Måneskin, un guiño a Mon Laferte y rock excitante en su regreso a Chile

Måneskin Foto: Andie Borie y DG Medios

En el Bicentenario de La Florida, el cuarteto italiano despachó un show contundente, basado en un repertorio afianzado y su bien trabajada puesta en escena. Como suelen hacer, interpretaron un cover local, que en Santiago correspondió a Tu falta de querer, de la cantante viñamarina Un momento emotivo, para un show articulado en el sentido del espectáculo y el carisma del cantante Damiano David.


A poco más de un año de su debut en el país, con un contundente show en Movistar Arena, los italianos Måneskin volvieron a Chile para capitalizar el creciente arrastre entre la fanaticada local. En el arranque bastaron los primeros compases de la poderosa Don’t wanna sleep, descerrajados por el guitarrista Thomas Raggi, para dejarlo en claro.

La apuesta por un recinto de mayor capacidad, como el Bicentenario de La Florida (aunque no se llenó), permitió apreciar el potencial de un show diseñado para estadios. Un juego de luces estroboscópicas, doble equipo de amplificación para Thomas Raggi y la bajista Victoria de Angelis (una de las más aplaudidas de la noche) y el innegable carisma del cantante Damiano David, bastan.

Con el oficio de una banda que se fogueó tocando en directo, como debe ser, Måneskin arrancó con tres canciones sin pausa. Entre estas el zeppeliano hit Zitti e buoni (aunque esa deuda la disimulan mejor que Greta Van Fleet).

Damiano David, cantante de Måneskin Foto: Andie Borie y DG Medios

A diferencia del show de rock tradicional, basado en el eje cantante/guitarrista (desde Jagger/Richards a Plant/Page), en Mäneskin es Damiano David su principal figura escénica. El vocalista habla al público en un bien trabajado español, marca sus bromas con una sonrisa pícara, se quita la camisa y demuestra que conoce bien los alcances de su voz.

Por su lado, Raggi, tiende a despachar su técnica en dosis controladas; prefiere trabajar el tono sobre la velocidad. Pero no elude desatarse y lanzarse al piso para lanzar riffs, acaso su punto fuerte. De Angelis mantiene una interpretación recia y es la que sigue a David en atención del público. Ambos siguen el manual y se mueven a lo largo del escenario en movimientos bien coordinados. Mientras, el baterista Ethan Torchio aporta la contundencia.

En su mayor parte, el set se concentra en las canciones de Rush!, el álbum publicado esta temporada, cuyo repertorio que incluye temas como Gasoline, Gossip, entre otras, era conocido en buena parte de la audiencia (donde abundaban las chaquetas de cuero).

Victoria de Angelis, bajista de Måneskin Foto: Andie Borie y DG Medios

Tras una pausa, Damiano y Thomas se mueven hasta el escenario más pequeño montado casi en el centro del recinto. Sólo con guitarra acústica hacen una correcta versión de Timezone. Y como suelen hacer en cada show, interpretan covers de música local, aunque con mucha atención a los números de las plataformas. En México hicieron el hit del año, Ella baila sola, de Peso Pluma. Para Colombia optaron por A Dios le pido, de Juanes.

Acá no se complicaron. “A mi me gusta mucho Mon Laferte”, dice David antes de arrancar con su fogatera lectura a Tu falta de querer, acaso un neo clásico de la música chilena. El karaoke masivo fue uno de los momentos emotivos de la noche y demuestra además, la versatilidad estilística del grupo que cultiva un rock de innegable vocación pop.

Damiano David agradece con su bulliciosa risa los insistentes “mijito rico” que le dedican desde el público. “Me demoré como dos minutos en entenderlo”, aseguró, antes de seguir con el show. Alli lanzan su lectura en clave rock (básicamente inyectando decibeles) de Humble, de Kendrick Lamar, un ícono actual del rap. Un cruce impensado en otra época, que muestra cómo el grupo entiende el género en el siglo XXI; lejos de los orígenes, más concentrado en la actitud, el gusto por los trajes de escenario y los riffs lanzados con el volumen de los amplificadores a tope.

Aunque Måneskin es un grupo con una evidente buena presencia y cuidados looks, en el Bicentenario mostraron que saben tocar y tienen un directo contundente. Le quitan al rock el aura de gravedad que tiende a volverlo más conservador. En una entrevista con Le Figaro, Damiano David aseguró que, más que optar al título de salvadores del estilo, lo de ellos es “una transición entre la música del pasado hacia la modernidad”. Rock desprejuiciado, con mucha actitud, sazón callejero y energía sexual, pero lejos de su carga de peligro. No aspiran a ser Guns ‘N’ Roses de Appetite for Destruction, pero sí a emular su masividad. Nada menor en una era en que la imagen lo es todo. Entienden como hacer rock para TikTok.

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