EL PASADO lunes fue un día histórico para Colombia y para América Latina. Tras más de cinco décadas de conflicto interno, el Presidente Juan Manuel Santos y el líder de la guerrilla de las FARC, “Timochenko”, firmaron por fin la paz en la ciudad de Cartagena. La presencia de casi todos los mandatarios de la región, incluida la Presidenta Michelle Bachelet, reflejó la importancia de este momento.

Este acuerdo de paz fue el resultado de cuatro años de negociaciones en La Habana, que tuvieron tensiones y contratiempos. Gran parte del mérito corresponde al gobierno de Santos, que impulsó los diálogos e invirtió todo su capital político en esta iniciativa. Pero este logro no hubiera sido posible sin los esfuerzos de gobiernos anteriores, que mantuvieron la presión militar sobre la guerrilla, obligándola a aceptar que la negociación era la única forma de terminar con una guerra que ha desangrado a Colombia por décadas.

Estados Unidos fue un actor central, especialmente tras el lanzamiento en el año 2000 del Plan Colombia, un programa de cooperación de más de 10 mil millones de dólares que contribuyó a reforzar al Estado colombiano y a sus fuerzas de seguridad. Hace 16 años, la viabilidad de Colombia estaba en riesgo, y las FARC operaban en gran parte del territorio. El esfuerzo de los colombianos permitió al país superar esa prueba decisiva, y afirmar la autoridad del Estado frente a la guerrilla.

Una vez iniciadas las conversaciones de paz, la región entera brindó su apoyo. Washington nombró al experimentado diplomático Bernie Aronson como delegado especial, reasegurando tanto a las FARC como a las fuerzas armadas colombianas. El Presidente Obama, además, ha lanzado el plan “Paz Colombia” para cooperar en el post conflicto. Este apoyo es    -tras la normalización diplomática con Cuba- el mayor logro de la administración Obama en la región. Además, desde su asunción en 2010, Santos buscó reducir las tensiones bilaterales con Venezuela para asegurar la colaboración de este país, que ejerce influencia sobre las Farc.

El rol de Chile también fue destacado: el país actuó como acompañante de los acuerdos junto con Venezuela -con Cuba y Noruega como garantes- y aportará 75 efectivos para la misión de las Naciones Unidas que verificará el desarme de las FARC. La Presidenta Bachelet confirmó, además, que Chile asistirá en los diálogos de paz entre el gobierno colombiano y el ELN, la segunda guerrilla más grande del país.

Aún si los colombianos aprueban el acuerdo en el plebiscito de mañana, el país estará polarizado. Muchos rechazan que los líderes de las FARC -responsables de numerosos crímenes durante el conflicto-puedan evitar la cárcel, y que se les permita la participación en política. Por su propia historia, Chile -entre otros países de la región -conoce bien las tensiones entre el reclamo de justicia y la necesidad de reconciliar al país y mirar hacia adelante.  Otro reto decisivo será asegurar el control de todo el territorio por parte del Estado y seguir combatiendo al narcotráfico.

Convertir en realidad lo firmado en Cartagena será un desafío enorme para Colombia, que llevará tiempo, dinero y esfuerzo. Pero por primera vez en la historia, América es el único continente del mundo en paz. Es un logro de Colombia, y de toda la región.