Siete veces los egipcios han acudido a las urnas desde la caída de Hosni Mubarak, en febrero de 2011, incluidas dos elecciones presidenciales, la última de las cuales finaliza hoy. En la búsqueda de estabilidad posrevolucionaria, quien asuma las riendas del país deberá hacer frente a varios desafíos y problemas que cubren todos los ámbitos de la vida cotidiana. Los mismos que no han hecho más que profundizarse en los turbulentos últimos tres años. De no mediar nada extraño, el próximo presidente del país árabe será el mariscal Abdel Fatah al Sisi, jefe del Ejército al momento de la asonada militar que sacó del poder, en julio pasado, al gobernante electo democráticamente Mohamed Morsi. A continuación, los principales retos que debiera enfrentar el nuevo "rais".

1. TAMBALEANTE ECONOMIA

Recomponer económicamente al país será la mayor dificultad que enfrentará el nuevo gobernante egipcio, dado el panorama actual: el déficit fiscal y la deuda pública se han disparado desde 2011 a la fecha, alcanzando el 14% y alrededor del 100% del Producto Interno Bruto (PIB), respectivamente. La inversión extranjera ha dejado el país debido a la inestabilidad y la inseguridad. Un cuarto de la población (25,2%) vive bajo la línea de la pobreza, el desempleo ronda el 13% y, a su vez, el 70% de los desocupados tiene entre 15 y 29 años. "Estos dos problemas socialmente explosivos estaban entre las principales fuerzas que encendieron la revuelta popular contra Mubarak, y los dos han empeorado en los últimos tres años", ha advertido, en un análisis publicado en el diario online Sada, el economista cairota Mohammed Samhouri.

Para colmo, la inestabilidad y la inseguridad han mellado el sector turístico (que representaba el 11,3% del PIB y proporcionaba el 12,5% del empleo), al punto de que 2013 fue descrito por el gobierno como "el peor año (para la industria) en la historia moderna" del país. A lo anterior se suma que, desde el derrocamiento de Morsi, gran parte del escaso dinero existente en las arcas egipcias proviene de sus aliados de Arabia Saudita, Kuwait y Emiratos Arabes Unidos. Se desconoce aún a cambio de qué se entrega esta ayuda (unos US$ 20.000 millones en los últimos 10 meses) ni hasta cuándo durará.

2. SUBVENCIONES VS. APOYO

Cualquier solución económica a largo plazo implicará algún tipo de recorte a los amplios subsidios estatales, sobre todo al pan y el combustible, que consumen cerca de un tercio del presupuesto nacional.

"Cualquier eliminación de los subsidios sería políticamente costoso y requeriría de un consenso social, que parece imposible de lograr en la actualidad", escribió, en el diario australiano The Sydney Morning Herald, Adel Abdel Ghafar, experto en temas árabes de la Australian National University.

3. INTERESES DEL EJERCITO

Aunque popular, el tener al poderoso Ejército de su parte no le asegura a Al Sisi un futuro prometedor. La institución posee su propio imperio económico y cualquier reforma podría afectar sus intereses, que englobarían al 40% de toda la economía egipcia, según el diario británico The Guardian.

4. GRUPOS EXTREMISTAS

Desde el pasado 3 de julio a la fecha, más de 1.400 personas -en su mayoría seguidores de Morsi- han sido asesinadas por policías y soldados, según la agencia France Presse. En respuesta a esta violenta represión, centrada principalmente contra los Hermanos Musulmanes y su entorno, los insurgentes yihadistas han multiplicado los atentados contra las fuerzas militares.

Aunque sus ataques se han concentrado en la península del Sinaí, también ha habido algunos en El Cairo. Así, en los 10 meses transcurridos desde el golpe de Estado, los ataques extremistas han dejado más de 500 muertos, según el diario español El Mundo. En su mayoría, han sido reivindicados por el grupo Ansar Beit al Maqdis. El gobierno interino ha intentado poner mano dura y no ha funcionado. Al Sisi ha prometido lo mismo.