Victoria Aguirre, Carl Wilson / 2012

Las cosas hechas a mano tienen un cierto appeal irresistible. Como el de un pan recién horneado de masa madre, perfumado y crujiente, versus uno de molde, envasado e industrial.

Tal vez es por la cantidad de energía implícita que lleva cada pieza, la huella humana; horas de trabajo y de paciencia que la vuelven una belleza imperfecta, única y diversa, no hay nunca dos idénticas.

Tejer una alfombra puede tomar más de seis semanas. Se corta, carda e hila a mano, explican. “Una vez fuera del telar se terminan uniendo múltiples paneles tejidos con una costura a mano”.

En el caso de los textiles, esta carga, la textura de lo artesanal, se vuelve aun más potente cuando los diseños y la iconografía tienen que ver con la herencia de un lugar, de una cultura, que es lo que hace Pampa. Sus tejidos, producidos por comunidades de artesanos de Argentina, se trabajan a nivel local, in situ, y de ello dan cuenta sus colecciones como Andes o Monte. Llevan el nombre de la tierra de su artesano, de su paisaje, subrayando ese sentido de arraigo y sus saberes ancestrales locales, los materiales naturales de su contexto y alrededores, que es como se producen sus trabajos. Es una suerte de celebración a su genius loci. Se inspiran en la naturaleza, en patrones andinos, o de tradiciones hermanas como la zapoteca o navajo. Y tienen la gracia de devolvernos a esa calma de lo básico, con una generosa paleta de tonos crudos, tostados y geometrías simples y serenas. Una reconexión a la tierra de origen.

Pampa son Victoria Aguirre y Carl Wilson; argentina ella, australiano él. Dos fotógrafos que se conocieron viajando por Latinoamérica, se instalaron en Byron Bay, Australia, y trabajan en un esquema de comercio justo, de un lado al otro del mundo, rescatando la tradición textil argentina para las próximas generaciones, dicen.

www.pampa.com.au

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