Una trampa bien calculada: historia de la batalla de Austerlitz, el triunfo mayor de Napoleón

Napoleón en la batalla de Austerlitz, óleo de François Gérard.

El 2 de diciembre de 1805, el emperador de los franceses logró una aplastante victoria ante los aliados ruso - austriacos. Para ello, se valió de una singular estrategia que consistió en aparentar algo que en realidad no era. Rescatada en la reciente película de Ridley Scott, en Culto recreamos la historia de una importante batalla de las Guerras Napoleónicas.


Fue una puesta en escena. Una calculada maniobra para que los aliados austro-rusos hicieran lo que Napoleón Bonaparte, el emperador de los franceses, quería. A él se le atribuye la frase “El poder radica en la apariencia del poder”, es decir, el engaño, el manipular la realidad a su conveniencia. Esa idea la llevó a cabo con éxito el 2 de diciembre de 1805, en la localidad de Austerlitz.

Por entonces, la ciudad era un pueblito que se ubicaba dentro del Imperio Austríaco (el antecedente inmediato del Imperio Austro-Húngaro, que combatió en la Primera Guerra Mundial), que abarcaba gran parte de la Europa central. Hoy, es un poblado ubicado en la República Checa y que se llama Slavkov u Brna.

Pero volvamos a esos inicios del siglo XIX. Ya coronado emperador el año anterior, Napoleón buscaba derrotar militarmente a la llamada Tercera Coalición, formada por el Reino Unido, Imperio austríaco, Rusia, Nápoles y Suecia con el objetivo de derrotar al corso, desbancarlo del poder, y eliminar los vestigios de la influencia francesa en el viejo continente. En 1805, el Imperio Napoleónico ya abarcaba -además de Francia- los actuales Países Bajos y Bélgica (en el estado satélite de la República Bátava), parte de Italia (en el Reino de Italia), el reino alemán de Baviera como aliado y ya miraba los territorios de la Europa central, donde se encontraban las actuales Hungría, Checoslovaquia, Alemania y Austria.

Napoleón, retratado como rey de Italia, por Andrea Appiani. 1805.

Aprovechando la guerra contra la Tercera Coalición, Napoleón justamente invadió las tierras germano parlantes. Tras derrotar aplastantemente a los austriacos en la Batalla de Ulm (en la actual Alemania) logró tomar la mismísima ciudad de Viena. Sin embargo, le faltaba una victoria decisiva que terminara con los aliados. Así que decidió ir un poco más al norte para perseguir a los maltrechos austriacos, pero también a los rusos.

En esa persecución decidió jugarles una treta. Y la fortuna estuvo de su lado, porque los aliados no sabían muy bien cómo proceder. “Muchos oficiales de alta graduación, entre ellos el general Kutúzov, veían imprescindible no entablar combate con Bonaparte en aquel momento y sostenían que la dilación solo ofrecía ventajas. Un enfrentamiento prematuro podía conducir al desastre. En lugar de dar batalla, proponían ganar tiempo con una retirada hacia los Cárpatos que permitiera la llegada de los refuerzos de Italia y Prusia. Sin embargo, Alejandro (emperador ruso) y Francisco (emperador de Austria) desdeñaron tales argumentos”, señala el historiador Alexander Mikaberidze en su libro Las Guerras Napoleónicas - Una historia global.

Sin embargo, los austriacos, quienes veían cómo los franceses seguían en su territorio, presionaron a sus aliados para optar por una estrategia más ofensiva. “Los austriacos, aún tambaleantes por el desastre en Ulm, también se oponían a la retirada con el argumento de que alargaría la depredación francesa de sus territorios. Querían que el Ejército ruso expulsara a los franceses de Moravia. Estos razonamientos a favor de la ofensiva encontraron pronto oídos receptivos; Alejandro ansiaba comandar el Ejército y derrotar a Napoleón en el campo de batalla. Después de muchas deliberaciones, Alejandro y Francisco convinieron la ofensiva y el mayor general austriaco Franz Weyrother preparó un plan de operaciones. Según este, las fuerzas aliadas principales harían una maniobra envolvente por el flanco derecho de Napoleón y cortarían sus comunicaciones con Viena”, señala Mikaberidze.

Pero el plan se mostró complejo de realizar. Solo los rusos pudieron movilizar algún contingente, y se encontraron con los franceses en la Batalla de Wischau, el 28 de noviembre de 1805, en la actual República Checa. Los rusos derrotaron a unos franceses que se mostraron dubitativos y mal preparados. Esto envalentonó a los rusos que pensaban que podrían derrotar al emperador. Sin embargo, estaban cayendo directo en la estratagema de Napoleón.

Napoleón con sus tropas en vísperas de la batalla de Austerlitz. Pintura de Louis-François Lejeune.

Adam Jerzy Czartoryski, asesor del joven zar Alejandro I de Rusia (por entonces, con 27 años), recordó en sus memorias ese instante. “Pensaban que Napoleón estaba en una posición arriesgada y que estaba a punto de retirarse. Las avanzadas francesas parecían dubitativas y tímidas, lo que abonaba esas ilusiones, y no paraban de llegar reportes de nuestras avanzadillas anunciando un inminente movimiento del ejército francés hacia la retaguardia”.

