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A Cristina Castro (38) la pandemia le cambió toda la rutina de su familia. Vive en Estación Central junto a su hija de 12 años y otro hijo de 21. Antes del virus la alarma sonaba a las siete de la mañana, despertaba a su hija, la iba a dejar al colegio, luego volvía a su casa, tomaba desayuno y paseaba a su perro para luego irse a su trabajo.

Hoy nada de eso sigue su curso habitual.

Su hija ya no va al colegio. La menor de la familia ahora duerme hasta las 12.00 o 13.00 de la tarde y cuando se despierta, en la casa ya no queda nadie. Su mamá ahora trabaja medio día y su hermano sigue laburando ya que trabaja en el centro de distribución de Walmart. Eso no ha cambiado ya que al ser un trabajo esencial, cuenta con un Permiso Único Colectivo.


“Antes yo almorzaba en la casa sola. Ahora solo trabajo medio día presencialmente entonces tengo ese momento con mi hija. Luego sigo en la tarde con teletrabajo”, relata Castro. A la menor, su colegio le va enviando algunas guías que luego de hacerlas, le saca fotos y manda de vuelta. Las labores del colegio las logra cumplir sola ya que, según cuenta Castro, es “muy independiente”.


En los colegios particulares pagados, la comunicación entre profesores y alumnos se da casi exclusivamente por internet, mientras que en los municipales, el contacto es principalmente telefónico, lo que revela la brecha digital de los más vulnerables.

Según la encuesta “Docencia durante la crisis sanitaria”, aplicada por académicos de la U. de La Frontera, U. Católica, U. Diego Portales y U. Católica de Valparaíso, junto a Summa (Laboratorio de Investigación e Innovación en Educación para América Latina y el Caribe, del BID), mientras que la enseñanza en línea supera el 40% en los colegios particulares, cae al 15% entre las escuelas municipales.


Es que adaptarse a no ir al colegio, durante más de cuatro meses, no ha sido fácil, como lo demuestra una consulta realizada por Educación 2020 a 3.400 personas, entre estudiantes, apoderados, docentes y equipos directivos de todo el país:


Según información entregada por el Mineduc a la Universidad de Harvard y la Ocde, para una encuesta realizada en 59 países, el 30% de la población escolar estaría recibiendo buena parte de los aprendizajes, mientras que el 60% estaría recibiendo solo una parte. Solo un 5% estaría accediendo a todo el currículum, gracias a las diversas medidas de apoyo de los colegios y del Mineduc y otro 5% de los escolares no accede a nada o casi nada de la enseñanza que debía recibir.


Muy cerca de donde vive Castro, la familia de Roxana Aravena (56) también ha tenido que adecuarse a los estragos que la pandemia provocó en su hogar. Ella trabajaba vendiendo elementos de cocina en la feria y su marido instalando cerámicas. Y ambos, desde abril, están sin trabajo. Aravena a su vez se contagió con COVID-19. Casi 20 días estuvo hospitalizada. Primero en la ex Posta Central y luego en Espacio Riesco.


Pese a no tener ingresos, su marido ha buscado trabajos esporádicos arreglando baños. No poder trabajar, implicó que no haya dinero para pagar las cuentas ni tampoco el arriendo de su casa, la cual comparte con su hija y dos nietas. Pero, dice, el propietario ha sido flexible con el cobro.

“Es estresante. Hay que pensar en el futuro. Somos creyentes de Dios y tenemos fe de que no nos va a dejar, pero igual cuesta. Hay veces que una amanece enojada y no sabe qué decir, pero al final es por esto. Son muchas las emociones que se generan en estos cuatro meses”

Roxana Aravena

La disminución de los ingresos, relata, ha provocado cambios en el consumo de la casa y eso lo ve muy evidente en un producto en particular: “Los cereales de mis nietas ya no los pudimos seguir comprando”. También lo observa en la ropa de ellas. “La más chica creció y su ropa le quedó corta. Los pantalones le quedan arriba del tobillo, lo mismo sus chalecos. Venía el tiempo de cambiar a ropa de invierno, pero no hay, no se puede no más”, dice. A pesar de los problemas, han recibido apoyo de su comunidad de vecinos sobre todo con productos para alimentación.

La educación de sus nietas, de 7 y 13 años, también ha sido un desafío, sobre todo por las dificultades asociadas a las tareas que envían los profesores. En su caso, también la modalidad ha sido a través de ejercicios escritos. “Cuesta hacer las tareas que les mandan del colegio. Hay veces que las guías no se pueden contestar porque hay cosas de la materia que uno no sabe y quedan en blanco. Y también echan de menos a sus compañeros”, dice Aravena al repasar lo que han sido estos cuatro meses en que las clases escolares presenciales han estado suspendidas.

Seguir moviéndose

Los hábitos asociados al trabajo y al colegio son, por lejos, los que más se han visto afectados. Sin embargo el encierro, el distanciamiento físico y las cuarentenas han obligado a modificar otros aspectos de su vida cotidiana, como lo es para muchas personas la actividad física.

