“Este trabajo nos permitió abrir un espacio para que los participantes compartieran las emociones de ese momento histórico, verbalizar su situación y generar un momento terapéutico, donde sintieron que no estaban solos”.

Así resume Karina Gómez, gerenta comercial y social de la organización Fondo Esperanza, la experiencia que ellos, y una veintena de instituciones civiles ligadas al trabajo con los sectores más vulnerables, tuvieron en el estudio denominado “Círculos territoriales”, del cual esta semana darán a conocer sus cifras y resultados.

Tras el estallido social, y antes de la pandemia, Fondo Esperanza, Hogar de Cristo y Techo, con el apoyo de otras entidades, organizaron diálogos y asambleas con personas a las cuales diariamente asisten.

El trabajo se efectuó entre noviembre de 2019 y enero de este año. Lo hicieron en 1.675 Círculos Territoriales, que eran pequeñas asambleas, tras las cuales sistematizaron las respuestas de más de 25 mil personas en torno a cuatro preguntas: “Cómo me siento con el país”, “Las causas de la crisis”, “Soluciones posibles” y “Acciones como ciudadanos”.

El trabajo se condensó después en un estudio de 107 páginas que sería presentado mañana. Y las respuestas tienen algunas sorpresas. Por ejemplo, en la sensación país lo que se repite es “esperanza”, más que “rabia”, “miedo”, “tristeza” y “frustración”. Y en las acciones a seguir se valora más el ir a votar e informarse que solo manifestarse en la calle .

Paulo Egenau, director social nacional del Hogar de Cristo, señaló que “son múltiples los sentimientos que se presentaron tras el estallido; las personas suelen experimentar simultáneamente distintas emociones, por lo que es esperable que emociones como la esperanza se mezclen con otras como la rabia o el miedo, particularmente en situaciones de incertidumbre como la que representó el estallido social. De hecho, la diferencia entre “esperanza” y la que le sigue (“rabia”) es de apenas 1,3 puntos porcentuales”.

Añadió que “sin embargo, los resultados dan cuenta de que en la población en situación de pobreza y vulnerabilidad subsiste una esperanza de que las cosas pueden cambiar para mejor, y que los procesos de cambio pueden afectar sus vidas en forma positiva (...) también hay que considerar la distancia temporal entre los Círculos Territoriales y el contexto socio-político y económico actual, en pandemia; estos sentimientos pueden haber cambiado”.

Territorios

Sebastián Bowen, director ejecutivo Techo Chile, expresó que “sorprende la prevalencia de sentimientos positivos junto a otros negativos. Esto es consistente con lo que vemos en los territorios. Un gran ejemplo son las ollas comunes o cocinas comunitarias, que han proliferado el último tiempo (...) Detrás de ellas se esconde esta dualidad. Hay una profunda sensación de abandono del Estado y las instituciones ante el problema más básico, la alimentación, pero al mismo tiempo surge la esperanza de la solidaridad”.

Entre los opinantes había mujeres, adultos mayores, personas en situación de calle, con discapacidad mental y/o con consumo problemático de alcohol y otras drogas, además de habitantes de campamentos, entre otros grupos. El 45% de los participantes tiene entre 30 y 45 años, un 4,2% se declaró perteneciente a un pueblo originario y un 2,6% es migrante.

Bowen, respecto de las manifestaciones y acciones cívicas, sostuvo que “en términos generales, hemos percibido una valoración a la manifestación, sobre todo pacífica. Pero al mismo, esta se ve como complemento de otras acciones como el voto, el informarse, etc. Esto también debe ser motivo de esperanza, pues si bien hay una desconfianza con las instituciones y una pérdida de la cohesión social, sigue habiendo una actitud de ser parte de la solución mediante mecanismos actuales de participación. En esto, mucho aún nos queda por avanzar en aprovechar ese ánimo por participar políticamente desde los territorios”.

Y también puso un paréntesis frente al escenario actual de Covid-19. ¿Cambiaría esto las respuestas? “Creo que no, las profundiza. El coronavirus, como toda crisis, ha develado cosas antes ocultas. Una de ellas es el nivel de vulnerabilidad que teníamos en el país que se ha hecho patente, así también ha agudizado la sensación de abandono de comunidades excluidas. Pero al mismo tiempo, ha permitido mostrar la tremenda capacidad de organización para salir de los problemas que hay en la gente. De alguna forma, el sentimiento de comunidad vuelve a estar presente y es eso lo que permite mirar con esperanza el futuro. Lo que viene en Chile o se hace aprovechando los liderazgos de las comunidades en los territorios, o no será”, indicó el director ejecutivo de Techo Chile.

Mujeres y niños

Egenau destacó igualmente que “el tema de la pobreza se explica en el mundo y en Chile a través de las mujeres y los niños (son los dos grupos con los mayores índices de pobreza). Las mujeres en situación de pobreza y vulnerabilidad transgeneracionalmente han vivido carencias y problemas en la cotidianeidad de su rol, en la medida que cargan con una doble opresión: económica y en virtud de su género, además de una variabilidad de intersecciones como edad, etnia, nacionalidad (…) Por lo tanto, es esperable que las mujeres en situación de vulnerabilidad y pobreza presenten sentimientos más negativos en términos de la incertidumbre que pesa sobre ellas en los momentos de crisis y lo que podría significar sobre las barreras que enfrentan estructuralmente”.

A su juicio, “esta explicación es consistente también con el hecho de que la emoción ‘miedo’ es la que mayor diferencia refleja entre las 9 emociones mencionadas, con un 14% en círculos con participación mayoritaria de hombres y 31% en círculos con participación mayoritaria de mujeres, lo que da un 17 puntos porcentuales de diferencia (tanto en rabia como en tristeza la diferencia es de apenas 5 puntos porcentuales)”.

Causas de la crisis

Respecto de las causas de la crisis, Egenau indicó que “las personas hablan de una sociedad injusta y desigual en dos sentidos, a través de ejemplos concretos que viven cotidianamente (bajos salarios, abuso de poder, sistemas de salud ampliamente desiguales, discriminación y malos tratos, pensiones insuficientes para vivir dignamente, entre muchos otros ejemplos), y en términos de una sociedad que es injusta y desigual de forma generalizada, como la existencia de sistemas diferenciados en términos de educación y salud por ejemplo, planteándose de forma explícita que las brechas en dichos espacios está cruzada transversalmente por un problema de desigualdad, por lo que cuando nos encontramos con estos conceptos, estamos hablando al mismo tiempo de todos los problemas que las personas enfrentan cotidianamente”.

También expresó que “la pandemia desnudó la vulnerabilidad socioeconómica en la que se encuentra una sociedad chilena que, durante décadas, se creyó más sólida y estable de lo que era en realidad. Es decir, una parte significativa –o la mayor parte de- la clase media no poseía los activos necesarios para resistir un shock económico sin recibir asistencia del Estado, lo cual responde a que el principal activo que poseen son sus credenciales educativas, altos costos de la educación privada -e incluso particular subvencionada-, de los tratamientos de salud privada (o la mala calidad de la educación pública), además de malas pensiones por concepto de jubilación, son elementos transversales a los estratos socioeconómicos, que representan una dificultad para la mayoría de los chilenos, por lo que los efectos de estos factores no difieren sustancialmente entre quienes están por sobre la línea de la pobreza”.