Lunes 4 de enero. Tras la fuerte crisis desatada entre el gobierno y la DC, el ministro del Interior, Jorge Burgos, y la jefa de gabinete de la Presidenta Michelle Bachelet, Ana Lya Uriarte, se encontraron a primera hora en el tradicional comité político de inicios de semana.

El saludo formal de ambos replicó la tónica que se ha intentado instalar -por todos los sectores- en los días posteriores a la desestimada renuncia del titular de Interior, que marcó el final de 2015 para el gobierno: el regreso a la normalidad.

Pero casi nadie en el oficialismo está convencido de ese escenario. Por el contrario, en la Nueva Mayoría, particularmente en la DC, en el gobierno y en el entorno presidencial aseguran que lejos de resolverse las diferencias, éstas no sólo quedaron en un punto suspensivo, sino que, además, se profundizaron.

"El aire quedó muy espeso", afirmó a Reportajes un jefe de partido del bloque, como para explicar que todos tomaron nota de que el desenlace de la crisis aún no se produce.

Pese a ello se cumplieron todos los ritos previstos para desactivar, en apariencia, el conflicto. Al mediodía del lunes 4, el presidente de la DC, Jorge Pizarro, almorzó a solas con la Mandataria durante tres horas.

Bastó que la cita terminara para que las versiones del encuentro dependieran de quien las entregara.

El líder DC sacó cuentas alegres y trasmitió a sus cercanos que en la reunión repuso los cuestionamientos de su partido al rol que desempeñan Ana Lya Uriarte y la jefa de Comunicaciones de Bachelet, Haydée Rojas, quienes -según se quejó- mantienen en un permanente aislamiento a la Mandataria.

Pizarro volvió a la carga con la tesis de la desafección de los democratacristianos con el gobierno -que sumó a varios adeptos al interior de la falange en los últimos días- y pidió un mayor diálogo con Bachelet, más directo, sin tanto intermediario. “Hay que hacer más política”, dijo.

Pero en el gobierno, la sensación respecto de ese encuentro fue otra, una muy distinta. De acuerdo al entorno de la Mandataria, ésta enrostró a Pizarro -un otrora cercano a Bachelet- por los excesos en los que incurrió la DC en los últimos días. Bachelet también le habría recordado al timonel de la falange que la elección de sus asesores era una atribución exclusiva de ella e hizo ver su molestia por las filtraciones casi textuales de su diálogo privado de 40 minutos con Burgos, el miércoles 23, para desactivar su salida. En particular, hay un antecedente que generó molestia en el círculo presidencial: la supuesta presentación por escrito de la dimisión del titular de Interior que -según altas fuentes de Palacio- nunca se produjo.

Aunque la Jefa de Estado admitió que hubo celo en el manejo de su polémico viaje a La Araucanía y que esta actitud constituyó un error, defendió y ratificó a su jefa de gabinete y a su jefa de Comunicaciones.

Uriarte -sin embargo- sufrió un traspié en la influencia casi sin contrapesos que ostentaba hasta antes de la crisis. El lunes en la noche, en una reunión extraordinaria, el comité político de La Moneda se allanó a crear una nueva instancia de diálogo con los jefes de partidos de la Nueva Mayoría: desde ahora en adelante, y con carácter mensual, los ministros y los timoneles se reunirán a solas para abordar la contingencia.

La arremetida DC, en todo caso, no fue completamente exitosa, ya que el plan inicial contemplaba la exclusión de la jefa de gabinete de la Presidenta del tradicional comité político de los lunes, en los que a inicios de semana se resuelve el rumbo del gobierno. Uriarte seguirá presente en la instancia, donde suele tomar nota de los acuerdos e intervenciones de los presentes para dar cuenta a Bachelet.

El martes 5, consultado sobre su relación con la jefa de gabinete de la Mandataria, Burgos afirmó que era buena. “No hay ningún problema”, dijo. Para él, el impasse había terminado. “Con mucho rigor, ya di vuelta la página”, afirmó.

