Un nuevo atletismo. Londres ha albergado unos Mundiales extraños, con un bajo nivel de marcas y en el que no han brillado las tres figuras por las que apostaba la Federación Internacional desde el principio. Usain Bolt, Mo Farah y Wayde van Niekerk han caído derrotados de forma inesperada y dejando una sensación de vacío poder en el deporte rey. El año postolímpico ha pesado demasiado.

El Queen Elizabeth Stadium ha visto nacer un nuevo atletismo, huérfano aún de figuras aunque con competiciones vistosas, nombres nuevos, marcas inferiores a las esperadas y derrotas generalizadas de los favoritos. Como si, cinco años después, los dioses del Olimpo quisieran arrebatar el brillo a los que triunfaron en los Juegos Olímpicos.

El surafricano Van Niekerk era el triunfador soñado por la IAAF en estos Mundiales. El horario de las competiciones fue modificado para ajustarse a su intento de llevarse los oros de los 200 y 400 metros. Pero el velocista de Ciudad del Cabo llegó a Londres pasado de forma, sin punta de velocidad. Sufrió para clasificarse para la final de los 200, hubo de ser repescado por tiempos y en la final fue derrotado por el turco Guliyev con un pobre registro. De nada le sirvió al bueno de Van Niekerk su ahorro de energías, su conservadurismo en la final de 400.

Mo Farah sí se dejó la piel en la pista. En cada metro. El británico llevó a cabo una obra de arte en la final de los 10.000 metros, la mejor carrera de los Mundiales, pero no fue capaz de batir a la armada etíope en los cinco kilómetros. El destino le envió a Farah un mensaje bien explícito. Es hora de subirse al maratón. Y el trayecto hacia el maratón es un viaje sin retorno.

El guión de la IAAF volvió a romperse en los relevos 4x100. Una final bellísima que consagró la victoria de la técnica británica por encima de la superior velocidad estadounidense. Los velocistas ingleses, como se dice en el argot, "cambian con los ojos cerrados". Bolt recibió el testigo con mucha desventaja, tiró de toda su musculatura como nunca y se exigió tanto que terminó rompiéndose del todo. Volveremos a verle compitiendo porque este año no se ha preparado bien y su estrella no puede dejar de brillar de esta forma. Qué desenlace tan inesperado. Londres ha escenificado el gran apagón.