En corto, sería fácil describirlo como “el tipo de las drogas psicodélicas”. La frase le da risa y hasta cierto punto la asume con algo de resignación, pero claramente eso nunca estuvo entre sus objetivos. Michael Pollan (67) tampoco es Timothy Leary, el psicólogo despedido de Harvard que llegó a encabezar la causa del consumo masivo de drogas psicodélicas como una forma de cambiar la mentalidad de la sociedad, transformado en ícono de la contracultura y designado por el gobierno estadounidense como “el hombre más peligroso de América”. No, no. Salvo una breve experiencia con hongos junto a su novia en su juventud, Pollan no probó las drogas psicodélicas sino hasta casi cumplir los 60 años, justamente mientras investigaba para su libro Cómo cambiar tu mente: Lo que la nueva ciencia de la psicodelia nos enseña sobre la conciencia, la muerte, la adicción, la depresión y la trascendencia (2018), que hace unos mes llegó a Netflix transformado en miniserie documental.

Alto, calvo, muy delgado y con una voz que revela experiencia y entusiasmo, Pollan comenta desde su oficina en la Universidad de Berkeley, en California, que todo partió con la jardinería y, en cierto modo, sigue ahí. “Es algo que me ha apasionado desde que era chico, pero cuando tenía como 30 años compramos un terreno en las afueras de Nueva York, como a dos horas, y empecé a jardinear seriamente, pensando sobre eso, leyendo libros. Siempre me ha interesado la naturaleza, intelectualmente, y las actitudes que tenemos hacia el mundo natural y lo extraño que es. Los humanos tenemos una relación con la naturaleza, pero esa misma frase es problemática porque estamos en la naturaleza”, comenta a La Tercera. “Empecé a prestarle mucha atención a las plantas, y su rol en nuestras vidas y cómo nos relacionamos con ellas: cómo nos cambian y cómo las cambiamos nosotros. Y todo lo que he escrito hasta ahora realmente viene de eso”.

Fue lo que lo llevó a escribir en 2001 The Botany of Desire: A Plant’s Eye-View of the World (2001). Luego, pasar a la comida era inevitable. “Es obvio: las plantas están en el comienzo de nuestra cadena alimenticia y dependemos de ellas para comer, y la agricultura es lo que más hacemos para cambiar la naturaleza. Cambiamos el paisaje, alteramos la composición de las especies en el planeta a través de la agricultura”, explica. Su siguiente libro The Omnivore’s Dilemma: A Natural History of Four Meals (2006) plantea que nuestras elecciones a la hora de elegir qué comemos tiene implicancias no sólo para nuestra salud sino también para la salud de todo el planeta. Fue un texto que le valió reconocimiento masivo y que curiosamente lo fue instalando como una especie muy particular de escritor de ciencia y comida, por decirlo así (sus siguientes libros fueron In Defense of Food: An Eater’s Manifesto, en 2008, y Food Rules: An Eater’s Manual, en 2009). Pero sería su siguiente trabajo el que lo situaría en el lugar que ocupa hoy.

“Cómo cambiar tu mente” nació como una manera de dar cuenta del resurgimiento de la investigación científica en torno a los usos de las drogas psicodélicas y en cierta medida una reivindicación de las mismas. En su investigación se lanzó a conversar con científicos, médicos, pacientes y entusiastas para registrar cómo estas drogas están dando resultados en el tratamiento de personas que sufren males como adicciones, estrés post traumático, depresión, trastornos obsesivo compulsivos e incluso para que enfermos terminales enfrenten la muerte en paz. Pero en medio de su reporteo, Pollan se dio cuenta de que este trabajo exigiría involucrarse más. Así lo describe en la introducción de su libro:

“Todo lo que había aprendido de la investigación psicodélica en tercera persona hizo que deseara explorar ese nuevo paisaje de la mente también en primera, para sentir los cambios que estas moléculas causan en la conciencia y lo que, en todo caso, tenían que enseñarme sobre mi mente y cómo eso podía contribuir a mi vida”.

De modo que el “viaje del héroe” fue en gran medida un trip en el que Pollan se enfrentó con sus propias evocaciones y elaboraciones bajo los efectos de los psicodélicos. En el camino -algo que constató después de publicar su trabajo- fue constatando cómo las actitudes en torno al tema estaban cambiando. “Creo que algo que la gente está saliendo del clóset respecto de sus experiencias con psicodélicos. Se ha transformado en algo más aceptable para comentar, es parte de su historia, parte de su biografía: tuve esta experiencia muy importante con psicodélicos que me cambió de tal manera. Y esa no es una conversación con la que la gente se sintiera cómoda hasta hace unos años. Creo que el estigma frente a los psicodélicos se está levantando, al menos en los Estados Unidos. Y eso es muy motivante”.