Sin ver a los familiares, ni a los amigos, sin poder ir a fiestas, a la plaza, hacer deporte, andar en bicicleta, subir un cerro: las nuevas reglas de la pandemia dejaron atrás aquello a lo cual las personas ya se habían acostumbrado a hacer en sus vidas.

Así como a Cristina Castro y Roxana Aravena la dinámica familiar le cambió por completo, a Cristóbal Jiménez (26) le modificó sus rutinas deportivas. Y no es el único. Una encuesta de Sparta, realizada por Cadem, muestra que el 57% de los encuestados dice haber practicado deporte con regularidad antes de la pandemia, pero durante la cuarentena solo un 37% continuó haciéndolo.

Aun así, un 11% de los encuestados dice haber comenzado a practicar deporte con regularidad y el 75% asegura que, una vez superada la emergencia sanitaria, comenzará o retomará el deporte/actividad física, o comenzará a practicar alguno.


Jiménez es entrenador de fútbol, trabaja en un estadio en la comuna de Las Condes y su vida siempre ha estado ligada al fútbol y al deporte. Antes de la pandemia se ejercitaba al menos una vez a la semana. Todos los lunes jugaba fútbol junto a sus amigos. En el resto de la semana igual hacía deporte al sumarse a los entrenamientos que él mismo impartía a sus alumnos. Pero el virus acabó con todo eso. “Ese lunes destinado a hacer deporte murió”, relata Jiménez.

Sin embargo Jiménez y sus amigos se adaptaron. “Lo que hemos hecho para poder contrarrestar esa pérdida fue hacer un campeonato de Fifa en Play Station 4. De esa forma simulamos un poco lo que es un partido de fútbol. Es un campeonato, todos juegan contra todos y se juega de forma virtual. Así hemos tratado de hacerlo lo más similar posible a lo que es la vida real, pero ya estamos ansiosos de poder volver”, cuenta el entrenador. Para darle más emoción, los partidos los transmiten por una plataforma llamada Twitch. A través de ella todos pueden seguir el partido desde sus dispositivos.


La imposibilidad de ejercitarse lo llevó, junto a un amigo, a buscar nuevas disciplinas. Ahora entrena “Animal Flow” dos veces a la semana, un sistema de entrenamiento que implica movimientos corporales imitando gestos de animales. “Es como un yoga, pero con más movimiento. Si no fuera por la pandemia creo que no lo hubiese podido practicar”, dice. Y ahora, con el mismo amigo, están comenzando a hacer dos veces a la semana trabajo con barra.



Pero una de las cosas más desafiantes ha sido adaptar sus clases de fútbol de manera virtual. “Ha sido súper difícil y raro transformar una clase de fútbol a una clase virtual, porque el fútbol es un deporte colectivo”, agrega. Buscó un método especial para espacios reducidos y la dinámica incluye ejercicios repetitivos, secuencias técnicas con el balón que no requieren mucho espacio.

Cada uno de esos ejercicios se va adaptando al espacio que tenga el alumno, tanto para hacerlo en la pieza, en el living o donde se pueda. Con los adultos, además prepara sesiones que combinan fútbol y preparación física. Todo esto a través de clases virtuales.


“En general lo que quieren es patear el balón, conducir, tener espacio, entonces hay días en que tenemos pocos alumnos. También pasa que la gente está un poco saturada de los Zoom, aburre un poco, es cansador y en la última tanda de la pandemia hemos tenido que reforzar la motivación a los alumnos”, concluye quien además ha empezado a ofrecer clases de acondicionamiento funcional virtuales.

Otra forma de comprar

El encierro, el riesgo de contagiarse en el supermercado y la limitación de los permisos especiales han sido factores determinantes para trasladar las compras al mundo virtual. Camila Ramírez (29) asegura que fue inevitable que la pandemia modificara sus hábitos de consumo. Antes, dice, estaba acostumbrada a comprar siempre en las mismas tiendas online, pero ahora se da el tiempo de revisar nuevas páginas y comparar los precios. “Incluso he comprado cosas más chicas que antes estaba acostumbrada a comprar en negocios de barrio o tiendas de conveniencia”, dice Ramírez.


Ramírez dice que ha comprado de todo. Desde productos de limpieza y comida una vez a la semana a través de Cornershop, hasta decoración para la casa, ropa, zapatos, joyas, alcohol y remedios. Pero estos cuatro meses no han sido siempre iguales: “En marzo me preocupaba de comprar cosas de supermercado, lo demás pensaba retomarlo una vez que se acabara el confinamiento. Pero a los dos meses tomé conciencia de que la cuarentena iba durar mucho más tiempo así que empecé a ver qué tiendas físicas lanzaban sus tiendas online. Retomé e incluso aumenté el consumo”.