Como buen artillero y amante de las matemáticas, Napoleón no dejaba nada sin calcular. Y estos movimientos estaban friamente estudiados. “El éxito aliado en Wischau fue orquestado por Napoleón, que trataba de atraer a los aliados a las posiciones que deseaba; su estratagema convenció a muchos en el cuartel general de la coalición de que los franceses estaban debilitados y querían evitar una batalla decisiva”, señala Mikaberidze. Los aliados, aún dudaban, algunos altos oficiales pensaban que Napoleón quería atraerlos hacia una batalla con un terreno elegido por él, otros eran de la idea de ir a aplastarlo.

A finales de noviembre, para salir de dudas, decidieron enviar al príncipe ruso Piotr Dolgorúkov a entrevistarse con Napoleón para tratar los términos de las posibles negociaciones. Este convencido de que el francés estaba debilitado, actuó con arrogancia. Napoleón, furioso en sus adentros por la provocación del ruso, supo contenerse y le transmitió la impresión de que los franceses estaban debilitados, con el fin de inducir a los aliados a atacarlo. La treta resutó. “A su vuelta, Dolgorúkov ‘le decía a todo el mundo que Napoleón temblaba, y que incluso nuestra vanguardia bastaría para derrotarlo’”, escribe Mikaberidze.

Alejandro I, zar de Rusia.

Sabiendo que contaba con la ventaja del tiempo, el siguiente paso de Napoleón fue elegir el terreno a su entero gusto. Para cuando los aliados se decidieron finalmente a atacar, el corso ya había ubicado a su ejército en Austerlitz, específicamente en la meseta de Pratzen. Sin embargo, fue temporal, quería que sus enemigos vieran que había ocupado la meseta, para después evacuarla.

“El emperador francés había situado en un primer momento a sus hombres en los altos de Pratzen, al este del pueblo, consciente de que aquella posición sería crucial en la batalla. Entonces, movió deliberadamente las tropas hacia el oeste, a menor altura, para debilitar y extender en exceso el flanco derecho con la intención de que sus adversarios concentraran toda la atención en esta aparente vulnerabilidad”, señala Mikaberidze. Era una trampa, Napoelón esperaba que los aliados se concentraran ahí para caerles encima en otro punto. Al mando de la defensa de su flanco puso al general Davout. Debía aguantar mientras Napoleón se preparaba para atestar el golpe final.

La mañana del 2 de diciembre de 1805, amaneció nublado y brumoso en Austerlitz, eso lo aprovechó Napoleón para ocultar al grueso de su ejército bajo la bruma. Los aliados solo verían al flanco derecho custodiado por Davout. El general cumplió el objetivo de resistir la carga ruso-austriaca como podía, sin ceder. A las 9.30, la niebla se disipó y Napoleón ordenó su jugada. “Ordenó al mariscal Nicolas Soult lanzar un ataque contra los altos de Pratzen. La acometida gala sorprendió a las fuerzas aliadas, dividió el ejército en dos y extendió el desorden entre las filas”. La trampa había resultado.

Batalla de Austerlitz.

Tal como se muestra en el reciente filme Napoleón, de Ridley Scott y protagonizada por Joaquin Phoenix, el francés llevó el asunto aún más lejos. “El asalto francés continuó contra el ala izquierda aliada, que se desintegraba por momentos, mientras la artillería francesa disparaba contra los estanques helados para romper el hielo y dificultar la retirada”. El enemigo comenzó a huir mientras perdía hombres ahogados en las frías aguas de los estanques helados de Satscha. Perdieron soldados, cañones, caballos, fusiles. Un desastre mayúsculo. Napoleón había vencido.

Si se analizan los números que dejó la batalla, podemos notar que fue una victoria aplastante. Los cita Mikaberidze: “Los franceses perdieron unos 9.000 hombres, de ellos 1300 muertos, pero el ejército de la coalición sufrió alrededor de 27 000 bajas. Los rusos soportaron la mayor parte de las bajas, más de 21 000 entre muertos, heridos y prisioneros, junto con la pérdida de 133 cañones”.

Con ello, Napoleón reforzó su poder en la Europa central, abarcó más territorios para su Imperio, y obligó a Rusia y Austria a pedir la paz al francés. “El triunfo de 1805 concedió a Napoleón la hegemonía indiscutible en Europa occidental y central, donde, por medio de la persuasión y de presiones, se aseguró la cooperación activa de los principales Estados del sur de Alemania (Baviera, Baden y Wurtemberg). Las demás potencias europeas estaban asombradas por la escala y la celeridad de sus victorias. La campaña demostró la incapacidad de las potencias para formar y liderar una alianza con fuerza suficiente para derrotar a la resurgente Francia”.

Los rusos culpaban del desastre a los austriacos. Mikaberidze cita una carta de un general ruso a su esposa: “En cuanto a los [austriacos], no puedes imaginar la desgracia que es estar con estos canallas […] Esta maldita campaña debería servirnos de enseñanza para no fiarnos de estos alemanes que, para nosotros, son mayores enemigos que los franceses”. Por su parte, Napoleón ya mostraba cuál sería un objetivo futuro, acaso llevado por el viejo afán europeo de la expansión hacia el este. Cuenta Mikaberidze que cuando terminó la batalla, el corso exclamó: “¡Muchas bellas damas llorarán mañana en San Petersburgo!”.

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