“A veces, sueño con la destrucción de Pilarcita”: José Donoso y la tormentosa relación con su hija

“A veces, sueño con la destrucción de Pilarcita”: José Donoso y la tormentosa relación con su hija revivida por sus diarios

Si bien la relación con su mujer, María del Pilar, presentaba altos y bajos, la relación de José Donoso con su hija adoptiva, Pilarcita, era diferente. Se mostraba como un padre preocupado, incluso con espacio para la ternura. Pero también aparecían duros fantasmas. Es lo que se lee en la segunda parte de sus diarios, próximos a publicarse a través de Ediciones UDP. Diarios centrales, A season in hell: 1966-1980.


Mientras avanzaba en la tormenta de escribir El obsceno pájaro de la noche, José Donoso Yáñez encontraba un remanso en su casa. Si bien la relación con su mujer, María del Pilar Serrano, presentaba altos y bajos, con su hija adoptiva, la Pilarcita, la cosa era diferente. En su mayoría, pertenecía al territorio del cariño y la ternura.

Así al menos es lo que se lee en la segunda parte de sus diarios, próximos a publicarse a través de Ediciones UDP. Diarios centrales, A season in hell: 1966-1980, que compila los años en que el autor vivió en España y donde publicó sus principales novelas. Editado por la investigadora Cecilia García-Huidobro, vemos facetas muy íntimas del autor, por entonces ya un hombre de familia.

En las poco más de 700 páginas, se recogen anotaciones de José Donoso en que se refirió de forma bastante cariñosa a Pilar, asumiendo su nuevo rol como padre. Lo demuestra en cosas simples como dedicarle un álbum familiar, el 15 de diciembre de 1970, en Vallvidrera. “Definitivamente, un ‘álbum de familia’ es lo que ahora tengo que escribir, como rúbrica a toda mi obra hasta este momento. Dedicado naturalmente a la Pilarcita”.

Nacida en Madrid en 1967, Pilar Donoso fue adoptada durante el paso de la pareja por España cuando solo tenía meses de vida. Desde ahí, el escritor comenzó el siempre difícil aprendizaje de la paternidad. Por ejemplo, en Santander, 17 de septiembre de 1969 anota, como un padre preocupado porque la niña se enfermó: “Pilarcita bien, aunque inquieta porque no creo que esté completamente bien: pero en el parvulario. María Pilar con fiebre en cama. Guadalupe, nuestra criada, con fiebre en cama. Yo lo tengo que hacer todo y me siento debilucho, además de inquieto. Ayer fue telegrama a Arcos”.

Dos días después, la niña no mejoraba. “Desbarajuste total de mi schedule. Temporada espantosa. Frío. María Pilar peor. Pilarcita pésimo. Idas a médicos, a practicantes. En la noche, la niña y María Pilar mejor. Pensamos partir dentro de diez días si el frío nos corre. ¡Quisiera terminar y releer antes! Pero han sido días solitarios, deprimidos, aciagos”.

Pero en Calaceite, el 6 de mayo de 1973, se muestra muy revelador. Desnuda una completa inseguridad frente a su rol paterno. “¡El poder que tiene sobre mí –sobre nosotros– Pilarcita! ¡Lo vulnerable a ella que soy! Mi inseguridad frente a ella, mi deseo de ser amado y amarla, su poder para transformarlo todo –¡a los 5 años y 10 meses!– y hacer amargo o delicioso un día, una semana, porque comió bien o no comió, por cualquiera tontera. Me pregunto si todos los padres sentirán esta inseguridad frente a sus hijos. No creo ¿No será malo para ella? ¿No la estará transformando en un monstruo? ¡Por Dios, que no, que no sea así, que de alguna manera podamos sacarla adelante sin demasiados tropiezos!”.

