No podía ser de otra manera: para algunos fue ver a The Beatles en la Caverna o a Jimi Hendrix en un club londinense. Para Joey Ramone, el minuto epifánico de su existencia fue pararse frente a un show de The Who en 1967.

“Fue lo mejor que había visto en mi vida. Siempre que actúo, quiero volar la cabeza de la gente tal como lo vi aquel día”, reveló el cantante en una entrevista con Entertainment Weekly en 1990, en alusión al instante en que definió su destino artístico, el germen de una de las carreras más vibrantes y revolucionarias de la historia del rock, desprendida de otra trayectoria igual de fascinante.

Ambas unidas en ese temporada seminal del catálogo rockero, aunque quizás el lazo umbilical venía de mucho antes: Pete Townshend, guitarrista, autor y mentor de The Who, y Joey Ramone, cantante, fundador y compositor de The Ramones, nacieron el mismo día, separados por cinco años. El primero en 1946, el otro en 1951. El más veterano hoy festeja 76 años, mientras que uno de sus devotos más fervorosos falleció hace dos décadas, aunque hoy alcanza su aniversario 70.

Un juego de números que al traducirlo en palabras se convierte en idolatría pura, donde el estadounidense nunca tuvo matices en reconocer que The Who eran el verdadero conjunto que lo había cambiado todo.

No podía ser de otra forma: el salvajismo atronador, el caos inflamable y el rock sanguinario que vio esa noche fueron a la larga parte de las bases donde los Ramones levantaron su identidad.

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Como gran parte de las leyendas que difunde la cultura popular -sobre todo en años en que The Who era un acto aún de menor protagonismo, sin exhibir el estatus colosal de las décadas siguientes-, todo se dio por una sucesión de casualidades. “La primera actuación de The Who en EE.UU. fue casi un evento accidental”, califica Townshend en sus memorias Who I am, en torno al show al que precisamente asistió Ramone, en un festival neoyorquino que se efectúo entre el 25 de marzo y el 2 de abril de 1967, y organizado por Murray the K.

¿Quién era Murray the K? El quinto Beatle. O así al menos se hacía llamar él mismo. Vaya desparpajo: Murray Kaufman, su verdadero nombre, era a mediados de los 60 el presentador de radio más célebre de Nueva York, condición que aprovechó para trazar amistad con The Beatles en pleno pináculo de la Beatlemania. De hecho, fue el primer conductor radial de EE.UU. al que los Fab Four le abrieron la puerta de su círculo privado.

Además, no sólo era conocido por su éxito radial. Murray the K también había acumulado prestigio por organizar distintos ciclos de música en vivo donde juntaba a créditos consagrados con otros en pleno despegue. O sea, lo que hoy básicamente conocemos como festival.

En esa pesquisa para armar el cartel de un espectáculo en el Teatro RKO de Queens, Brian Epstein, mánager de The Beatles, le recomendó dos bandas de alta electricidad que ya habían alborotado la escena británica: Cream y The Who.

Cartel del festival de 1967.

Townshend ya había estado antes en Nueva York dos veces por asuntos administrativos, intentando negociar contratos y asuntos relativos a la comercialización de los discos del cuarteto. Pero esta era la primera vez en serio: saltando a la cancha con sus compañeros, donde se ve el peso de los músicos. Además, ya eran un avezado de los escenarios, no sólo por su recorrido en su tierra natal, sino que también por ya haber visto en vivo a agrupaciones que se transformarían en una verdadera bisagra de la cultura popular, como los primeros Pink Floyd.

“Keith y John estaban tan agitados que apenas podían contenerse”, dice en su libro el instrumentista en referencia a sus camaradas Keith Moon y John Entwistle. Luego sigue: “Enseguida empezaron a vivir a lo grande en el hotel Drake. Keith se pedía del champán más caro y John varias bandejas con diversas marcas de whisky, brany y vodka. La cuenta fue astronómica y el camarero reprendió a Keith por la propina de veinte dólares, por lo visto escasa”.

Con respecto al show, relata: “Las actuaciones fueron un exitazo, tanto para los Who como para Cream. A diferencia del coñazo que me esperaba, fueron las dos semanas más fantásticas de mi vida”.

“Nos encontramos en el teatro RKO de la calle 58, donde iban a tener lugar los conciertos. Asistimos a una arenga de Murray the K. Por entonces ya había perdido su aura de quinto Beatle, con el peluquín algo ajado y sudando profusamente. Su perorata ante los grupos me sacó de mis casillas”.

Pese a la actitud del anfitrión, el line up del evento hoy corta el aire: Smokey Robinson and the Miracles, Wilson Pickett, Mitch Ryder, The Blues Project, Simon and Garfunkel, The Young Rascals, Phil Ochs y The Blues Magoos.

Townshend sigue en su texto: “Lo que resulta más difícil de relatar es lo que sucedió entre el público durante aquella serie de conciertos, sobre todo porque no estábamos en la platea entre los asistentes. Según la leyenda, visto que comprando una entrada podías pasarte el día entero, un gran número de jóvenes presenciaba cada una de las actuaciones, en particular para asistir al momento en que los Who queaban sin material para destrozar”.

El cantante revela que con las décadas fue conociendo a muchísimos de los asistentes de esa cita. Se hizo amigo de ellos. Trabajó con ellos. O simplemente en algún punto se acercaron a agradecerle el Big Bang que ahí había estallado.

El hombre que sintetizó todo eso fue Joey Ramone. “Yo tenía 16 años cuando los vi. Todo era genial en ellos. Los personajes, las imágenes, Pete, Keith Moon”.

Después, ambos trabajaron y colaboraron en conjunto. En el disco de covers Acid Eaters (1994), donde los Ramones tributan a sus bandas favoritas de los 60 -vayan que tenían material para ello-, Substitute de The Who, original por lo demás de Townshend, figura entre las primeras. El propio británico aportó con los coros en esa versión.

No podía ser de otra manera: por momentos, The Who y The Ramones parecen sonar como parte del mismo eslabón.