Uno de los secretos de Isabel Allende que conocimos con estilizada precisión en la serie Isabel es que la escritora guarda como tesoro el primer ejemplar de su primera novela, La casa de los espíritus, de 1982. Incluso cuando comienza a escribir un nuevo libro, a veces, lo coloca bajo su computador para llamar a la inspiración y evitar virus.
Esta novela la situó en la cúspide de los narradores latinoamericanos e inauguró un largo historial de envidias y odios de parte de los escritores chilenos, especialmente hombres, que ambicionaban, en secreto, su éxito.
En 2002, le quitaron de las manos el Premio Nacional de Literatura para entregárselo a Volodia Teitelboim. La campaña de desprestigio fue feroz y por su ensañamiento podría justificar una segunda temporada de la serie. Le declararon la guerra Bolaño, Germán Marín, Armando Uribe, Gonzalo Contreras, entre otros. La menospreciaron y la lapidaron con declaraciones en contra en las secciones culturales de los diarios. Se las tragó todas.
Ocho años después, el primer gobierno de derecha tras la dictadura le otorgó el Premio Nacional de Literatura en 2010. Isabel Allende se convirtió así en la cuarta mujer en recibirlo después de Gabriela Mistral, Marta Brunet y Marcela Paz. Diamela Eltit en 2018 fue la quinta y última hasta hoy.
En Chile, la literatura escrita por mujeres siempre ha sido mirada con sospecha, relegada a un lugar secundario, subordinado a la dominación masculina del discurso, con una recepción sesgada, borroneada, mal leída o legitimada en forma tardía. Mistral recibió primero el Nobel, fue el primer latinoamericano en obtenerlo, y luego el Premio Nacional, seis años después. María Luisa Bombal nunca lo obtuvo y a Marta Brunet los críticos elogiaban la “varonilidad de su talento”.
Secretos de familia
Cuando se publicó La casa de los espíritus en 1982, miembros de su familia que eran de derecha se molestaron con Isabel Allende por denunciar las aberraciones que se cometían en la dictadura chilena.
En la serie de Amazon Prime Video y Mega, su propia madre, Francisca Llona, al leer el primer borrador le reprocha también ventilar intimidades familiares. En efecto, para algunos personajes la escritora tomó como modelos a su abuelo, su padre y algunos familiares de derecha.
Pero el enojo de su madre duró solo un minuto al reconocer que le había encantado la novela y que era lo mejor que había leído en su vida. En una escena, Francisca le dice a su hija:
-Es una indiscreción del porte de un buque, pero la empecé a leer y no podía parar.
Su madre contactó a editores en Chile y Latinoamérica, pero ningún sello se atrevió a publicar el libro. Solo la española Carmen Balcells -la agente literaria del boom latinoamericano, de gran olfato comercial-, la acogió bajo su alero.
En una escena de la serie dirigida por Rodrigo Bazaes (Los 80), se muestra que Balcells organiza en su casa en Barcelona un lanzamiento con críticos, intelectuales, escritores y un grandioso cóctel. Fue la primera vez en su vida que Isabel Allende vio kilos de caviar engullidos a cucharadas. Cuando la agente española tomó la palabra para presentar a Isabel, hubo interferencias en el micrófono. Sin vacilar Balcells lo atribuyó a los espíritus del libro que se habían presentado para aprobar la publicación de la novela.
En la ficción, Balcells le advierte a Allende:
-Te van a poner la vara muy alta porque eres mujer. Vas a tener que hacer el doble de esfuerzo que cualquier hombre para tener la mitad de reconocimiento.
Los espíritus
La novela, que abarca desde principios del siglo XX al golpe del 11 de septiembre de 1973, narra una saga familiar: la historia de Esteban Trueba, un senador de derecha, su mujer Clara y su hija Alba, que se enamora de un inquilino revolucionario.
La presencia en la casona familiar de los fantasmas del pasado cruzan la historia de cuatro generaciones de mujeres chilenas. Estos recuerdos decantan en Alba, quien se conecta con ellos desde la niñez a través de los diarios de su abuela.
El personaje de Clara del Valle podía mover objetos con el pensamiento, al igual que sus amigas las hermanas Mora, inspiradas en Ximena y Carmen Morla Lynch, aristócratas chilenas de principios del siglo XX que tuvieron capacidades extrasensoriales y realizaban sesiones de espiritismo. Isabel Barros, abuela de Isabel Allende, participó de esas reuniones de Las Morla.
Avanzadas para su época, las hermanas Morla se relacionaban con la alta sociedad y la intelectualidad chilena. Personajes como Vicente Huidobro, Rebeca Matte, Alone y Arturo Alessandri les consultaban sobre el “más allá”. A Alessandri le predijeron que iba a ser presidente e incluso tuvieron visiones de lo que sería el gobierno de Salvador Allende y su violento fin.
Para Isabel Allende, La casa de los espíritus nació como una carta de despedida a su abuelo y sus recuerdos familiares y fue escrita a máquina en la cocina y el comedor de su departamento en el exilio en Caracas. Cuarenta años después, la escritora se convirtió en la autora de habla hispana más leída en el mundo con 74 millones de copias vendidas y con libros traducidos a 42 idiomas. Ahora son los espíritus de sus furibundos enemigos de 2002 -escritores chilenos, la mayoría fallecidos- los que tragan sapos.