Por William Porath, académico Facultad de Comunicaciones UC. Doctor en Ciencia Política, Johannes Gutenberg Universit de Alemania.

El Consejo Constitucional acaba de instalarse y comienza ahora su labor, escribir una propuesta de Constitución que esta vez sí goce de la aprobación de la mayoría del país. Si esa tarea es complicada subyace aquí una aún más difícil. Se trata de recuperar la confianza de la ciudadanía en la política. Una ciudadanía que ha demostrado una y otra vez que ya no confía ni en las instituciones, ni en sus personeros, ni siquiera en sus conciudadanos.

Un camino para ello parecer ser el marcado por la Comisión de Expertos que escribió el anteproyecto; el consenso transversal, el que gracias a ese trabajo goza hoy de “buena prensa”. Destacar los grandes consensos es una forma de desmentir la vieja imagen de que la política son “puras peleas” sin sentido. Estas discusiones lejanas al ciudadano común, tienen una larga tradición de generar malestar en el público (conocido como el efecto video malaise).

Pero eso tiene un límite, pues el público también tiene derecho a saber “de qué trata el asunto” y eso significa llamar la atención sobre determinados puntos en los que no haya consenso. Eso también es transparencia y honestidad. Se trata entonces del difícil equilibrio entre el conflicto y el consenso, y cuyo puente es la negociación. Nada más parecido a la política. Guardar los buenos modales es, entonces, otra manera de reconquistar al público.

Pero también hay una responsabilidad de los medios. Son ellos lo que día a día toman decisiones sobre qué aspectos de la realidad seleccionar para ser informada, a cuáles dimensiones de dichos aspectos dar más importancia y con qué enfoque cubrirlos. Aquí el conflicto aparece como una gran tentación, pues es una manera fácil de atraer la atención del público, por un lado, y también refuerza el principio periodístico de dar espacio “a los dos lados”.