Este viernes se dio a conocer la noticia de la muerte del reconocido líder opositor ruso Alexei Navalny. Mediante un comunicado en su sitio web, el Servicio Penitenciario Federal del Distrito Autónomo de Yamalo-Nenets -lugar en donde cumplía condena- dio a conocer el hecho, detallando que el abogado “se sintió mal” después de un paseo el viernes y “casi inmediatamente perdió el conocimiento”.
Por el momento se desconocen los detalles de su muerte, aunque se ordenó una investigación. De acuerdo a la agencia Reuters, desde el servicio penitenciario indicaron que se pidió una ambulancia y los profesionales médicos realizaron todas las medidas de reanimación necesarias, sin embargo “no dieron resultados positivos”.
Si bien desde la OTAN han exigido que se esclarezcan los hechos que rodean a su muerte, esta no es la primera vez que un opositor a Vladimir Putin fallece en extrañas circunstancias.
En agosto del año pasado, el canal de Telegram asociado a los mercenarios del Grupo Wagner confirmó la muerte de Yevgeny Prigozhin, luego de haber estado en una avioneta que se estrelló al norte de Moscú, sin dejar sobrevivientes.
Meses previos a este accidente, el fundador de la milicia privada lideró un motín frustrado en contra de Putin, acción que desató especulaciones en torno a sus relaciones con el Kremlin.
Otro de los fallecidos es el político Boris Nemtsov, quien inicialmente apoyó a Putin en su carrera presidencial, que llevó al mando de Rusia en el 2000. Sin embargo, posterior a esto se convirtió en un fuerte activista opositor. A finales de los 90, Nemtsov era una estrella en ascenso en la política rusa. El científico y político liberal era visto como el posible sucesor del entonces presidente Boris Yeltsin, quien luego terminó decantándose por el exespía.
Para el 28 de noviembre del 2015, Nemtsov tenía previsto liderar una marcha en contra del mandatario ruso, pero la noche anterior fue baleado mientras caminaba por el centro de Moscú y murió tras el ataque. El crimen se registró cerca del edificio donde Putin tiene su despacho.
Otro de los casos más conocidos es el del exjefe del Servicio Federal de Seguridad (FSB), Alexander Litvinenko, quien desertó de Rusia en 2000 y huyó a Londres.
El 1 de noviembre de 2006 enfermó tras beber té mezclado con polonio 210 radiactivo. Murió el 23 de noviembre. Una investigación británica dio a conocer que agentes rusos lo mataron. Sin embargo, Moscú negó cualquier participación.
Litvinenko, recuerda la BBC, se había refugiado en Reino Unido luego de que denunciara que sus superiores le habían ordenado que asesinara al oligarca Boris Berezovksy. Este último fue otro que perdió la vida fuera de su país. En marzo de 2013 el cadáver del empresario fue encontrado dentro de su residencia en Surrey, en el sureste de Inglaterra.
Según la cadena británica, hay versiones que apuntan a que el oligarca se suicidó, debido a los problemas financieros que enfrentaba. No obstante, el hecho de que durante su exilio sufriera varios atentados y una incesante persecución judicial por parte de Moscú dejó en el ambiente la posibilidad de que fuera ajusticiado.
Las muertes no solo han afectado el ámbito de la política, sino también de las comunicaciones: hace casi 20 años la periodista del diario ruso Novaya Gazeta, Anna Politkovskaya, cubrió las violaciones a los Derechos Humanos del Ejército ruso en Chechenia, y tras recibir varias amenazas de muerte, en 2004 enfermó gravemente después de beber té, mientras viajaba en un avión.
Según denunció en aquel entonces, había sido envenenada para que no reportara sobre la toma de una escuela en el sur de Rusia en 2004 por parte de separatistas islámicos. El 7 de octubre de 2006 fue acribillada en la puerta de su departamento en Moscú.
Serguei Magnitsky murió en 2009. En su caso, el fallecimiento ocurrió cuando este abogado y auditor ruso se encontraba en custodia policial, tras ser arrestado. El motivo que llevó a la detención de Magnitsky fue su denuncia de un robo a gran escala llevado a cabo por parte del Kremlin y, las investigaciones concluyeron que había recibido una fuerte paliza antes de morir. Su asesinato provocó la creación de la Ley Magnitsky, aplicada por parte de la justicia estadounidense y que prohíbe entrar a Estados Unidos a los funcionarios implicados en la muerte del auditor.
Asimismo, Yuri Shchekochikhin, quien investigó casos de corrupción dentro del FSB, murió en 2003 en su departamento por un alérgeno no identificado, días antes de reunirse con el FBI para presentar registros.
En septiembre de 2022, el editor en jefe del medio estatal Komsomolskaya Pravda, Vladimir Nikolayevich Sungorkin, falleció “repentinamente” de un supuesto derrame cerebral durante un viaje al pueblo de Roshchino.
Otros han vivido para contarla. En marzo de 2018 otros disidentes rusos exilados en Reino Unido fueron víctimas de un atentado presuntamente orquestado por Moscú. El exespía Serguéi Skripal y su hija Yulia fueron envenenados con novichok, un potente veneno, por supuestos agentes rusos en la ciudad inglesa de Salisbury.
A pesar del ataque, ellos sí sobrevivieron al incidente, aunque después de pasar por un estado crítico de salud en el que los doctores no creyeron que saldrían con vida, según relataron ese año a la BBC.
Londres identificó a dos de los autores del atentado como miembros de la inteligencia rusa y pidió a Moscú su entrega. No obstante, el gobierno ruso ha negado su vinculación con el hecho y no ha atendido la petición.
Skripal trabajó para el Departamento Central de Inteligencia de Rusia (GRU), pero también era un doble agente del servicio británico de espionaje MI6 hasta su arresto en 2004. El espía fue condenado por la justicia rusa a 13 años de prisión por cometer el delito de traición, pero luego fue intercambiado por unos agentes detenidos en EE.UU., indica la cadena británica.