Por miedo, un hombre huye de la mujer que ama (le teme porque ella, ebria, le ha confesado que ha mandado matar a un sujeto); él pasa media vida escapando, pero se reencontrarán para vivir la otra mitad. De ahí, quizá, el título, Toda la vida -aludiendo a la canción de Lucio Dalla que popularizara en castellano Emmanuel-, aunque a pesar de su título, el libro también pareciera recuperar una parte de la vida de Héctor Aguilar Camín (1946), su autor.

Su anterior libro, mucho más restringido por la realidad, Adiós a los padres, se había internado en la historia familiar.

"Al final de la historia, todo es ficción y todo es realidad. O, como decía William Burroughs: 'Todo es ficción y todo es autobiografía'", señala Aguilar Camín.

"Como escritor, me interesa menos ahora la diferencia que hay entre realidad y ficción, que la diferencia que hay entre precisión y aproximación. La precisión me parece hoy lo más importante a que puede aspirar un escritor. Y para esos efectos, Adiós a los padres y Toda la vida son probablemente los mejores libros que he escrito, los más precisos, los más exigentes con sus palabras: con el número de palabras necesarias para decir lo que se quiere, con el tamaño de las palabras mismas, con la extensión de las líneas, de los párrafos, de los pasajes, de los capítulos. Son libros gobernados por el dios de la materia mínima necesaria", agrega.

Hay en Toda la vida varias búsquedas: un asesinato, una mujer, ciertos lugares (o su recuerdo) de Ciudad de México.

Hay al menos tres enigmas en este pequeño libro. El primero es qué pasó con el asesinato del Catracho, novio mayor de la menor de las hermanas Montoya. El segundo es qué ha sucedido con

Liliana Montoya desde que desapareció de la vida del narrador. El tercero es qué sucederá cuando reaparece. El enigma que envuelve todo es si las hermanas Montoya, Liliana y Dorotea, son efectivamente capaces de todo lo que el narrador recuerda y ve en ellas. Yo digo que son enigmas suficientes para una novela de 30 mil palabras. Lo de los lugares desaparecidos de la ciudad que el narrador recuerda son una agenda aparte de mi memoria con la ciudad.

¿Rescata algo de sus años de juventud y universidad?

Sí, recobro nostálgicamente la escuela de ciencias políticas de la Universidad Nacional de México. Yo era un habitante vicario de aquella escuela, porque la que asistía realmente a ella era mi hermana Emma. Yo iba de visita. Por esa escuela caminaban las muchachas más lindas de la ciudad de México. Y su cafetería era una fiesta de coquetería, política y desahogos teóricos. Toda la vida es un libro de tema oscuro pero de recuerdos radiantes. Es un libro concentrado en toda la vida que corre por un fragmento o por varios fragmentos recordados de parte de la vida. De las partes vibrantes de una vida.

¿Algún amigo suyo mastica, suavizados con alcohol, vidrios?

Ya no, pero entonces, sí. Un amigo mío hacía eso a manera de rutina alcohólica, tal como se cuenta en Toda la vida. Ese amigo es también el autor del aforismo extendido que explica los males de México como un problema de profesiones mal ejercidas. Ese aforismo extendido, que está en la novela, dice así: "Cuando nos gobernaron militares, perdimos todas las guerras. Cuando nos gobernaron licenciados, violamos todas las leyes. Y cuando nos gobernaron economistas, quebramos la economía". No sé si se aplica sólo a México, o a la América Latina toda.

¿Ha cambiado la relación entre policía y delincuencia mexicanas?

Ha cambiado, para mal. La única defensa de la policía de entonces es que era dueña del hampa. Hoy, por su mayor parte, el hampa es dueña de la policía.

¿Hay algo de eso en el origen de la actual violencia en el país?

Es la expresión más visible de la violencia que sacude a México: el fracaso de las policías municipales, estatales y federales. Por el fracaso de esas policías en el manejo del narcotráfico, el gobierno federal decidió emplear al ejército y declarar la guerra abierta al narco y al crimen organizado. La violencia no hizo sino crecer en los siguientes años, de ocho homicidios por cada cien mil habitantes en 2008 a 23 por cien mil habitantes en 2011. Ha bajado un poco, anda en 17 o 18 por cada cien mil. En total, más de cien mil muertos. Declararle la guerra al narcotráfico es lo peor que puede hacer un país. Vean Colombia y vean México. El narcotráfico hay que administrarlo hipócritamente, ciudad por ciudad, como hacen los Estados Unidos: Que haya droga pero que no haya violencia. El ejemplo mundial a seguir es El Paso, ciudad vecina de Ciudad Juárez.

Esa idea de que en México hay una estrecha relación entre los intelectuales y el poder político, ¿tiene asidero o es sólo ilusión?

El lugar que alguna vez pudieron tener los intelectuales, lo tienen hoy los medios, la prensa. El intelectual faro, a lo Victor Hugo, a lo Sartre, o en México, a lo Fuentes y a lo Paz, es como la escuela de ciencias políticas de Toda la vida: un recuerdo radiante, una utopía retrospectiva, probablemente falsa.

¿Lucio Dalla o Emmanuel?

El músico, Lucio Dalla. El cantante de Toda la vida en mi recuerdo, Emmanuel.