Djokovic se convierte en el más ganador de la historia y regresa al número uno del mundo en la arcilla de Nadal

Djokovic besa la copa de campeón en Roland Garros. Foto: Christophe Ena/AP Photo.

El serbio venció en tres disputados sets al noruego Casper Ruud y conquistó su 23º Grand Slam en Roland Garros, superando a Rafa, máximo triunfador en Francia. De paso, desplazó al español Carlos Alcaraz de la cima del tenis planetario.



No cabe duda de que Novak Djokovic es un animal tenístico. Por momentos parece dormido, casi inofensivo. Sin embargo, siempre está ahí, al acecho. Y eso fue lo que pasó ante Casper Ruud (4º), su adversario en la final de Roland Garros, quien llegaba al partido decisivo después de arrasar con varios de sus rivales: Nole simplemente atacó en el momento preciso para llegar a la gloria, recuperando el número uno del mundo y transformándose en el jugador con más títulos de Grand Slam en la historia (23). Luego de tres horas y 13 minutos, el 7-6 (1), 6-3 y 7-5 lo consagró por tercera vez en el major parisino.

Un escenario significativo para el tenista de 36 años, quien en otras oportunidades vio alzar la corona ante él a Rafael Nadal, con quien compartía el récord de títulos de Grand Slam. También porque ahí mismo, dos días antes, había sentenciado la batalla por el número uno ante Carlos Alcaraz, el heredero natural de mallorquín.

Las cosas comenzaron complicadas para el serbio. El noruego salió a hacer su juego, variando las alturas y las velocidades, incomodando bastante. De hecho, después de un eterno segundo juego, logró romperle el servicio y la sorpresa se instaló en la Philippe Chatrier. Pero cuando el escandinavo parecía más seguro, falló. Su porcentaje de primeros servicios fue bajo, cometió errores no forzados y el balcánico empezó a soltar sus tiros. Así, la leyenda recuperó la ruptura en el séptimo game y de ahí en adelante el partido cambió su curso.

Con las cosas igualadas, el primer set se definió en un tie break que Djokovic jugó como los dioses. No falló. Rápidamente marcó diferencias con puntos espectaculares y también ayudado por la frustración de Ruud, finalista también en la edición pasada, quien veía cómo trabajaba los puntos pero perdía todos los rallies. Una derecha abierta bastó para cerrar el desempate con un categórico 7-1, después 90 minutos de reñida acción.

El desequilibrio

Después de tamaño desgaste físico y mental, el tenis de resistencia del noruego mermó. Intentó luchar, pero ya a esas alturas el pupilo de Goran Ivanisevic tenía cazada a su presa. En parte, por tener mayor recursos de juego que un rival muy aguerrido, pero que todavía le falta ese pequeño escalón para consagrarse entre los más grandes de este deporte.

Un quiebre en el segundo juego empezó a sentenciar el partido. Las sensaciones ya eran inversamente proporcionales. Nole desbordaba poderío, mientras Ruud no tenía ese golpe diferenciador ni sus cifras de primer servicio lo acompañaban. Pero además ni siquiera se generó una posibilidad de quiebre en toda la manga. Así, el nacido en Belgrado cerró sin inconvenientes la manga para acercarse aun más al ansiado título.

El espíritu luchador del noruego que lo llevó a ser finalista en tres de los últimos cinco grand slams se mantuvo, incluso haciendo recordar al Nicolás Massú de sus mejores tiempos. Pero Djokovic olía la victoria, con mucha jerarquía y más argumentos tenísticos. Por eso salió a poner toda su presión encima. Mandando con su derecha y devolviendo con fineza, el multicampeón no iba a dejar pasar la oportunidad.

Los últimos momentos del partido estuvieron llenos de emoción. Todo el público, incluidas las figuras mundiales del deporte en las tribunas, como Zlatan Ibrahimovic, Kylian Mbappé, Pierre Gasly Tom Brady, vibraron con las muestras de lucha de ambos tenistas. Finalmente, Nole venció la resistencia de su rival en el décimo primer juego. Ahí quebró el servicio del escandinavo y, con el suyo, terminó su faena como un maestro, completando otro capítulo más de una leyenda que marca época en el tenis mundial.

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