Según el sitio de compras y ventas en línea, Mercado Libre, los intereses han ido cambiando en función a la “etapas” de la pandemia: Una primera etapa fue de “prevención”, con un aumento en las categorías de Industrias y Oficinas, y Salud y Equipamiento médico, con productos como alcohol en gel, mascarillas, termómetros y antibacteriales. La segunda etapa fue la de abastecimiento, marcada por consumo de categorías como consumo masivo y alimentos, con productos de limpieza, higiene, alimentos y bebidas. Y la tercera etapa ha sido la de permanencia, marcada por el crecimiento de categorías asociadas al estar en casa.


Sobre las aplicaciones, Ramírez ha aprovechado la cuarentena para cocinar más y se puso, como regla general, tratar de no pedir comida a domicilio más de una vez a la semana, lo cual suele ocurrir los lunes o los fines de semana. “Rappi, por ejemplo, lo ocupo mucho más en su modalidad ‘Rappi Favor’. Si necesito hacerle llegar algo a un familiar o amigo, o ellos a mí, ocupo Rappi u otras aplicaciones como Uber Flash o Didi Favor. Nunca he tenido problema y me facilitan el transporte de cosas en tiempos de cuarentena y toques de queda”, dice.


Durante los fines de semana hay una mayor tendencia a realizar pedidos durante los almuerzos y las cenas. En cambio, de lunes a viernes, los chilenos hacen encargos mayormente en horarios vinculados al almuerzo, dicen desde Rappi.

Sobre las compras, cada producto puede ser un mundo en sí mismo, pero si hay uno de ellos que ha tenido un importante cambio en su demanda es la harina. Susana Campillay (64) es un ejemplo de eso: “Mi consumo ha aumentado de dos a 20 kilos mensuales ya que la situación actual no permite salir a comprar dado que he respetado la normativa de salubridad dispuesta por las autoridades”.

Así, se vio obligada a empezar a cocinarlo todo, principalmente el pan. Lleva en esa dinámica durante tres meses y pese a que los primeros salían muy malos, ahora asegura que ya es una experta. Además de que según ella sale más económico, afirma que también ha tenido otros efectos. “La cocina con harina ha permitido hacer partícipe a mi familia a la hora del té. Algo totalmente positivo que saco de todo esto”, dice Campillay.


Esto mismo lo han visto desde el otro lado. Cristián Duco es gerente del Molino Santa Elena que está ubicado en San Felipe. Duco cuenta que la demanda en harina aumentó considerablemente en los meses de marzo, abril y mayo. De hecho, han tenido que rechazar pedidos.. Ahora, dice, el asunto ya se ha estabilizado un poco.

“Podría haber sido más, pero no teníamos el tamaño, el stock ni la capacidad para producir más”.

Cristián Duco

Y el virus pareciera que ha generado panaderos profesionales. Pamela Orostegui trabajaba en Recursos Humanos, pero se reinventó con la empresa Despensa Harina, la cual se dedica a vender ese producto y llevarlo a domicilio. “En términos generales al inicio de la pandemia efectivamente hubo una explosión en el consumo de harina gatillado posiblemente por el desabastecimiento de los supermercados “, afirma Orostegui.

Pero luego vino otro fenómeno. Al comienzo lo que más se pedía era la harina flor, el producto más típico de los supermercados, pero a medida que pasó el tiempo dice que se dieron cuenta que la gente fue perfeccionando su técnica: “Aprendieron que no todas la harinas son iguales, hay más de diez variedades dependiendo de su elasticidad, nivel de proteína y para lo que quieras cocinar, por lo cual nos empezaron a pedir harinas especiales y el aumento de la venta durante la pandemia subió un 150%. Sin embargo, las harinas especiales, sobre todo para masa madre e integrales, han subido un 200%”.


Otro cambio a la rutina de los chilenos se ha observado en las comunicaciones. Al parecer el virus forzó a dejar de lado los chats por mensajes y empezó a revivir las conversaciones por teléfono. Así lo muestran los datos de la empresa Entel. Sus registros dan cuenta de que en estos cuatro meses el uso de voz ha crecido alrededor de un 30%, siendo el 18 de marzo, el día que se decretó estado de emergencia a nivel nacional, el peak histórico:

Fue a las 12:00 horas marcando un 40% superior a los valores antes del COVID-19. Eso, en términos de llamados teléfonicos a nivel nacional, equivale a 135.268 minutos.

15,17% ha crecido el consumo de internet desde que comenzó la pandemia.

El 22 de marzo, día de inicio de toque de queda, fue el día con mayor tráfico de datos a nivel nacional, con 2.417.511 gigabytes, un 9,14% superior al 1 de marzo.

Pero el uso de internet no ha sido todos los días igual. El director de Claro Chile, Alfonso Emperanza, explica que “la mayor cantidad de conexiones y tráfico de internet se producen, en general, los viernes y sábados, además de algunos feriados”. El aumento en los fines de semana siempre ha sido bien notorio, pero en estos meses de encierro eso, plantea Emperanza, ha cambiado: “Ahora vemos que la curva se aplana por los mayores consumos en los días entre semana, de lunes a jueves”.

Así, el virus hizo que los chilenos estén más conectados y hasta más tarde. Los datos de Claro revelan que hay un aumento considerable de conexiones entre las 16:00 horas y 23:00 horas.