En tiempos de tormenta tienes dos posibilidades claras. Aguantar el chaparrón con lo que tienes y esperar que amaine el diluvio, o jugártela con cambios de nombre e innovaciones tácticas.

Normalmente los técnicos pasan de una a otra en ese preciso orden. Lo hizo Mario Salas en la UC manteniendo esquema y nombres a como diera lugar. La evidencia fue tan brutal que le pegó en la cara. La eliminación de Copa Chile terminó de consumir el crédito del bicampeonato y empujó al Comandante a la segunda alternativa. El cambio.

Éste suele ser, muchas veces, más cosmético que estructural. Cambia más el camarín que lo que cambia en la cancha. La razón es simple. Innovaciones como ubicar a Buonanotte de 9 es un mensaje al vestuario. Ya no importa el nombre, la nacionalidad o el currículum. Se acabó la complacencia y jugará el que ande mejor, incluso si esto significa jugar sin delanteros netos. Con esto, los habituales titulares sienten la presión y los suplentes ven una ventana de entrada al equipo. En conclusión, fuerza y fomenta la competencia interna.

La UC repitió muchos de los errores que viene cometiendo, pero mostró un perfil distinto cuando tuvo que remar el partido contra la corriente. Más calmo, mejor organizado y sin jugadores escapados que juegan un partido aparte.

Quizás la gran diferencia fue reorganizar el juego en función de las cualidades de sus jugadores y no al revés. Aued se vio mucho mejor más acompañado que solo y jugó su mejor partido. Diego Buonanotte, el delantero exclusivo que tenían los cruzados, participó en todas las fases del juego y permitió acortar el equipo. Marcó uno, perdió un mano a mano y desaprovechó un penal (con gran mérito de Peric).

Alternando buenas y malas, llegó mejor al arco contrario.

Ignoro si este será un renacer cruzado o algo por ese estilo. De lo que sí estoy seguro es de que Salas sacó más conclusiones positivas que negativas. Y les aseguro también que el camarín recibió un mensaje fuerte y claro.