Seis años. Ese fue el tiempo que tomó reconstruir el Palacio de La Moneda luego de los graves daños que dejó el bombardeo realizado por la Fuerza Aérea pasado el mediodía del 11 de septiembre de 1973. El costo total de las obras hasta hoy no se ha podido calcular con exactitud.

Fueron 15 minutos en que los aviones Hawker Hunter lanzaron 17 cohetes “rockets” sobre la sede de gobierno que aún era ocupada por el Presidente Salvador Allende y algunos de sus colaboradores. El daño fue extenso y se concentró en la fachada norte de La Moneda. Los cohetes atravesaron muros de 1,2 metros de espesor y, tras su explosión, comenzó un incendio que fue devastador.

Fue recién a fines de 1974 cuando la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas invitó a un selecto grupo de arquitectos para definir cuál sería el destino del palacio ideado por Joaquín Toesca y que fue entregado en el año 1805, cuando Chile todavía era parte de los territorios del imperio español comandado por el Rey Carlos IV.

Finalmente fue la propuesta de los arquitectos Rodrigo Márquez de la Plata, Jorge Swinburn y Hernán Rodríguez la que convenció a las autoridades. En síntesis, buscaba devolver al recinto su diseño original, el que se había diluido por las modificaciones que diversos presidentes habían introducido a lo largo de 168 años.

En un momento se pensó que La Moneda no se iba a restaurar, que se iba a demoler y se iba a hacer un edificio moderno. Fue una de las posibilidades que se barajó, porque la Junta de Gobierno estaba trabajando en el edificio Diego Portales, que era funcional, con techos de 2,20 metros, era eficiente. En cambio, esto eran piezas de seis metros por seis metros y de seis metros de alto, con espacios perdidos. Había un sector que no estaba muy de acuerdo con invertir y gastar en la restauración”, relata Hernán Rodríguez, hoy de 80 años, último arquitecto sobreviviente del equipo original y a quien le tocó participar del proyecto con 31 años, en 1974.

Sin los planos originales de Toesca, que se habían perdido en España tras la invasión de Napoleón Bonaparte en 1808, el equipo a cargo de la restauración tuvo que solicitar al gobierno de Francisco Franco una copia elaborada por Agustín Caballero, discípulo de Toesca, la que se encontraba en el Archivo de las Indias. Además, con huincha en mano, el propio Hernán Rodríguez se dedicó a recorrer, medir y dibujar cada rincón del Palacio.

“Como no encontramos planos que nos dieran certeza, preferimos aprovechar que el edificio estaba desnudo, por así decirlo, ya que habían caído los estucos. Eso nos permitía hacer un plano muy fidedigno del edificio”, asegura Rodríguez.

El arquitecto Gunther Suhrcke, quien estuvo a cargo del plan maestro de mantención de La Moneda en democracia, asegura que la Junta Militar, liderada por el exgeneral Augusto Pinochet, impuso tres requerimientos que eran intransables: eliminar la puerta de Morandé 80, por donde salió el cuerpo de Salvador Allende; eliminar el Salón Independencia, donde Allende se quitó la vida, y trasladar la pileta desde el Patio de los Cañones al Patio de los Naranjos.

Pero la reconstrucción también enfrentó problemas. Entre fines de 1975 y mediados de 1977 las labores estuvieron detenidas por restricciones económicas. Tras esa pausa, comenzaría una carrera frenética para tener listo el recinto en una fecha que resultaría simbólica: tras el cuestionado plebiscito de 1980, el 11 de marzo de 1981 Augusto Pinochet asumiría como Presidente de la República en un remozado Palacio de La Moneda.

1. Los efectos del bombardeo al Palacio

El fuego de los incendios provocados por las bombas fue la principal causa de los daños que sufrió La Moneda.

Además del fuego por aire, el Palacio también fue atacado por tanques del Ejército durante el Golpe de Estado. Pero lo que generó más daño al edificio fue el incendio que consumió más de un tercio de su superficie y que se concentró en la zona norte, frente a la actual Plaza de la Constitución.

“El gran daño fue que su estructura era de ladrillo con grandes vigas de madera que estaban colocadas entre el primer y el segundo piso y arriba para sostener la techumbre. Cuando se produce el incendio esas piezas desaparecen y quedaron los hoyos. Era perfectamente posible que se hubieran caído los muros”, recuerda hoy el arquitecto Hernán Rodríguez.

En la reconstrucción, los arquitectos descubrieron que en la construcción original del Palacio se usaron más de 20 tipos diferentes de ladrillos horneados en Santiago, con tipologías diferentes para dinteles, esquinas, molduras y muros. “Se aprovechó de hacer un reestructuramiento completo, de reforzar toda la estructura, porque estaba la idea de hacer el búnker debajo. Por ello introdujeron estructuras de hormigón al edificio”, relata Gunther Suhrcke.


