LAS 10 AM en punto, de buzo azul, polera y zapatillas blancas, Juan Jara (67) llega a la esquina de José Miguel de la Barra con Ismael Valdés Vergara. Estaciona su moto en esa última calle, pero no va a pasear por el Parque Forestal o a visitar el Museo de Bellas Artes. Lo de él es el deporte.

Lleva un pequeño bolso y su raqueta Head del año. No pasan demasiados minutos y ya está  instalando un curioso aparato en el suelo, uno que él bautizó como "tennis partner". No es más que la punta de un envase plástico achatado abajo, relleno con agua o arena y que pesa casi tres kilos, suficiente para que no se mueva del suelo cuando empieza a ejercer su función. Este cumple con que una pelota de tenis vaya y vuelva, para que Juan pueda practicar sus golpes maestros.

Un simple elástico negro une la pelota con la base. Juan la toma, la lanza al aire y ya está practicando su primer saque.

"Vengo todos los días hace dos años. Juego entre las 10 y las 11.30 de la mañana y me pongo acá para que mi invento tenga visibilidad", cuenta este vecino de Independencia. La velocidad se la imprime él mismo y el elástico se alarga por cuatro metros.

En la década del 70 conoció a Patricio Cornejo y con él jugó varios partidos. Ahí le agarró el gusto a esta disciplina que se resiste a dejar por falta de contrincantes o de canchas. Por eso inventó este aparato y decidió practicarlo en este transitado parque de Santiago. "No son pocos los interesados. A la semana, cinco personas llegan a encargarme de estos juegos. Sólo cobro $ 10 mil", dice. "Una vez el dueño de un hotel cinco estrellas de Las Condes me encargó seis. En verano, doblo las ventas. Desde que creé el aparato he vendido más de 500. Y eso que no me dedico 100% a fabricarlos", afirma.

Dice que cuando jugaba en el cerro San Cristóbal vendía más. Pero se tuvo que ir de ahí, porque empezaron a cobrar entrada. Eligió estar frente al Bellas Artes porque podía jugar más tranquilo, sin gritos de los transeúntes. "He jugado incluso en la Plaza de Armas y el Paseo Ahumada, para vender más, pero ahí lesean mucho. Me gritan 'Chino Ríos'", dice, y suelta una risotada.

Fábrica casera

Todo comenzó en un viaje a Brasil, hace 27  años. Allá compró un juguete para que su hijo de siete años jugara tenis solo. "En esa época, acá estaba de moda otro juego, que era un fierro del cual colgaba una pelota. Claro que la versión brasileña era mejor, porque la pelota llegaba más lejos, se parecía más al deporte real", explica.

El regalo murió a los pocos meses, pero en 1987, Jara -que en esa época era taxista y hacía clases de tenis- decidió recuperarlo y replicarlo, no sin dificultades. Primero, trató de importar desde Brasil la matriz, pero era muy cara. Luego, pensó en importar el aparato ya fabricado, pero le exigían un mínimo de 10 mil unidades, así es que desechó la idea por falta de capital suficiente. Entonces, convirtió su tina de baño en un  taller y empezó a fabricar la parte que le da el peso en cemento.

Hizo uno para sí mismo y lo mostró en varios lugares, como el club de Belous Prajoux, en el paradero 7 de Gran Avenida. En la Navidad de 1987 vendió una veintena de juegos a amigos, conocidos y alumnos. Descubrió, entonces, que el suyo era un hobby rentable y siguió perfeccionando el juguete hasta su versión actual.

Hay secretos de fábrica que no revela. Por ejemplo, cómo logró inyectar el elástico en la pelota sin romperla. En eso le ayudó su experiencia como modelista de calzado, oficio que ejerció antes de ser taxista.

Juan trabaja hoy en otro invento: está haciendo una versión de Sudoku que se juega con fichas. "Así, si la persona se equivoca, puede cambiarlas y no tiene que andar borrando", asegura.

De momento, sigue concentrado en su rubro, que es ocupar el tennis partner en el parque y vender la mayor cantidad de ellos.