempre está un poquito quieto, pero van cambiando los fondos. Entonces es una historia de amor, pero también un cuadro escrito en forma de cómic”. Por ello, cada parte del relato es a la vez un momento de la historia.

“Habla de aquellos años en que todavía uno enviaba cartas, las metías en un sobre yendo desde el barrio hasta el correo, donde uno se involucraba tanto que la estampilla se mojaba con la propia lengua”.

FOTO: JOSÉ FRANCICO ZUÑIGA/AGENCIAUNO

Caen lunas

La canción más antigua de las incluidas en el álbum, data de los días de adolescencia. “La escribí a los 19 años, impresionado por una foto del Che Guevara, que era la primera que veía aparte de la clásica foto que todos conocemos, esa en que está con su boina, con la estrella [la que tomó Alberto Korda]”.

“Era el año 89, y un diario publicó el Diario del Che en Bolivia. Así, íntegro, como un suplemento. Aparecía la clásica foto del Che muerto, y me impresionó mucho. No quise escribir una canción política panfletaria, entonces lo que hice fue generar una idea abstracta de la muerte de este personaje mítico para nosotros, también de carne y hueso. En el fondo, es mi apunte adolescente de lo que yo sentí aquel momento al ver esa foto”.

El reino del tiempo

La historia reciente del país, en uno de sus episodios más dolorosos, inspiró el último tema del álbum. “Es una canción que yo escribí para los familiares de detenidos desaparecidos. Se las dediqué más bien”, cuenta el ariqueño.

“Tiene que ver con esa sensibilidad con la que uno evoca los muertos a veces cuando algo cotidiano te hace sentir que alguien se está acordando de ti -añade-. Por ejemplo, en este caso, al abrir la puerta el viento mueve las cortinas, mueve las flores y acomoda las cosas como si la mano invisible de un otro estuviera recorriendo tu casa”.

Las guitarras de García y Álvarez, tejen delicadas armonías que se colocan en un plano más discreto frente a la letra. “Esta especie de evocación poética me hizo pensar y sentir una fuerza de comunicación en mi espíritu, con todas esas personas que habían perdido tan dolorosamente a familiares, que no saben dónde están ni qué pasó con ellos”.

Acaso por esa carga, casi desde el primer momento quedó claro el lugar de esta composición en el álbum. “Fidel Orta lo tuvo siempre claro. Cuando escuchó mis canciones me dijo: ‘Esta cierra el disco’. Por eso decidí agregarle una coda que es más orquestada”.

Fue una tarde entre unos edificios viejos en que el bajista Cristián Bravo enfocó el lente y tomó la foto en que Manuel evita a la cámara con la mirada serena y los rizos indómitos casi en primer plano. “Tiene algo como las fotos de Bob Dylan -explica-. Quería algo que fuera urbano, pero al mismo tiempo que conectara con otras corrientes, como el folk y el rock”.

Para el músico, las fotos de los discos suponen el perfil de un momento. “Creí que iba a hacer muchos discos más como solista y cada uno tenía que ser el capítulo de una historia contada en el tiempo. Por eso el segundo (Témpera, 2008), es a color y mirando a la cámara. Pero en este decidí no mirar, para que pareciera más antiguo de lo que era”.

Pánico se presentó en la sala SCD de Bellavista, ocasión que reunió a todos quienes contribuyeron con energías, ímpetu y talento. ”Fueron la mayoría de los compas de Mecánica Popular. En la banda estuvieron Cristián Bravo en el bajo, Diego Álvarez como siempre en las guitarras. Todos los músicos que grabaron acudieron con la mejor voluntad del mundo. Piensa que es una sala chica, tampoco es que íbamos a captar una entrada con la que pudiéramos pagarle a todo el mundo por su trabajo, pero todos llegaron”.

Con el paso de los meses, el cantautor notó una atención genuina por su trabajo. “Cuando la gente se enteró del disco y empezamos a tocarlo en vivo, en lugares más pequeños, salas de concierto, se notaba mucho la atención y el silencio como parte de la presentación. Empezó a funcionar, algo que era bastante complejo en cierto momento”.

Hay un detalle que García considera simbólico. Una coincidencia feliz que en cierta forma, cierra un continuo desde el origen de su gusto por la música, hasta que vio su nombre escrito en la carátula de un álbum, ya entrada la adultez. “Para mí era muy importante entregar por primera vez un disco mío con el sello Alerce impreso en el formato físico. La mayor parte de los discos en mi casa en el norte, tenían el sello Alerce”.

Manuel García celebra los quince años de Pánico con un concierto en línea desde las 22.00 horas. Las entradas se pueden adquirir en Passline.

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