2. Los daños y la reconstrucción de la fachada

La fachada casi no sufrió cambios, excepto por la pérdida de un escudo de metal y unos faroles instalados en los pilares principales.

La fachada norte fue la más dañada de los cuatro costados de La Moneda durante el asedio de las Fuerzas Armadas. “La parte de atrás, la entrada sur, no tenía el mismo peso histórico ni el mismo peso simbólico. La Moneda se entiende con su entrada desde el frente, esa ha sido siempre su entrada principal”, señala el arquitecto Suhrcke.

Tal como ocurrió con el resto del edificio, la reconstrucción buscó mantener el aspecto original del edificio. Por ello, se perdió un escudo con iluminación a gas que colgaba sobre el arco de la entrada principal y que había sido instalado para el centerario de Chile, y también se quitaron las farolas sobre los pilares. “Todo en la fachada se mantiene, pero también se busca borrar las huellas del impacto de la artillería”, complementa Suhcke.

Otros elementos que se tuvieron que reponer fueron las rejas y las ventanas. Las rejas originales del edificio, que fueron fabricadas en España, fueron reemplazadas por copias hechas en Chile. Mientras que las ventanas, algunas de ellas inexistentes en el proyecto original, fueron reemplazadas por ventanas dobles de vidrio y madera nativa chilena.


3. Los cambios en el Patio de los Cañones

El patio de Los Cañones sufrió varias transformaciones, entre ellas, el traslado de la pileta al patio de Los Naranjos y la recuperación de un arco en el entrepatio.

Concebido como un espacio “duro” y limpio en los diseños de Joaquín Toesca, la pileta fue llevada al Patio de los Cañones de La Moneda en la gran remodelación del Palacio que realizó el arquitecto Josué Smith del Solar en el año 1929, bajo la presidencia de Carlos Ibáñez del Campo. Pero el salto de agua con forma de cañón, que antes de llegar allí había sido instalada en la Plaza de Armas, en el cerro Santa Lucía y en la esquina de Alamenda con Cumming, frente a la Iglesia de la Gratitud Nacional, tendría un nuevo destino con la reconstrucción del Palacio.

“Quisimos devolverle al Patio de los Cañones esa condición de patio duro, de patio de acceso”, afirma el arquitecto Hernán Rodríguez. Por ello, trasladaron la pileta al mucho más amplio Patio de los Naranjos, ubicado en el ala sur de La Moneda, donde se mantiene hasta el día de hoy.

Otra de las zonas que sufrieron cambios fue la zona intermedia, que conecta los dos grandes patios del edificio y donde originalmente existía un gran arco. “Este arco de doble altura permitía la visión desde la calle al pabellón de acuñación, que era el edificio principal de la Casa de Moneda, donde hoy está el Patio de los Naranjos”, señala Rodríguez.

Pero bajo la necesidad de generar más espacios para oficinas, en el año 1945 se eliminó el gran arco y se generó una continuidad en las dependencias del segundo piso. Ahora, con la reconstrucción tras el bombardeo de 1973, el arco se volvió a construir.


4. Las pérdidas irrecuperables del Palacio

Con el fuego se perdieron invaluables piezas patrimoniales, tales como un retrato de Diego Portales y el original de la invitación a la Declaración de la Independencia de 1818.

En 1974, cuando por primera vez los arquitectos entraron a La Moneda para ver el estado de la construcción que deberían reparar, se encontraron con una escena idéntica a la que se conoció días después del Golpe de Estado. “Cuando entramos la primera vez estaba todo tal cual después del incendio. Recuerdo que había puertas que estaban lacradas que se cerraron después del incendio y no se abrieron más. Estaban todos los escombros”, recuerda Hernán Rodríguez.

Pero además de ver los daños en la estructura, los profesionales también se fueron enterando del patrimonio irrecuperable que el fuego dejó convertido en cenizas. “Se perdieron muebles dorados de fines del siglo XIX que fueron comprados por José Manuel Balmaceda y un retrato de Diego Portales hecho por Camilo Domeniconi que estaba convertido en polvo”, dice Rodríguez.

Pero lo que más lo impresionó fue la pérdida de un documento único de la historia de Chile. “Ahí nos dimos cuenta de que se había quemado el original de la invitación a la ceremonia de la declaración de la independencia de Chile del 12 de febrero de 1818″, afirma Rodríguez.


5. La zona más dañada: el Patio de las Camelias

El patio de las Camelias fue el que sufrió el mayor daño. Todas las vigas de roble que daban rigidez a la estructura desaparecieron y los muros estuvieron a poco de caer.

El Patio de las Camelias, ubicado en la zona norponiente del Palacio, fue el área más destruida por las bombas y el fuego. Una vez apagado el incendio, era posible ver todos los orificios donde estaban instaladas una serie de vigas de roble valdiviano, las que daban soporte al edificio y que terminaron en cenizas.

