Columna de Leo Marcazzolo: Incertidumbre

¿Cómo sería el mundo, si hubiésemos obedecido a los que guían la ideología del “no-cambio”? ¿Si hubiésemos hecho caso de todas sus prerrogativas?


El sustantivo “incertidumbre” es la palabra que mejor definió este 2020. Incertidumbre según el diccionario significa, “falta de seguridad, confianza o certeza, especialmente si genera inquietud”. ¿Y qué podría habernos generado mayor inquietud que el 18 de octubre? Creo yo que nada. Lo lloramos a costa de lacrimógenas, balines y golpes de bueyes. Hubo incertidumbre allí y todavía más, luego de que el propio Presidente, jurándose Winston Churchill, les declarase la guerra a todos los que “según él” estaban saqueando. No sé por qué, pero me late que cuando lo dijo, de verdad que se pasaba el rollo de que era Churchill o Napoleón. En fin, nuestro Presidente sin querer queriendo nos condujo a ese charco de lodo húmedo que llamamos “incertidumbre” con sus frases imperativas, sus cambios de gabinete y sus paseos en Cachagua sin mascarilla. Llega hasta hacerse querible con tanta anécdota. Hasta podría llegar a caerme bien, si lo mirara más como un tío o sobrino lejano, en vez de como un ex pololo que me cagó la vida.

Pero más que el Presidente, el hecho que nos provocó el mayor grado de incertidumbre, fue indudablemente la pandemia. Shuuu. Ni a Spielberg se le hubiese ocurrido tamaña ficción. Y lo peor de todo es que no fue naaa ficción, fue verdad. Nos dejaron literalmente para dentro los chinos, (literalmente para dentro, porque luego de la propagación del bicho, nadie pudo salir más de su casa). Lo único bueno es que aparecieron los zorros y las polillas, (para algo servirán las polillas). Nadie sabe para qué, pero deben tener un propósito, (muy oculto) como los tábanos o los murciélagos. Como sea, lo único bueno de este año, es que al menos se nos grabó a fuego la premisa de que podíamos caminar por pantanos y no hundirnos.

El único detalle es que todavía hay cabecitas que no aprenden, y que continúan aferrándose a la ideología del “no-cambio”. A los tiempos en que podían transcurrir veinte años y trascendíamos cero en esos veinte años. Ellos, los que guían la ideología del “no-cambio” encabezan todos sus dichos con la frase “en mi época”, que en realidad no representa ninguna “época”, sino únicamente, la isla de conservadurismo y porfía en que habitan. Ellos, los que guían la ideología del “no-cambio”, se oponen a todo lo diferente, y lo que es peor, también obligan a los demás a oponerse a todo lo diferente, porque el real retrógrado, (el de diccionario) es el que de verdad se auto confiere el rol de líder mesiánico y misionero.

Y por lo mismo se arroga el papel de vigía, (porque además tiene el tiempo, las ganas y la plata para hacerlo). De hombre ungido por la virtud, capaz de decirle a otro a donde ir, en qué pensar, en quién confiar o qué comprar. Viven asustándose o asustándonos con la posibilidad del caos, del desgobierno o de la pérdida de sus favores. Y así lo han hecho siempre y así lo seguirán haciendo. Son los mismos que antes de que Cristóbal Colón explorara América por ejemplo, aseguraban que su barco se caería porque la Tierra era cuadrada y no redonda. Son los mismos que antes de que se pusiera de moda la minifalda, decían que quien la usara sería catalogada de prostituta y de mujer de vida fácil. Siempre han estado: son los mismos que tachaban a Elvis de degenerado por sus movimientos pélvicos, los mismos que se opusieron a la píldora anticonceptiva, a la del día después y quizás a cuál más. Son ellos. Los mismos que quemaron brujas, llevaron a cabo la Inquisición, sepultaron el Carpe Diem, y apagaron las luces. Son ellos, los mismos que caminan con expresión de madera, extremando cualquier ideología o religión para estancar las cosas.

Son ellos, los mismos que quemaban las fotos de John Lennon o que aseguraban que en sus tiempos había que tener apellidos con varias “erres” para entrar a ciertos colegios. Y por supuesto son los mismos que este año hicieron hasta lo imposible por deslegitimar la propuesta del retiro del 10%. Hubo una señora por allí que incluso se atrevió a decir que “nos comeríamos nuestros ahorros”. Y al final se aprobó la propuesta, ¿y qué pasó? No pasó nada. Y no pasó nada porque nunca pasa nada, porque la mayor parte del tiempo no se cumplen sus diagnósticos.

Pero más que insultarlos o faltarles el respeto, o pontificar en su contra, en este nuevo año que comienza, y que espero y quiero, traiga menos incertidumbre para todos, no puedo dejar de preguntarme algo: ¿Cómo sería el mundo, si los hubiésemos obedecido? Si hubiésemos hecho caso de todas sus prerrogativas. Al menos en Chile, no habría congreso ni democracia, no habría tocado Iron Maiden ni Metallica, no se habría aprobado la ley de divorcio, ni igualado a los niños ante la ley. Nunca hubiésemos visto La última tentación de Cristo, o seguiríamos creyendo que Bernardo O´Higgins fue el bueno y que Manuel Rodríguez fue el malo, y por último, nos hubiésemos quedado para siempre con una Constitución que solo provoca surcos y sangre. Y esto es solo un botón de muestra, porque verdaderamente no es lo peor de todo, lo peor de todo es que este tipo de retrógrados jamás admiten sus diagnósticos erráticos o piden perdón. Nunca, porque no está en ellos. No estuvo en ellos ni en este año de pandemia que recién pasó, ni nunca. Lo suyo va definitivamente más por el lado de renovar el miedo, que de arrepentirse por haberlo propagado.

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