En tanto, el vocero Marcelo Díaz dio oficialmente por cerrado el episodio y sostuvo que era un “asunto superado”.

Con todo, en el oficialismo hay consenso en que -de una u otra manera- comenzó una suerte de cuenta regresiva en la permanencia de Burgos en La Moneda, porque se terminó por deteriorar la frágil relación que éste tiene con Bachelet, aunque las señales visibles apunten en la dirección contraria.

Más importante aún, en todo caso, es que en la DC se comenzó a hablar -esta vez abiertamente y aseguran que “en serio”- de la posibilidad de evaluar la permanencia de la colectividad en el gobierno en la antesala de una junta nacional agendada para marzo, con la elección municipal en octubre y con dos años de administración aún por delante.

“En la DC quedamos cohesionados, pero dolidos. De todos modos, hemos valorado que la figura del ministro del Interior haya quedado empoderada, y que él fijara condiciones para su permanencia, porque no son condiciones personales; son condiciones bajo las cuales se tiene que hacer un buen gobierno”, explicó el vicepresidente de la DC, Matías Walker.

En la Nueva Mayoría, en tanto, no son pocos los que advierten que, con este último episodio, el partido que hoy dirige Jorge Pizarro ocupó todas las cartas en mano para ejercer presión sobre la trayectoria del gobierno. Además, en distintas instancias está el convencimiento de que pase lo que pase, la DC no está en condiciones de abandonar el gobierno sin enfrentar un quiebre interno.

“En este episodio nadie ganó, al revés, creo que muchos perdieron. Hubo errores no forzados y no creo que en la DC estén sacando cuentas favorables de un episodio que nos golpea como coalición, no veo quién pueda haber ganado”, dijo el presidente del PPD, Jaime Quintana.

La irrupción de Aleuy

Una participación hasta ahora desconocida, pero clave, señalan en el gobierno, cumplió el subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy, para desactivar la crisis.

Apenas estallado el conflicto, el funcionario conversó por teléfono con varios dirigentes DC para intentar poner paños fríos.

También durante el pasado fin de semana se reunió en privado en dos ocasiones con Jorge Pizarro. Aleuy quería conocer de primera fuente la magnitud de la molestia DC para explorar algunos caminos de salida y evitar que el conflicto entre la falange y el gobierno terminara desbordándose.

El subsecretario advirtió al timonel DC que la filtración casi íntegra del encuentro privado entre Bachelet y Burgos había sido un profundo error -esta semana los funcionarios de Interior recibieron la instrucción de evitar al mínimo el traspaso de información-, que la Mandataria estaba molesta y que la exigencia de cambios profundos en el Segundo Piso (donde trabaja el grupo de asesores presidenciales) era una pelea perdida.

En paralelo a las conversaciones con Aleuy, Pizarro se comunicó con sus pares de los partidos del bloque para explicar la postura DC. Pese a que existía consenso en que la marginación del titular de Interior de los preparativos del viaje de Bachelet a La Araucanía constituía un hecho grave, el timonel de la falange no encontró respaldo para empujar la salida de Uriarte. Al contrario, la recomendación más recurrente era a bajar la tensión, en especial porque ya había conseguido la continuidad del ministro del Interior.

A primera hora del martes 6, la directiva DC se reunió para realizar una evaluación del desenlace de la crisis. Hubo un saldo positivo respecto de que el episodio reforzó la cohesión partidaria, pero con un giro en el discurso: ya no exigirían la presencia de un militante de sus filas entre los asesores más cercanos a Bachelet. Para la falange, de ahora en adelante esa es una estructura que simplemente no funciona y que no pretenden legitimar.