El incendio logró colapsar la losa del segundo piso y la techumbre. Sólo quedaron los muros de ladrillo que habían sido pegados con cal de Polpaico y arena del río Maipo. Con la remodelación, se instalaron pilares y losas de hormigón que dieron rigidez al edificio”, expresa el arquitecto Gunther Suhrcke.

Pero el asedio del 11 de septiembre de 1973 no era el primer daño que sufría esta zona del Palacio. En julio de 1927, bajo el mandato de Emiliano Figueroa y a sólo 11 días de que Carlos Ibáñez del Campo asumiera la Presidencia de la República, el edificio sufrió un gran incendio que dañó completamente toda el ala nororiente de La Moneda.


6. Las salidas a los patios y la puerta de Morandé 80

La zona oriente del Palacio sufrió menores daños y puertas, como la de Morandé 80, no fue alcanzada por el fuego. Pero en la reconstrucción fue eliminada y en su lugar se dejó una ventana.

Pese a que algunas veces ha sido confundida con la puerta de Morandé 80, esta fotografía muestra al expresidente Salvador Allende saliendo hacia el Patio de los Naranjos a mirar el cielo por donde pasaban rasantes los Hawker Hunter de la Fuerza Aérea. Según los arquitectos que han trabajado en la reconstrucción y mantención del edificio, esta zona se salvó de las llamas gracias a un gran comedor y una escalera que actuaron como cortafuegos.

Pero la puerta de Morandé 80 no sufrió la misma suerte. “Esa puerta no era parte del diseño original del edificio, que fue concebido como la Casa de Moneda, donde se acuñaban las monedas. La puerta se abrió recién en el gobierno de Pedro Montt, entre 1906 y 1910, porque tenía esta idea de que fuera la parte más íntima y más residencial. Además que conectaba con las cocheras”, relata Gunther Suhrcke.

Como una de las exigencias que habría hecho la Junta Militar de Gobierno, la puerta de Morandé 80 desapareció con la reconstrucción del Palacio. En su lugar sólo se dejó una ventana. Pero el 11 de septiembre de 2003, a 30 años del Golpe de Estado, el Presidente Ricardo Lagos volvió a abrir la puerta por la que salió el cuerpo de Salvador Allende.


7. El “afrancesamiento” que desapareció del Palacio

En el patio de Los Canelos se destruyó una estructura de metal con vidrios que había sido instalada en el gobierno de José Manuel Balmaceda.

Desde que la Casa de Moneda pasó a convertirse en casa del gobierno y residencia del Presidente de la República en 1848, bajo el mandato de Manuel Bulnes, La Moneda había sufrido una serie de cambios y remodelaciones. Algunas de ellas buscaban actualizar el edificio de acuerdo a las tendencias predominantes de la época.

Un ejemplo de ello es la gran estructura metálica y cubierta de vidrios que instaló el Presidente José Manuel Balmaceda en el patio del ala nororiente del Palacio, hoy conocido como Patio de los Canelos. “No era un elemento original. Era un afrancesamiento de los edificios públicos, la corriente de la época que ocurrió con varias otras instalaciones”, asegura Gunther Suhrcke.

En el segundo piso, la construcción con vigas de metal también permitía tener largos corredores, uno de ellos, la llamada “Galería de los Presidentes”, lugar donde históricamente se han ubicados los bustos de antiguos mandatarios. “Recuerdo haber estado parado en ese patio, ver un montón de escombros y había una especie de bolas blancas. Mirándolas con detalle era mármol y se le veía un ojo, una oreja. Eran los bustos de los presidentes”, recuerda hoy Hernán Rodríguez sobre el primer día en que entró al Palacio tras el bombardeo e incendio.


8. Los misterios de la fachada sur de La Moneda

La fachada sur de La Moneda fue la que resultó con menos daños porque recibió menos disparos y porque su diseño, que data de 1929, ya contemplaba una estructura de hormigón que la hacía más resistente.

Pese a que también estaba rodeada de militares, la fachada sur de La Moneda, que da a la avenida Alameda, fue la que menos sufrió menos embates el día en que fue derrocado Salvador Allende. Pero esa cara del Palacio, que hoy mira hacia la Plaza de la Ciudadanía, no era parte del diseño original del edificio.

Fue recién en 1929, bajo el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, que el Palacio contó con una nueva puerta hacia el sur. Hasta antes de eso y con su uso principal como Casa de Moneda, en el sector “trasero” estaban las calderas con las que se calentaba el metal para fabricar monedas.

La remodelación quedó a cargo de Josué Smith Solar y José Tomás Smith Miller, quienes crearon una nueva fachada respetando los patrones del diseño de Joaquín Toesca, pero esta vez de tres niveles y no de dos como la entrada original. El destino de los nuevos espacios era albergar a los ministerios de Relaciones Exteriores y Educación.