Diferenciándose de Estados Unidos, la Unión Europea busca actuar en la crisis ucraniana de una manera para aminorar los costos que ésta podría acarrear en momentos que parece estar saliendo tímidamente de la tormenta económica a la que ha estado sometida en los últimos años. Así, mientras anunciaba ayer que le ofrecería al nuevo gobierno de Ucrania un paquete de ayudas de US$ 15.000 millones, y sacar así a esa economía del borde de la bancarrota, personeros alemanes buscaban mantener abierta la vía de la negociación con Moscú. Precisamente hoy viajaba a Rusia el ministro de Economía y vicecanciller alemán Sigmar Gabriel, en una visita planificada hace semanas, pero que cobró un nuevo interés debido a la situación de tensión en Kiev y en la península de Crimea.

Dentro de los factores que marcarían la estrategia europea, hay uno que parece destacar especialmente: el gas ruso. La UE depende en un 30% de los hidrocarburos procedentes de Rusia, que llegan hasta su territorio principalmente a través de los gasoductos que atraviesan Ucrania. Por eso en el Viejo Continente entienden que esgrimir sanciones económicas, como lo ha hecho Barack Obama, tendría un efecto contraproducente como puede ser el cierre de la llave del gas desde Moscú.

En un escenario así, "teóricamente, Europa podría compensar sus necesidades de gas natural comprándoselo a Noruega, pero subirían los precios como resultado", escribía ayer la revista alemana Der Spiegel.

El martes, el comisario europeo de Energía, Günther Oettinger, trataba de calmar los temores, asegurando que el suministro de gas está controlado, gracias a que el invierno no fue tan crudo, a que este año se incrementó en un 33% la capacidad de almacenaje y que hay reservas en todas las partes. Además, los voceros gubernamentales han adelantado que esperan que Ucrania y Rusia cumplan sus compromisos firmados.

Quien lleva la voz cantante de la apuesta por mantener las vías de diálogo con Moscú es Berlín. El gobierno alemán ha dado muestras claras de oponerse a los llamados más ofensivos como expulsar a Rusia del G8. Como no, Alemania cubre un 30% de sus necesidades de gas natural del que le provee Rusia a través del ducto Nord Stream. Pero no es sólo el gas. Angela Merkel es una de las pocas líderes europeas que mantiene un diálogo fluido y "sin pelos en la lengua" con Vladimir Putin. Durante un contacto telefónico, la canciller alemana no tuvo problemas de enrostrarle al presidente ruso que había violado "el derecho internacional con una intervención inaceptable en Crimea". Ambos hablaron ayer una vez más. Eso sin contar que tanto Merkel habla ruso y Putin domina el alemán, herencia de los años de la Guerra Fría cuando la primera era ciudadana de la RDA y el otro era un alto agente del KGB en Dresden.

En todo caso, a Rusia tampoco le interesa afectar su negocio. La economía rusa depende en parte de esas exportaciones y sufriría graves inconvenientes si no se mantuviesen. El comercio del gas a la Unión Europea le deja ganancias por US$ 100 millones diarios, lo que representa alrededor del 3% de la economía.