Si bien en la DC valoraron el respaldo espontáneo de los principales dirigentes del partido -de todas las tendencias- en favor de Burgos, justo en un momento de alta tensión en la interna, lo que también significó un respiro para la gestión de Jorge Pizarro, hubo espacio para la autocrítica respecto de que las declaraciones de varios camaradas fueron más allá del conflicto particular e impactaron directamente a la Presidenta.

Los dardos apuntaban en especial a Gutenberg Martínez, quien el miércoles 23, sin esperar al resultado de la cita entre Burgos y Bachelet, y a pesar de la comunicación permanente que sostuvo durante toda la crisis con Pizarro, publicó una dura declaración llamando a evaluar la permanencia de la DC en el gobierno si es que el titular de Interior salía de su cargo.

En privado, Martínez ha explicado su tesis. Si bien se ha referido al gobierno como un lastre con el cual hay que convivir por los próximos dos años, cree que no hay que dejar el oficialismo, pese a su advertencia pública. Para el ex líder de la falange, no existen condiciones políticas para quebrar con la Nueva Mayoría y que -en rigor- lo que se busca con estos episodios es potenciar la identidad DC.

“Ningún partido de la Nueva Mayoría sale bien del episodio de La Araucanía, todo se pudo haber evitado con un mínimo de diligencia. Burgos queda como una persona generosa y responsable, que antepone el bien común a sus propias y legítimas inclinaciones personales”, dijo el senador Ignacio Walker.

El episodio -sin embargo- atizó las críticas que se incuban en un grupo de dirigentes, varios de ellos ex autoridades de los gobiernos de la Concertación- con las reformas promovidas por Bachelet.

El domingo pasado se difundió una carta de 26 militantes del partido, liderados por la ex ministra Mariana Aylwin, con una fuerte crítica a la gestión de la Mandataria.

Pese a que varias figuras se negaron a poner su rúbrica en la misiva, el texto dejó de manifiesto que existe un grupo que está disponible para exacerbar cualquier desavenencia entre la DC y el gobierno.

La ofensiva DC también fue abordada con ojo crítico por sus socios de coalición, en especial por el PPD. En la cena que reunió a la directiva de la colectividad con sus seis ministros en un restaurante de Providencia el martes 5, lo que más se repitió fue que a la DC “se le pasó la mano”. Ni siquiera el lugar de la cita quedó al azar: éste queda a pasos de la ex sede del comando de Bachelet y su dueño fue el chef de La Moneda durante su primer gobierno.

La conclusión de la cita -que fue organizada por el canciller Heraldo Muñoz junto a Jaime Quintana- fue que, ahora más que nunca, había que salir a respaldar el programa de reformas con el que ganó la Nueva Mayoría y que sustenta el acuerdo programático que une a las siete fuerzas en un mismo bloque.

Con ese mensaje, la mesa PPD buscaba comprometer, de manera especial, al ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés.

“La DC tiene el legítimo derecho a poner los temas que le parecen importantes, lo que no le da el derecho de cuestionar el programa de gobierno”, afirmó el senador Felipe Harboe.

Los dilemas de la falange

Dando cuenta de la frágil situación del partido, de la evidente distancia con el gobierno, de la baja aprobación de Bachelet en las encuestas y de la ausencia de figuras partidarias que puedan potenciar a sus candidatos, la comisión municipal de la DC tomó en los últimos días algunas decisiones. Lo primero fue cambiar las proyecciones para la elección municipal. Si al principio la tesis era “subir un peldaño”, hoy los cálculos indican que lo mejor es apostar a mantener lo que ya existe.

Por ello es que les han pedido a todos los dirigentes que ejercen como alcaldes y concejales que repostulen en octubre próximo. Además, redujeron al mínimo la realización de primarias y esperarán hasta último momento el resultado de la investigación de la fiscalía en el llamado caso basura, donde uno de los investigados es Christian Vittori, actual edil de Maipú, la comuna con más población del país, que renunció a la falange, pero que pidió un cupo a la colectividad para volver a competir.

