“We can flip Texas”, reza uno de los múltiples mensajes en redes sociales de la campaña de Joe Biden. Hace unos días, la candidata a vicepresidenta demócrata Kamala Harris subrayó ese mensaje en su visita a la ciudad de Forth Worth, tradicional enclave Republicano moderado en el Estado. Todo proyectando optimismo en la posibilidad de que los 38 votos electorales del estado petrolero vayan al candidato demócrata por primera vez desde 1976, cuando Jimmy Carter ganó la Casa Blanca.

El optimismo tiene sus bases: un estado que ha sido consistentemente Republicano en las últimas cuatro décadas y que en 2016 Donald Trump ganó con cerca de 10 puntos de ventaja, hoy está técnicamente empatado en las encuestas (la mayoría mantiene a Trump con ventaja, pero en general dentro del margen de error).

Que Texas dejaría de ser terreno fácil para los Republicanos era algo que cualquier analista proyectaba desde hace tiempo, considerando los cambios demográficos: el aumento de la población Hispana y de votantes jóvenes más afines a los mensajes progresistas. Por ello, en el “Grand Old Party” era una verdad asumida que debían -a nivel nacional- modificar su mensaje para incluir a las minorías y a las voces menos conservadoras dentro del mismo partido. Por supuesto, la irrupción de Donald Trump y su éxito con el mensaje contrario, pero en muchos países ese “pan” de 2016 puede ser “hambre” en 2020. También en Texas.

La bandera de Texas.

Lo que alimenta el optimismo demócrata es en parte esta observación demográfica y, en gran medida, las cifras de votación anticipada a la elección de hoy.

En un estado tradicionalmente definido por la dinámica urbana-rural, con las ciudades más propensas a votar demócrata y el campo tierra fértil republicana, el poder de los suburbios ha adquirido especial relevancia. “Tradicionalmente identificadas con el voto republicano, las zonas suburbanas también están creciendo en población y en diversidad”, apunta Juan Pablo Garnham, periodista chileno del periódico Texas Tribune.

En la revista New York, Eric Levitz describe que “el histrionismo de la ‘guerra cultural’ y la misoginia que han marcado el discurso del presidente Trump, combinado con la llegada continua de profesionales con educación superior, parecen estar haciendo que los suburbios tejanos voten de manera más similar a sus contrapartes en el Noreste”.

Son justamente esas zonas las que estarán en el foco de atención de los observadores esta noche.

En cuanto a la participación, las cifras son impresionantes. “Acá se dice que Texas no es un estado rojo (republicano), es un estado que no vota”, señala Garnham, marcando lo relevante que podría resultar la participación de este año. El viernes pasado, Texas superó en votos anticipados la totalidad de votos emitidos en la elección de 2016. ¿Qué lecturas se hacen de eso? En parte, la pandemia juega un rol, como en todo el país. Pero también hay un factor de “entusiasmo electoral” que hace a los demócratas soñar un con “Texas azul”. Los bloques demográficos tradicionalmente más lejanos a los locales de votación han sido los jóvenes y los hispanos; por eso, las cifras de este año pueden ser significativas.

FOTO: REUTERS/Marco Bello

Una primera campanada de alerta para el partido del presidente ocurrió en las elecciones parlamentarias de 2018, cuando el exalcalde de El Paso Beto O’Rourke estuvo sorprendentemente cerca de ganar la carrera senatorial y dejar afuera al mediático Ted Cruz, que terminó imponiéndose por menos de tres puntos (la competencia más reñida por ese puesto desde 1978).

Fue justamente esa energía la que impulsó a O’Rourke a correr en la primaria demócrata de este año, con pésimo resultado. Habiendo asegurado en esa campaña que no postularía al senado este año, O’Rourke, preso de sus palabras y pasado en el plazo, mira la competencia de hoy desde lejos. “Muchos demócratas creen que ese fue un error grave”, apunta Garnham. “Si estuvo a punto de ganarle a Cruz, creen que hoy podría haber reforzado la campaña demócrata y él mismo podría haberle ganado el puesto al senador John Cornyn”, explica en referencia a quien corre hoy con ventaja para retener su escaño.

El senador Ted Cruz. FOTO: Kevin Dietsch/Pool via AP

Estando el control del Senado también en juego en las elecciones de hoy, ese escaño habría sido un sueño hecho realidad para los demócratas. Con todo, el “casi casi” de “Beto” en 2018 podría, esperan en el partido de Biden, ser un preludio para el premio mayor. Aunque pocos observadores apuestan a un resultado en el estado petrolero, parece claro que si hoy Texas no se pinta de azul, será la próxima vez.

Como escribió hace unos días en el Washington Post el analista político Dan Balz, “Pase lo que pase en noviembre, no hay dudas de que el presidente Trump es un problema para los republicanos del estado de la estrella solitaria”.