A los 27 años, Dimitri Shostakovich era el gran ejemplo del prodigio soviético, un músico educado con rigor en el Conservatorio de Petrogrado durante el albor de la revolución de octubre y miembro destacado del Teatro de los Jóvenes Trabajadores, dedicado a difundir el arte entre los campesinos y obreros.

Hijo de una familia burguesa y liberal, Shostakovich creyó que su primera gran contribución al arte socialista debía ser una ópera en tributo a la mujer soviética. La primera función fue el 22 de enero de 1934, en el Teatro Maly Operny de Leningrado. Dado el fulminante éxito, consiguió 200 representaciones y el propio Stalin quiso saber qué tan brillante era la obra. Pero en mitad de la función abandonó la representación y, poco después,  un largo artículo del Pravda, titulado Confusión en vez de música, condenó la pieza.

El primer golpe que Shostakovich sufrió de manos de las autoridades de su país acusó a Lady Macbeth de Mtsensk de "formalismo burgués", eufemismo que significaba un rechazo al modo en que el músico presentó a sus personajes. Una historia con tres asesinatos, un suicidio, una violación, una adúltera y tres hombres de cuarta categoría no tenía nada que hacer en la tarea de educar al pueblo ruso para una sociedad mejor.

A Stalin, según documenta Simon Sebag Montefiore en La corte del zar rojo, le gustaban los balazos y la violencia en el arte (amaba los westerns y a John Wayne), pero nunca soportó las escenas de sexo, los besos exagerados ni los hombres sin voluntad. La ópera de Shostakovich tenía todo lo que detestaba: personajes masculinos débiles, una mujer fuerte y una larga escena de sexo.

Durante 30 años Lady Macbeth estuvo prohibida en la Unión Soviética. Recién en los 60 Shostakovich la reestrenó, aunque en una versión "suavizada".

Lady Macbeth es el gran evento de este año en el Teatro Municipal, que la exhibe por primera vez en Chile desde el lunes 20 de julio. Se trata de una puesta en escena moderna, de líneas rectas, con ventiladores, escaleras, grandes habitaciones, escritorios y mucho azul y gris. Es una suerte de versión irónica de la burocracia totalitaria, pero que según el director de escena, Marcelo Lombardero, "tiene mucho también de matadero, frigorífico y deshuesadero. En resumen, lo hemos pasado todo a carne y sangre, que es de lo que habla la obra. Se trata de un mundo miserable y donde hay bastante promiscuidad también", indica Lombardero.

Basada en un relato del escritor ruso del siglo XIX Nikolái Leskov, Lady Macbeth de Mtsensk indaga en la tragedia de Katerina Ismailova, una mujer casada con un pusilánime vendedor viajero. En su gran casa, Katerina es vigilada día y noche por su matonesco suegro y cree encontrar el amor perdido en un recio trabajador de la estancia familiar. Con complicidad de éste, la mujer asesina a su esposo y su suegro, cae en la cárcel.

A diferencia del relato de Leskov, Shostakovich muestra a Katerina como alguien capaz de todo por amor. "Shostakovich planeaba cuatro óperas con el personaje de la mujer revolucionaria, empezando por Katerina, hasta llegar a la mujer del futuro, totalmente emancipada. No entendió la sociedad en que vivía, fue demasiado ingenuo", explica Lombardero.

Tras la prohibición, Shostakovich nunca más retornó a la ópera e incluso se alineó con el Partido escribiendo algunas sinfonías y cantatas dedicadas a la Revolución. Aunque fue uno de los símbolos del artista martirizado, para él Stalin fue su némesis y su inspiración. En ese sentido,  la moral y la crudeza de los personajes masculinos de Lady Macbeth pueden ser el retrato musical más acertado del zar rojo.