Estuve tratando de dormir y no pude. Estoy obsesionado con el poder de Pilarcita, mi problema con ella. ¿En qué consiste? Creo que en la inseguridad mía –y nuestra– y en la naturaleza compleja tanto de la niña como de los padres. Tengo que reconocer que no sabemos cómo actuar. Me doy cuenta que este problema tan simple, el de comer, se está convirtiendo en el embrión de todos los otros problemas del futuro, que crecerán de este embrión como los miembros y las facciones de un feto, que de pronto nace, es un ser humano y sale caminando. De pronto saldrá caminando el problema que está aquí en es- tado embrionario. Tengo que consultar con alguien. La castigaremos mañana, y probablemente mejore su conducta. Pero se cargará de culpabilidad, o se desarrollará una guerra insoportable e insostenible entre nosotros, que es lo que menos de- seo en el mundo, porque no podría resistirlo. ¿Consultar con la doctora Cervera? Creo que será lo mejor: hay gente que conoce estos problemas y que puede enseñarnos a combatirlos. ¿O estoy haciendo una montaña de nada? ¿O todos los padres tienen estos problemas? Me imagino que sí y peores. Pero eso no quita que sea yo el que sufra, aquí y ahora”.

Incluso, se muestra contradictorio. Amándola y odiándola. “A veces, sueño con la destrucción de Pilarcita. Con su eliminación. Me cargo de culpa. Pero creo que es el fruto de un exceso de cariño, y de dependencia: a veces quisiera matarla, o que muriera, porque si no muere voy a morir yo, y vamos a odiarnos. Pero cualquier cosa suya, deshace esa fantasía, su presencia misma, su risa. ¿O es una fase que atraviesa la niña? ¿Que atraviesan todos los niños? ¿Quién lo puede saber? ¿A quién que vea enlightened poder preguntarle? La continua –no es continua, pero en fin, cuando me hace sufrir reaparece– fantasía de su aniquilación, y la liberación que en todo sentido eso significaría me carga de culpabilidad. Pero me doy cuenta que la odio intensamente por el poder que tiene sobre mí, y lo tiene porque la amo tan intensamente. ¿Cómo hubiera sido nuestra vida sin ella? Terrible, quizás”.

Quizás por esa inseguridad, tendía a sobreprotegerla. Así lo reconoció él mismo estando en El Panizal-Bezeite, 10 de mayo de 1973. “Descubro que Pilarcita es sensible, humana, tiene miedo, siente la soledad, pero sabe superarla. Creo que es una niña de gran calidad y la amo, mis miedos del otro día ya no existen y es como si pudiera respirar a todo pulmón otra vez. Pero no debo sobreprotegerla, ya que tengo tendencia a hacerlo”.

Tengo que luchar contra mi tendencia a proteger a Pilarcita, porque será pésimo para ella, y continuamente doloroso para mí. Aprender que yo no soy ella. Que ella tiene que vivir su propia vida, sus propias experiencias. Pienso que tanto para ella como para mí, el internado será lo mejor: para que se haga un mundo, un contexto, que para ella, cuyo contexto dado por nosotros es tan exiguo o inexistente, es muy importante. Tiendo a protegerla, incluso, de María Pilar, y uno de los problemas que se me presentan es, justamente darle paz, serenidad, lo que ni María Pilar ni yo tenemos. Pero no indiferencia: Pilarcita es humana, siente, no tiene que justificarse –como Lidia, por ejemplo– con bravatas, y puede mostrarse sensible. Me gusta. Será vulnerable. Pero es mi hija y no puede ser de otra manera”.

De vuelta en Calaceite, en julio de 1973 comenta que le cuesta desprenderse de su hija: “Dejar a Pilarcita interna en Pedraldes, y dejar a Pilarcita donde sea, me produce desazón, dolor, inquietud: pero ese es un problema de angustia y de ansiedad mías, intransferible y ya, supongo, irremontables, de modo que lo mejor es no darle importancia si tengo conciencia de no permitir, dentro de lo posible, que le haga daño a ella”.

