Desde pequeña, Jennifer Romero (26) sentía pavor a la figura de Freddy Krueger, el terrorífico personaje de la saga de películas Pesadilla. No soportaba la idea de quedar atrapada en un sueño como la mayoría de los protagonistas de la cinta de terror. Pero un día, ya grande, después de haber estudiado teatro y mientras representaba una escena en el castillo encantado de Fantasilandia, Romero se vio obligada a perder el temor.

"Vi a mi compañero caracterizándolo con la garra y la cara toda quemada, entonces ese miedo fue desapareciendo. Estábamos actuando", relata la actriz.

Romero trabaja hace dos años asustando a los visitantes de la casa del terror del parque de atracciones. En ese lugar,  junto a otros 19 actores, realizan cada fin de semana hasta 190 funciones para atemorizar a la gente. Para lograr esa espeluznante tarea, demoran hasta dos horas en maquillarse y quedar personificados en distintos íconos del terror: la niña del Aro, el Exorcista, personajes de Hostel, además de Freddy Krueger.

Este fin de semana, que coincide con Halloween, Romero interpretará Catrina, un ente que representa a la muerte en la cultura popular mexicana. Será también la  anfitriona que guiará a los visitantes que ingresen al castillo. "Tienes que tener un manejo para actuar frente a cualquier situación. Cómo anfitriona tengo que manejar a la gente que viene revolucionada de otros juegos y para ello, debo ser capaz de ocupar matices", detalla la intérprete.

El actor Egon Grollmus (23) también llegó a trabajar hace dos años. Es el encargado de interpretar a un payaso diabólico y asegura que el "terror" es la única emoción con la que trabaja los días que debe asustar. "El castillo encantado es una escuela. Aquí se rompe la cuarta pared, porque uno se relaciona directamente con el público a diferencia del teatro", dice Grollmus. Desde que trabaja en esta disciplina, sostiene que ve las películas de terror de otra manera. "Me di cuenta que con pequeños movimientos o una simple caricia, se genera otra atmósfera, distinta a la de la pantalla. Me gusta ver lo que puede provocar el terror en las personas en vivo".

PREPARACIÓN Y ANÉCDOTAS

Físicamente, el castillo encantado de Fantasilanda es un laberinto que tiene dos recorridos (sendero y pasillo) y cada uno cuenta con cinco escenarios diferentes. Los grupos -de hasta ocho personas- que ingresan deben optar por uno de los dos.

"Cada escenario se basa en la recreación de una película, entonces la producción debe estar a su mismo nivel, porque buscamos que el público viva una experiencia con el personaje de esa película", explica Antonio Espinoza, director de arte del castillo encantado.

Una dificultad que enfrentan los actores es la reacción del público, a veces, cargada de dramatismo. Grollmus cuenta que por día, al menos una o dos personas sufren desmayos, vomitan o incluso se orinan. Eso sí, los actores recalcan que cada público es distinto: algunos entran con intenciones de involucrarse en el juego, otros entran a la defensiva, lo que habitualmente ocurre con los hombres.

"Uno siempre tiene experiencias distintas y se juega según las reacciones de la gente.  Si ellos se ríen, uno se ríe más fuerte, entonces siempre aprovechamos lo que ellos te están dando", agrega Grollmus.

Espinoza añade que cada personaje tiene un texto y una recreación, donde el principal requisito para ser parte del elenco es ser actor o estar cursando la carrera. "Lo fundamental es tener los conocimientos básicos del teatro", dice.  Los papeles siempre se van rotando, por lo tanto, todos los días hay un payaso diabólico distinto o una exorcista diferente, evitando que la representación se vuelva mecánica.