Viceversa, Un viernes de locos, 18 otra vez e incluso a ratos ¿Quieres ser John Malkovich? son algunas de las películas que han jugado con la premisa del cambio de cuerpo entre personajes. Sin duda, no es sinónimo de éxito el utilizar esta fórmula y así lo comprueba Si fueras yo, el ultimo de estos films que aun creen que pueden darle el palo al gato utilizando este recurso. El palo, en todo caso, se lo dan al espectador. Como siempre una pareja dispareja, Mitch y Dave. Como siempre, cada uno envidia en parte la vida del otro. Acto de magia que, como siempre, no tiene sentido, y ambos despiertan viviendo en el cuerpo del otro. Mitch es un actor de medio pelo que se gana la vida haciendo soft porno, que tiene sexo con quien se le ponga por delante y que dice las barbaridades más grandes imaginables como si sufriera de incontinencia verbal o síndrome de Tourette. Cuesta entender que su mejor amigo sea Dave, abogado trabajador, casado, padre de tres hijos y que su meta en la vida es el éxito profesional. ¿Cómo diablos se aguantan? Es algo que se responde sólo por necesidad de guión y pobreza de ideas. De más está decir que cada uno al vivir la vida del otro y tendrá una experiencia, supuestamente, enriquecedora. En todo caso los espectadores no la tendrán, ya que deberán asistir a una sucesión interminable de chistes gruesos y sin gracia, en una película que hace del mal gusto su razón de ser. Aquí no hay mirada, astucia ni profundidad. Sí hay una pésima opinión del ser humano, machismo, coprofilia y pobreza de espíritu. La comedia, para lograr su cometido, debe ser inteligente y poseer matices, acá la degradación y la vileza fue la regla.