Dawid Kruiper fue hasta su muerte, en 2012, el más mediático líder bosquimano. Su liderazgo lo hizo entablar emblemáticos juicios contra gobiernos africanos, reivindicando los derechos de su pueblo. Incluso, actuó en la película Los Dioses deben estar locos. Pero sus habilidades iban más allá de las cortes o el cine: podía perseguir un kudú (antílope) durante 10 horas por 25 kilómetros, con temperaturas sobre 40° C, sólo para alimentar a su tribu. Como todos los bosquimanos que nacieron en el desierto del Kalahari, interactuaba con la naturaleza como ningún humano moderno podría hacerlo.

Sin embargo, un revés judicial con el gobierno de Botswana, principal país de residencia de este pueblo y con el que los bosquimanos llevan una larga batalla judicial, vuelve a poner en peligro su ancestral modo de vida y amenaza con extinguir la cultura más antigua del planeta.

Estudios de ADN muestran su parentesco con los primeros homo sapiens que salieron de Africa y poblaron el planeta. De hecho, muchos bosquimanos aún viven como en la Edad de Piedra y son una vitrina al origen de la humanidad.

La disputa judicial partió en 2002, cuando un grupo de bosquimanos demandó al gobierno por las expulsiones de la Reserva de Caza del Kalahari Central. Allí viven como lo han hecho por 20 mil años, pero en 1997 se halló en el lugar la mayor reserva de diamantes del mundo.

Aunque un tribunal dictaminó en 2006 que tenían derecho a volver, la ONG Survival International estima que el gobierno ha hecho todo lo posible para impedir el regreso. El último obstáculo lo puso hace dos semanas, cuando un fallo les exigió que para volver deben demostrar que vivían allí antes de los juicios. Este nuevo proceso comenzó poco después de que el gobierno los obligara a solicitar permisos para entrar a la reserva, a pesar que una histórica sentencia de 2006 garantizó el libre acceso a todos los bosquimanos a la reserva.

El permiso sólo dura un mes y se emite para los bosquimanos con familiares en la reserva, política diseñada para disminuir el número que puede acceder a su tierra, denuncia Survival. Hoy, sólo 186 bosquimanos pueden entrar y cazar en la reserva.

"La excusa principal que esgrimían era la supervivencia de los animales de la reserva, ¡pero los bosquimanos han vivido en armonía con la fauna hace milenios! Después llegaron las empresas de diamantes y ahora parece que el gobierno simplemente no quiere proveer servicios a estas personas", dice a La Tercera Rachel Stenham, experta de Survival International.

Para complicar más el escenario, Gordon Bennett, abogado que ha representado por años a los bosquimanos, no pudo entrar a Botswana para el juicio después que el gobierno le negara la visa. Además de los diamantes, las costumbres bosquimanas colisionan con el millonario negocio de la caza. Según la Fundación de Vida Salvaje en Africa, el kudú es apetecido por su carne, piel y cuernos, que son usados como instrumentos musicales o adornos.

"Los bosquimanos son los pobladores originarios de Botswana y descendientes de los primeros humanos. Tienen una profunda conexión con su tierra y son los últimos bosquimanos que cazan en Africa. Sin su tierra no pueden sobrevivir, y sin la tierra desaparecerán", advierte Stenham.