Alistair y Joe son conducidos a la grabación de un programa de televisión que los reunirá 30 años después de que el primero asesinara a sangre fría al hermano mayor del segundo, por ser católico en la Irlanda de los 70. De asesino a sangre fría, Alistair ha mutado a respetable hombre que viaja por el mundo hablando de paz y entendimiento. Joe en cambio, es un manojo de nervios y está lejos  de perdonar al asesino de su hermano. El director, Oliver Hirschibiegel (La caída), equivoca el tono de la historia, centrando su filme en derroteros que colindan con la histeria y el desapego más que con el dolor o la introspección necesarios para entender lo que ocurre de verdad en estos personajes. No se comprende qué llevó a Alistair a trasformarse en modelo de rectitud. Por su parte, los tics y las muecas del hoy desvencijado Joe terminan distrayendo más que creando un perfil humano y entrañable. El resultado final es voluntarioso, pero grueso en su planteamiento y más aun en su anunciada resolución final.