Steve Marker, uno de los guitarristas de Garbage de presencia anodina, dice que le carga que a los músicos se les exija elementos extra en directo, como si se tratara de un montaje de Broadway. Puede ser, pero también depende de cuánto entregas para que no se extrañen más estímulos. Y Garbage, cuyo foco de atención ha dependido siempre de la carismática vocalista Shirley Manson desde que debutaron hace ya 21 años, funciona en vivo con una actitud casi minimalista empujando peligrosamente los límites para captar atención, decisión que contrasta con lo puntillosa que es esta banda de tres productores en el estudio.

[caption id="attachment_750478" align="alignnone" width="840"]

Shirley Manson, vocalista de Garbage, durante el concierto de este 14 de diciembre. (Foto: Red Eyes)

Shirley Manson, vocalista de Garbage, durante el concierto de este 14 de diciembre. (Foto: Red Eyes)[/caption]

La versión de Garbage que llegó la noche del miércoles al teatro Caupolicán para el primero de dos shows en promoción del efectivo álbum Strange little birds (2016), incluye algunos cambios de personal. Eric Gardner figura en reemplazo de Butch Vig tras la batería (ausente del tour por motivos de salud), mientras el bajo está en manos del experimentado Eric Avery, reconocido como miembro de Jane's addiction en sus años de gloria. En escena nada de pantallas de alta resolución ni complejidades en el sistema de luces, apenas un humilde telón con el nombre del grupo y los dibujos de una manada de leopardos. Tampoco hay cables ni efectos a la vista, a excepción de un solitario pedal en el sector donde se instala el guitarrista Duke Erikson. Tanto él como Marker se descuelgan en sintetizadores, intervenciones que matizan esos riffs machacones, planos y recargados que desde un comienzo han caracterizado la música del conjunto, cuya ramplonería instrumental se soslaya gracias al talento melódico de su cantante y el perfeccionismo en el audio.

garbage-2

Durante los primeros temas, incluyendo los éxitos I think I'm paranoid y Stupid girl, parecía que Garbage sería capaz de sostener la atención a pesar de la austeridad del montaje con el sonido consistente y las escasas pausas entre los temas, todo al grano. Pero de pronto Shirley Manson se puso a hablar y lo hizo más de la cuenta refiriéndose al término de la gira y que sabía que era cansador para el público ir traduciendo mentalmente lo que ella decía y blablablá. Consiguió lo previsible cuando no se administra bien esa instancia, resintiendo la dinámica necesaria de un concierto.

Para una audiencia que en su mayoría asistió por los cortes más reconocidos como Only happy when it rains, Push it y Queer, programadas hacia el final del número, fue un desafío a la paciencia. También reflejó un exceso de confianza y una falta mayor para un nombre sobreviviente del rock de los 90, con suficiente carretera, experiencia y presupuesto para saber que, a veces, si hay que poner más condimentos que solo subir al escenario y ponerse a tocar.