Cuando estaba en la adolescencia, Rodrigo García solía tenderse en el jardín de su casa. Recostado en el césped, le gustaba mirar el cielo y observar los atardeceres. “Para quienes han pasado años en Ciudad de México no es una sorpresa que, a menudo, los atardeceres pueden ser extraordinarios”, escribe. Ese mismo jardín atravesaba diariamente Gabriel García Márquez, su papá, camino a su estudio. Allí se retrató sonriente junto a su esposa Mercedes, la mañana en que la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura. Allí también lo encontró una tarde su asistente, muchos años después, cuando su memoria se esfumaba, tratando de descifrar el mundo alrededor.

Aquella casa fue el refugio de García Márquez: su espacio de intimidad, de trabajo y vida familiar, lejos del fenómeno de la fama. Por eso, el momento más difícil del 17 de abril de 2014, día de la muerte del escritor, fue cuando los empleados de la funeraria cargaron su cuerpo: “A diferencia de la muerte hace un rato o de la cremación que tendrá lugar esa misma noche, los sentimientos respecto de este momento carecen de misterio. Duelen hasta los huesos: se va de la casa y jamás regresará”, escribe el hijo en su libro Gabo y Mercedes: una despedida.

Nacido en Aracataca en 1927, García Márquez vivió en Bogotá, Cartagena, París, Barcelona y Ciudad de México. En la capital mexicana escribió su obra maestra, Cien años de soledad, y en ella estableció su residencia desde 1975. En Cartagena, donde comenzó su oficio de periodista, creó su fundación, y allí reposan sus cenizas.

“A Gabo, por supuesto, le encantaba estar en Cartagena, también en Bogotá, en Barcelona, pero creo que siempre sentía que México era más refugio”, contó Rodrigo García. “A los dos les encantaba la vida social colombiana y la parranda y todo eso, pero México fue siempre un lugar donde uno se podía refugiar más. Y bueno, es la casa más antigua que tenemos”.

Reconocido director de cine, autor de filmes como Con solo mirarla o Madre e hija, Rodrigo García (Bogotá, 1959) hablará sobre las ciudades de García Márquez en el ciclo La Ciudad y las Palabras de la UC, el próximo martes, a las 18 horas, a través del canal de YouTube del Doctorado en Arquitectura (doctoradofadeu.uc.cl).

Radicado en Los Ángeles, el mayor de los dos hijos del escritor y Premio Nobel acaba de publicar la memoria sobre la muerte de sus padres. En ella relata con contenida emoción los momentos finales del novelista: la pérdida de la memoria, el progresivo deterioro de su salud y su muerte silenciosa.

“Escribir sobre la muerte de un ser querido debe ser casi tan antiguo como la escritura misma, y sin embargo, cuando me dispongo a hacerlo, instantáneamente se me hace un nudo en la garganta. Me aterra la idea de tomar apuntes, me avergüenzo mientras los escribo, me decepciono cuando los reviso”, anota en sus páginas.

¿Cuál fue la mayor dificultad al momento de escribir el libro?

La mayor dificultad, sin duda, fue sobreponerme a esa sensación de culpabilidad, de que estaba traicionando la vida familiar.

A pesar de su sociabilidad y de su figuración pública, García Márquez y su esposa protegían celosamente su intimidad. “Cuando vivíamos las últimas semanas de la vida de Gabo el ambiente era tan cargado, tan impresionante, tan literario finalmente, que empecé a tomar notas sin saber para qué, para escribir un recuerdo propio, para que lo leyeran mis hijas, para que lo tuviera mi hermano Gonzalo. Y cuando murió Gabo redacté mucho de eso en tiempo presente, para tener la impresión que yo había tenido día a día”, recuerda. Rodrigo García sabía que su madre no estaría de acuerdo en publicarlo. “Y cuando murió Mercedes los sentimientos alrededor de eso me hicieron entender cuál era el escrito que debía hacer: el de la despedida de ambos, ese era el homenaje que les quería hacer y le quitó el haber escrito un libro sobre la muerte del escritor famoso”.

"Fue la peor época", dice Rodrigo García sobre el momento en que su padre comenzó a darse cuenta de que estaba perdiendo la memoria.

Cuando su padre cumplió los 80, Rodrigo García quiso saber qué sentía. “El final se acerca”, dijo el escritor. Más que miedo, confesó “una enorme tristeza”.

¿Su padre pensaba en la muerte? ¿Lo vio asustado alguna vez?

Me imagino que como todas las personas, sobre todo las que llegan a los 70 y a los 80, pensaba en ella. Creo que los escritores están bastante obsesionados con la muerte, con el caos de la vida, con la imposibilidad de controlar la vida, con los destinos, eso es parte de lo que los hace escritores; las ganas de querer enmarcar y explicar la experiencia de estar vivo. ¿Si lo vi asustado? Cuando estuvo enfermo de linfoma, estaba sin duda preocupado, pero no lo vi crónicamente aterrado o asustado.

En cambio, Rodrigo García sí vio la angustia en el rostro de su padre cuando comenzó a perder la memoria. Para un escritor como García Márquez, tan apegado a sus mitos familiares, sentir cómo sus recuerdos se esfumaban fue un proceso desestabilizador. “Trabajo con mi memoria. La memoria es mi herramienta y mi materia prima. No puedo trabajar sin ella, ayúdenme”, repetía.