El resultado es un libro fascinante -que sólo en parte se ve reflejado en su versión audiovisual para Netflix- que de paso lo convirtió en algo así como “el tipo de los psicodélicos”. “Recibo muchísimos correos de personas que están realmente sufriendo, o tienen un hijo o un padre en eso, con dificultades de salud mental, normalmente depresión o ansiedad, y piensan -después de leer mi libro- que con terapia psicodélica podrían beneficiarse. Mi frustración es que no puedo decirles dónde conseguirla porque aún es ilegal; a menos que estés en una prueba clínica tendrías que romper la ley, y no puedo hacer recomendaciones, no puedo decirles “llama a esta persona, que es muy buena”. Eso es muy frustrante. Hay una enorme demanda por terapia psicodélica, y no es para sorprenderse, porque hay una gran demanda por tratamientos de salud mental. Y los psicodélicos pueden ayudar de manera importante, pero no hasta que sea aprobado por la FDA”.

-Es interesante porque al mismo tiempo en Estados Unidos se sufre la crisis con la adicción a los opioides. Es un contraste dramático...

-Sí, es dramático. Pero creo que lo que está pasando es que la gente está aprendiendo que no todas las drogas caben dentro del mismo paraguas. Y que tenemos que ser muy específicos sobre a qué nos referimos cuando hablamos de “drogas”. Porque algunas son realmente peligrosas, otras son potencialmente terapéuticas. Los opioides son ambas cosas, y son un muy buen recordatorio del hecho de que todo depende del contexto. En el contexto correcto, los opioides hacen que la cirugía y el tratamiento dental sean tolerables. La humanidad estaría mucho peor sin ellos. Por otro lado, mataron a más de cien mil estadounidenses por sobredosis el año pasado. La crisis de opioides, como apunto en el libro, es un ejemplo del fracaso de la llamada “Guerra a las Drogas”. Habían como dos millones de drogadictos en Estados Unidos antes del inicio de la “Guerra a las drogas” en 1970. Y las muertes por sobredosis eran unas dos mil al año. Ahora hay más de 100 mil. No hemos avanzado nada. Ese problema empezó con drogas legales, recetadas por doctores que compraron la idea de que eran seguras. Fue el marketing en la economía legal lo que nos dio este problema. Y aún tenemos una Guerra a las Drogas. Pero los psicodélicos se están separando de esa guerra porque creo que están demostrando su valor como medicinas, y podemos esperar que dentro de dos a cinco años sean aprobados para su uso en tratamientos mentales.

-Describe muy bien cómo la investigación y experimentación con psicodélicos comenzaron a hacer sonar las alarmas en el contexto de los años 60 y la contracultura. ¿Ve ahora un peligro de que este revival termine mal?

-Sí creo que hay un riesgo. Lo que pasó en los 60 fue que después de un período de gran entusiasmo con los psicodélicos y su valor como medicinas y como una forma de cambiar la sociedad y las ideas y creencias de las personas, tuvimos una contraofensiva. Y en esa contraofensiva la cultura se volvió en contra de los psicodélicos. Y el gobierno lo hizo. Creo que puede pasar otra vez. No creo que la historia se repita, y creo que la situación es muy diferente que en los 60, fue realmente porque los psicodélicos se relacionaron con la contracultura y el movimiento antiguerra lo que hizo que el gobierno fuera tan hostil y eso llevó a Richard Nixon a lanzar la Guerra a las Drogas en 1970. Parte de ello se debió al miedo de la gente mayor sobre estas drogas que los chicos estaban usando. Pero ahora la gente mayor también las está usando. No hay ahora una brecha generacional en torno a los psicodélicos. Si algo ha hecho es unificar generaciones. Hay toda una conversación entre jóvenes y sus padres sobre los psicodélicos. Ahora vivimos este increíble entusiasmo una vez más en torno a los psicodélicos, pero probablemente estemos sobreestimando su valor, y habrá decepciones. Y habrá tragedias, habrá quienes tomen psicodélicos y hagan cosas irresponsables, incluso habrá suicidios. Le estamos dando psicodélicos a cientos de personas que sufren depresión en pruebas clínicas. Recién se inició una grande, fase tres, para depresión resistente al tratamiento, que es el tipo más difícil de curar. Algunos de ellos se van a suicidar, porque eso lo que hace la gente con depresión, y eso se va a reflejar de mala manera en los psicodélicos. Todo eso puede cambiar la narrativa pública. Los medios, que han sido increíblemente positivos sobre los psicodélicos, podrían darse vuelta de la manera en que lo hicieron a mediados de los 60, Antes de 1965 la prensa en torno a los psicodélicos era exuberante, y luego de repente todo era un show de horror..

-¿Tuvo miedo de experimentar con psicodélicos por primera vez siendo mayor?

-Sí. Cada vez. Estaba aterrado. Estaba comprometido a hacerlo, tuve cuatro o cinco experiencias, y cada vez la noche anterior no pude dormir, estaba muy nervioso. Por muchas razones. ¿Qué tal si algo andaba mal con mi corazón o tenía algún problema así? O ¿qué tal si descubría algo realmente oscuro y feo sobre mí mismo? ¿O si encontraba algún trauma infantil? No sabes lo que va a salir. Fui muy cuidadoso con las situaciones en las que las consumí. Entrevisté con mucho cuidado a los guías y rechacé a algunos de ellos. Y no lo hice sino hasta que encontré a alguien con quien me sintiera cómodo. Y eso hizo toda la diferencia.

