Gracias a una serie de logros muy destacables, la astronomía nacional se ha posicionado en muy poco tiempo como una actividad de clase mundial, conquista que no solo se explica por la excelente calidad de sus cielos -lo que ha favorecido la construcción de grandes telescopios, permitiendo notables hallazgos sobre el cosmos-, sino también por el buen nivel de los astrónomos que se están formando en el país, creándose así una combinación virtuosa que debería servir de ejemplo para el desarrollo de la ciencia en nuestro país.

Hace algunos días se dio a conocer que la Nasa había descubierto siete planetas similares a la Tierra, hallazgos que en buena medida fueron posibles gracias al Very Large Telescope y el Trappist-South, ambos telescopios ubicados al norte de Chile. Asimismo, destaca el alto número de especialistas que convocó la XVI reunión de la Sociedad Chilena de Astronomía, donde nuevamente fue posible apreciar el alto nivel científico que se ha alcanzado en el país. La astronomía, de hecho, ya representa el 10% de toda la producción científica nacional, y los trabajos desarrollados por expertos nacionales destacan a nivel internacional. En ello ha sido fundamental contar con la presencia de instituciones como la europea ESO.

El caso de la astronomía nacional es un buen ejemplo de lo virtuoso que significa cuando confluyen talento, disciplina y excelencia académica. Ello es ilustrativo a propósito de la extendida creencia de que entidades como un Ministerio de la Ciencia podrían ser la clave para estimular el desarrollo científico. Si bien contar con agencias especializadas que canalicen fondos públicos hacia la ciencia es relevante -un mayor apoyo estatal en cuanto a recursos para la ciencia también sería deseable-, el trabajo disciplinado y la atracción de talento ha probado ser insustituible.