¿Cómo recuerda esos momentos?

Hay una etapa muy difícil para la persona que está perdiendo la memoria, cuando aún es plenamente consciente de que la memoria se está perdiendo, y esa es una etapa muy llena de ansiedad, muy difícil para ella y para sus allegados. Sin duda, fue la peor época.

Con el tiempo, García Márquez dejaría de reconocer a sus hijos y se sorprendía al ver su nombre impreso en sus libros. A veces, la infancia volvía a su memoria y él pedía irse a casa, a su casa en Aracataca, con su abuelo, quien murió cuando él tenía ocho años.

-Él toda la vida tuvo como referencia esa niñez en ese pueblo, ese pueblo que fue la semilla de tantos de sus libros y de Macondo mismo, y nosotros siempre tuvimos conciencia de la presencia de su abuelo como el hombre más influyente en la vida de Gabo.

Semanas antes de su muerte, García Márquez entró en un estado de sopor. Usted dice que lo miraba desde los pies de su cama y se sentía hijo y padre de su padre. ¿Debe ser una sensación paradójica, no?

Es paradójica, aunque era una sensación que venía sucediendo hace tiempo a medida que él fue perdiendo las facultades, como sucede cuando la salud de los padres va sufriendo. Entonces los hijos empiezan ese papel de padres.

¿Cómo cree que su cine más bien intimista dialoga con la obra exuberante de su padre?

No sé si dialoga o no, mi obra no está hecha ni en sincronía u opuesta a la de mi padre. Creo que cada contador de historias encuentra sus propios temas, sus propias obsesiones, desarrolla su propio tono, y eso tiene que ver con la experiencia de vida de cada uno, con los artistas que a uno le gustan. No sé si dialoga o no, finalmente el interés por el ser humano y la travesía humana siempre es el idioma común de todas las historias y las obras de arte.

En la biografía sobre García Márquez, Gerald Martin cuenta que durante sus estudios en Harvard, más de un estudiante le preguntó por la filiación política de su padre. ¿Sus ideas políticas o su relación con Cuba fueron problemáticas para usted?

No, esa era la relación que él tenía con Cuba. Yo, por supuesto, tenía cosas con las que estaba de acuerdo con Cuba y cosas con las que no estaba de acuerdo, cosas en las que coincidía con Fidel y cosas en las que no coincidía en absoluto. Pero bueno, él tenía su relación y yo la mía propia con la Revolución Cubana.

"Era una relación de mucha intimidad en el sentido de ser muy pareja, dos personas muy unidas por mucha historia y por temperamento", dice Rodrigo García sobre sus padres.

En su etapa más activa, alguien definió a García Márquez como un presidente sin Estado. ¿Cómo concilia ese perfil público de su padre, que se relacionaba con altos líderes políticos, y el padre más bien introvertido que usted describe?

Un recuerdo más de que una persona somos muchas personas diferentes. Creo para él era importante hacer una labor que pudiera ayudar, hacer una especie de diplomacia no oficial, que facilitara movimientos de paz, la liberaciones de presos; él hacía lo que tenía que hacer, y si para eso era necesario actuar de manera extrovertida, lo hacía. Él trataba de ayudar donde podía.

En el libro, usted revela el carácter y la fortaleza de Mercedes Barcha. ¿Cómo describiría su relación?

Muy íntima, eran marido y mujer, y eran amigos y coconspiradores; era una relación de mucha intimidad en el sentido de ser muy pareja, dos personas muy unidas por mucha historia y por temperamento.

El libro lleva por título Una despedida, ¿es posible despedirse de los padres?

Es posible despedirlos del mundo físico, pero siguen presentes, quizás más gigantes aun de muertos que de vivos.

¿Qué piensa de autores que han querido dar por superado el realismo mágico, como Roberto Bolaño?

Me parece que cada artista debe hacer lo que debe hacer y lo que quiere hacer. Creo que Gabo tampoco se propuso hacer el llamado realismo mágico, él escribía los libros que se le ocurrían, y los escritores después de él deben escribir los libros que a ellos les gustan. No creo que se trate de desmitificar o destruir o superar el realismo mágico; cada quien debe escribir el libro que debe escribir y que siente que nunca se ha escrito, con respeto y sin respeto hacia los escritores anteriores.

¿Cómo avanzan las adaptaciones de Cien años de Soledad y Noticia de un secuestro? ¿Por qué escogió a Andrés Wood para dirigir esta última?

Bien, Netflix ha hecho un muy buen trabajo desarrollando los guiones con un muy buen guionista puertorriqueño-americano, José Rivera. Se plantea empezar a filmar el 2022, y los guiones van por muy buen camino. Noticia de un secuestro ya se acabó de filmar, está en posproducción, y estoy muy contento con el resultado. Siempre pensé que Andrés Wood sería muy buen director para esa serie. Andrés es una persona que logra contar en sus historias muy bien los problemas personales y particulares dentro de contextos políticos muy grandes, y esta historia es precisamente eso, un contexto nacional político complicado y, a la vez, una historia íntima personal. Creo que ha hecho un gran trabajo y tengo grandes esperanzas para esa serie.