-Al respecto, usted cita a Carl Jung: no son los jóvenes, sino las personas de mediana edad las que necesitan tener una “experiencia de lo numinoso” para ayudarlos a lidiar con la segunda mitad de sus vidas… ¿Fue lo que significó para usted?

-Sí. Creo que estas drogas tienen un sentido especial en la segunda mitad de la vida, o en el último tercio de vida, en cuanto son una oportunidad para pensar sobre la mortalidad y el mundo más allá de nosotros, y qué pasa con la conciencia después de que morimos y el tipo de asuntos que surgen son muy relevantes para personas mayores. El otro valor que creo que tienen para la gente mayor es que nos ayudan a romper hábitos. Los hábitos de pensamiento y de comportamiento. A medida que envejecemos nos estancamos en nuestros hábitos. Hemos hecho ciertas cosas tantas veces que los surcos son muy profundos, y desarrollamos estos algoritmos para cada eventualidad; cómo discutir con tu pareja, cómo lidiar con tus hijos, cómo lidiar con tu jefe. Hemos pasado por eso y de alguna manera usamos estos atajos, y son muy eficientes, pero nos adormecen frente a la realidad. Uno de los valores principales de los psicodélicos es que te ayudan a salir de tus maneras habituales de pensar, y te dejan ver las cosas de manera fresca. Y eso es muy importante cuando vas envejeciendo.

-Alguien en su libro usa la metáfora de una montaña nevada…

-Sí, es una metáfora muy poderosa que se refiere a este punto de los hábitos. Me la dijo un neurocientífico holandés en Inglaterra. Me dijo: “piensa que la mente es una colina cubierta de nieve, y tus pensamientos son trineos bajando la colina. Después de un tiempo estarán marcados los surcos de manera muy profunda, y cuando sea que bajes otra vez vas a caer en uno de esos surcos. La experiencia psicodélica es como una nevazón nueva, con la nieve llenando todos los surcos: de pronto puedes recorrer cualquier trayectoria sin quedar atrapado en ninguno de esos caminos ya trazados.

-¿Qué fue lo más complejo de de volver sobre el libro para producir la miniserie de Netflix?

-No podía tomar psicodélicos en cámara, de partida, No podía romper la ley, y no querían que lo hiciera. Supongo que podríamos haber viajado a algún sitio donde fuera legal, pero eran tiempos de covid. Covid fue otro desafío, rodar en la pandemia, particularmente en el inicio, fue muy difícil, antes de que tuviéramos vacunas. Y el desafío de estructurar la historia para televisión. La gran idea para nosotros fue decidir dividirlo por químicos, y cada químico nos permitía hacer cosas diferentes. El primero, LSD, podíamos contar la historia cultural. En el episodio sobre la psilocibina (la molécula presente en los hongos “mágicos”) podíamos centrarnos en las terapias y algo de historia natural. Y creo que funciona. Son medios diferentes.

-Describe en profundidad el uso terapéutico y religioso de estas drogas. ¿Qué piensa sobre el uso recreacional? ¿Se puede decir algo sobre el uso colectivo como una suerte de ritual social de cohesión social?

-Sí. Creo que la palabra “recreacional” tiene una connotación negativa que es frívola. Creo que sí hay usos legítimos de psicodélicos fuera de la medicina. Uno es con la religión. Pero me imagino que existen otros contenedores culturales para los psicodélicos que sí pueden ser positivos. Yo mismo no tenía un diagnóstico de salud mental y no soy una persona religiosa, pero lo encontré increíblemente útil como medio de autoexploración. Y algunos en grupo, sí, pueden fomentar lazos muy interesantes de unidad. Definitivamente.

-En el libro y la serie se describen experiencias muy significativas y determinantes en la vida de quienes han tenido algunos de estos viajes, para muchos pacientes. Muchas son experiencias únicas. ¿Por qué no vuelven a hacerlo más veces o incluso más seguido si es tan buena experiencia? ¿Qué pasaría?

-Algunas personas sienten que han recibido el mensaje. Que lo que sea que tienen los psicodélicos para ofrecerles ya lo han dado. Y no es una experiencia fácil. A menudo es un trabajo duro, y no es algo que sientas que quieres hacer de nuevo. Para mí tiene que pasar un año antes de que empiece a pensar en hacerlo otra vez. En algunas pruebas le están dando a las personas dos dosis con unas semanas entre una y otra; eso tiene un valor porque la primera dosis es para acostumbrarse al territorio, ponerse cómodo para luego realmente viajar en la segunda dosis, tiene sentido. Pero no sé, hay gente que usa psicodélicos regularmente. Yo podría hacerlo, si fuera legal, una vez al año, es algo que haría en mi cumpleaños. Sería una buena manera de celebrarlo, pensar en qué estás en tu vida, fijar tus metas para el año. Creo que todavía estamos explorando cuál es la mejor manera de usar estas sustancias.

Ficha técnica:

Cómo cambiar tu mente

Michael Pollan

Debate

488 páginas