Qué tiempos aquellos cuando una película con el nombre de Robert de Niro o Dustin Hoffman o Harvey Keitel era sinónimo de calidad, de interés, de buenas historias y  personajes poderosos. Dichosos los días cuando De Niro era más interesante que Ben Affleck, cuando Hoffman se atrevía a crear al gran Max Dembo o cuando Keitel salía en pelotas en las pesadillescas obras de Abel Ferrara.

Otros tiempos. Distintos, por cierto. No digo que las cosas deberían haber haberse mantenido igual, pero cuando los cambios son solo para mal sería absurdo celebrarlos. ¿Qué tenemos hoy? A los mismos otrora grandes, haciendo estas vez de imbéciles en obras tan desechables como Los pequeños Fockers.

Han pasado diez años desde la primera entrega de esta franquicia y el chiste, que no era el mejor hace una década, hoy ya está totalmente gastado y triturado. Ben Stiller es nuevamente Gaylord "Greg" Focker (tanto los que saben inglés como los que no, podrán sacar todos los chistes de doble sentido que se les ocurra gracias a este nombre) y, aparte de ser padre de gemelos, ha llegado a ser jefe de enfermeras (sic) en el hospital donde trabaja. Sigue casado con Pam, la hija del execrable ex agente de la CIA, Jack Byrnes, siempre interpretado por De Niro, a estas alturas en piloto automático y provocando vergüenza ajena. En su puesto en el hospital, Greg debe tratar con Andi García (Jessica Alba), una sexy representante de un laboratorio que está por sacar al mercado un nuevo medicamento para la disfunción eréctil. Como es menester en estas películas, la presencia de esta chica provocará que el insoportable suegro de Greg comience a dudar, nuevamente, de éste. Como si esto fuera poco, el pobre de Greg también sufre los malos ratos y atrasos del contratista a cargo de dejar a punto la nueva casa de los Fockers, la cual debe estar lista para el cumpleaños de los mellizos. El par de escenas en las que aparece el contratista pasarían sin problema, si no fuera porque el jefe de obra es interpretado por Harvey Keitel en un cameo desaprovechado y vergonzoso.

Por su parte, los padres de Greg (Dustin Hoffman y Barbra Streisand) tuvieron el recato de permanecer fuera de la historia gran parte del metraje, quizás porque algo se olían. Ver a grandes actores desperdiciados en una historia como ésta es doloroso, pero llama aun más la atención la pobreza de ideas y lo grueso de todo el asunto. Cuando en una comedia se debe recurrir a vómitos, a chistes de erección y a dos adultos peleándose como cabros chicos, quiere decir que, simplemente, algo anda mal. El estado de las cosas es preocupante.