“El PDC defiende 391 concejales y 56 alcaldes. Los alcaldes de la DC gobiernan a casi el 18% del país. Lo que más inquieta es Maipú. Esa comuna representa el 2,5% del país. Perder Maipú sería un duro golpe, lo mismo pasa en La Reina, donde la DC ganó producto de la división de la derecha. En Quinta Normal, la alcaldesa incumbente deberá enfrentar una primaria con una desafiante socialista. El gran problema de la DC está en la Región Metropolitana”, explicó el experto electoral Mauricio Morales.

Morales sostiene que el “episodio Burgos” sirvió para unir al partido en un momento de alta fragilidad, pero que esa unidad duró muy poco con la carta de 26 dirigentes titulada “Progresismo sin progreso”, que fue publicada en El Mercurio y que volvió a dejar al descubierto las divisiones internas de la tienda.

Si antes las diferencias en la interna eran entre las tendencias, hoy lo que separa a los militantes de la falange es la intensidad en la adhesión al gobierno de Michelle Bachelet. Y a sus reformas.

La polémica misiva fue gestada por Mariana Aylwin y Alvaro Clarke, ambos, además de militantes de la falange, son adherentes de Ciudadanos, el movimiento del ex ministro Andrés Velasco, que trabaja por estos días para ser partido.

Desde hace tres meses que ambos comenzaron la redacción de la carta, que pasó por varias manos -como la del ex titular del Banco Central Carlos Massad- y que sufrió múltiples modificaciones. Quienes firmaron aseguran que hubo tres ex ministros que si bien compartían algunas ideas del documento, optaron por no adherir: José Pablo Arellano, René Cortázar y Alejandro Foxley, todos de Cieplan. Para ellos, no era la forma, ni menos el momento.

Además, los tres ex secretarios de Estado forman parte del sector que está detrás de la opción presidencial de Ignacio Walker. El ex canciller ha tomado distancia de las acciones de Aylwin y compañía, y mantiene inalterable su plan para convertirse en la carta de la falange para el 2017, a pesar de la irrupción del ex Presidente Ricardo Lagos.

El grupo ya perfila su participación en la junta nacional de marzo. Los dirigentes pidieron una audiencia con el presidente de la DC, pretenden constituir un referente en la interna y disputarán la idea de que, antes de cualquier definición respecto de la política de alianzas, la tienda tiene que volver al centro político. Todo, mirando en el horizonte un eventual respaldo a la candidatura presidencial de Andrés Velasco.

Aylwin y compañía se encontraron con la oposición del sector que encabeza la diputada y vicepresidenta Yasna Provoste, que junto al presidente de la juventud del partido, Diego Alcalde, elaboró una rápida respuesta a la carta de los 26 militantes de la falange, que tuvo cientos de adherentes, entre ellos, una decena de diputados democratacristianos.

Un factor inesperado del episodio Burgos fue que tras la crisis entre el gobierno y la DC, y en completa reserva, un grupo inició conversaciones para generar una renovación al interior del partido. De hecho, entre los participantes hay colaboradores que respaldaron a la actual directiva, pero que creen que llegó el momento de promover un cambio profundo, que podría incluir la remoción de Pizarro antes de que termine su período formal a la cabeza del partido. Ya se reunieron la semana pasada y este martes volverán a juntarse.

“La DC tiene que sincerar lo que fue el año 2015, recoger el guante y reaccionar si es que pretendemos ser un partido competitivo y con un liderazgo importante dentro de la Nueva Mayoría. Tenemos que estar a la altura, aquí hubo una apelación directa y en la DC no podemos mirar para el techo. La renovación es más necesaria y urgente que nunca”, afirmó Gabriel Silber.

Un tercer grupo, encabezado por el vicepresidente Sergio Espejo, y que reúne a quienes exigieron adelantar la junta nacional, se reunirá esta semana para tener una postura común.