En ese mismo lugar revela las complicaciones que ha tenido su matrimonio, y se lo atribuye a la pequeña. Así lo anotó el 22 de enero de 1974. “Una de las épocas más negativas y angustiadas que recuerde. Pésimas relaciones con María Pilar, sobre todo por causa de Pilarcita, con la cual, me parece, es a veces injusta. Brandt me ha vendido El pájaro a un paperback company por solo 2.000, lo que es absurdo, pero es la única proposición que hay: lo que significa que mi ‘valor’ comercial ha bajado considerablemente. Pilarcita, que adora el pueblo, no se quiere ir a Sitges, y ayer en el coche tuvo un ataque de llanto cuando le dijimos que no terminaría su colegio en Calaceite, lo que para ella fue terrible, porque estaba tan contenta con la casa nueva frente al mar, dijo, y con el colegio que vio, porque creyó que era solo por un mes: de modo que tenemos que ver muy bien cómo lo vamos a hacer, y el aproaching, para no herirla. Guggenheim money no llega. Inseguridad frente al futuro, ahora que no hay Chile y que la niña crece”.

El 10 de enero de 1974 anotó algo sobre la importancia capital que le daba a Pilarcita en su vida: “Realmente la Pilarcita es lo que me proyecta al futuro, 50 años, 70 años más. Mi amor por ella. Al leer el artículo –casi libro–, el terror que sentí, y no puedo negar que lo sentí puesto que Heilbroner está hablando mi propio idioma y no el idioma del dogma, lo sentí A TRAVÉS DE MI TEMOR POR PILARCITA. Ella es como una linternita, como un radar o una rama muy sensible que tengo clavada en mi carne, y que prolonga mi propio sufrimiento y mi inseguridad más allá de mi propia muerte. Quizás por el dolor y la inseguridad que me causa, a veces suelo fantasear su muerte, como mi propia libera- ción: pero me doy cuenta de que es mi muerte. Sin su existencia yo sería un ser cerrado, duro, rígido, muerto. En la fantasía la mato a ella para no sufrir (yo y ella), porque no me atrevo a pensar en mi propio suicidio, ya que si tuviera valor lo haría”.

Por supuesto, la pequeña Pilar más de alguna pelea de sus padres presenció. Así lo describe Donoso el 12 de marzo de 1974. “Ayer, a raíz del almuerzo, fue un día siniestro: pelea de María Pilar y yo en presencia de Pilarcita; María Pilar rompió un plato en el suelo de rabia, y el odio y la violencia reinó todo el día, apareció súbitamente en nuestra vida, y hoy en la tarde, ya desapareció. Por suerte la violencia desapareció a mediados de esta tarde. Se dijeron cosas terribles, o por lo menos bastante desagradables, a raíz de nada: como de costumbre, las peleas a causa de la Pilarcita, por nada, por un tomate no comido. ¿No es increíble? Pero así es. Y todavía estoy bajo el flujo de violencia y desagrado de aquellas horas, y soy violento con la niña, no, no violento, exigente, y me desespero porque me va a odiar. Pero María Pilar only ways, no le da disciplina, y yo tengo que darle disciplina. Prefiero que me odie a mí a que odie a María Pilar: necesito que la quiera, mucho, que se identifique mucho, es más importante en su vida ella que yo. También importante para María Pilar, porque cuando llegue el momento de decirle a la niña que es adoptada, va a tener que quererla mucho, sentirla muy unida, para soportar las múltiples negaciones que la niña de ella hará”.

El 30 de junio de 1980, con la chica entrando a la pubertad, anotó: “Hoy cumple Pilarcita 13 años. Estuvo cariñosa conmigo y María Pilar, y cuando lo está el corazón salta de amor”. Ese año, con el regreso definitivo de sus padres al país, Pilar Donoso se afincó en Chile. Acá, si bien estudió Psicología y Relaciones públicas, nunca terminó una carrera universitaria. Como si fuese un destino manifiesto, también publicó un libro, el archiconocido Correr el tupido velo (Alfaguara, 2009), una biografía de su padre, donde se adentró en sus tormentos.

De manera inesperada, Pilar Donoso fue encontrada muerta a los 44 años, en su departamento en Providencia, el 17 de noviembre de 2011. Las circunstancias de su muerte se atribuyeron a un suicidio por sobredosis de medicamentos.

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