Los aviones comerciales siguen volando a la misma velocidad que en los años 50. Dada la extensión de los avances en el sector aeroespacial en el último medio siglo, además de los saltos tecnológicos en casi todos los demás aspectos de la actividad humana, parece razonable preguntar: ¿por qué no podemos volar más rápido?

Es la interrogante que impulsa a una startup llamada Boom Technology, que dice que es hora de popularizar los vuelos supersónicos. La empresa busca velocidad con una idea audaz: un avión con una capacidad máxima de 45 asientos que se desplaza a Mach 2,2 (2.321,6 kilómetros por hora), más rápido que el desaparecido Concorde y que el estándar de 880 km/h, con tarifas no más caras que las de un viaje de ida y vuelta en clase ejecutiva hoy en día, entre US$5.000 y US$10.000.

Sin embargo, mucho antes que los pasajeros puedan maravillarse por atravesar rápidamente el Atlántico, Boom tendrá que venderles a las aerolíneas no solo un avión con tecnología disruptiva, sino también uno que pueda alcanzar esas velocidades asombrosas de forma efectiva en términos de costos. Debe obtener ganancias sólidas -no se permiten retornos mediocres- uno de los motivos fundamentales por los que el Concorde se transformó en una aberración de la aviación comercial en lugar de convertirse en el heraldo de los vuelos supersónicos universales.

Escepticismo

Probablemente Boom enfrente un profundo escepticismo en una industria conservadora que sigue dependiendo mucho de un diseño fundamental de avión creado hace 70 años.

Las grandes compañías aéreas a las que cortejará Boom operan con dos máximas cardinales: es muy difícil ganar dinero con aviones pequeños pero más difícil es hacerlo con aviones supersónicos, por su ineficiente uso de combustible.

En respuesta a los escépticos, Boom promociona su diseño como una actualización radical del atribulado Concorde, que fue operado sólo por dos aerolíneas en 27 años: Air France y British Airways. Las aerolíneas ya no toleran equipos tan ruidosos y que consumen tanto querosén, lo que implica que los nuevos diseños de motores deben ser eficientes en combustible, generar escasas emisiones y hacer poco ruido.

Boom diagnosticó los defectos operativos del Concorde en dos categorías. En primer lugar, el avión tenía costos de operación astronómicos, por su voraz apetito de combustible.

En segundo lugar, los factores de carga del Concorde solían ser bajos por las tarifas altas que Air France y British Airways se veían obligadas a cobrar, por lo general alrededor de US$15.000 a US$20.000 al tipo de cambio de hoy.

Boom dice que planea resolver todos esos defectos. La ruta modelo de la startup es de Nueva York a Londres, que insumiría poco más de tres horas de vuelo y le daría a un pasajero corporativo la oportunidad de cruzar el océano y volver en un día. "Salir de Nueva York a las 6.00, reunirse por la tarde y para la cena en Londres y volver a casa para acostar a los niños", dice la empresa con sede en Denver en su web. Un vuelo de San Francisco a Tokio tardaría cinco horas y media.

Acuerdos

Boom cerró un acuerdo con The Spaceship, la división de fabricación de Virgin Galactic, la empresa de Richard Branson, para utilizar los servicios de ingeniería, diseño y apoyo a pruebas de vuelo de la compañía.

Como parte de este acuerdo, The Spaceship también posee opciones para los primeros 10 aviones de Boom. "Hace mucho que Richard manifiesta interés en el desarrollo de vuelos de alta velocidad y en acumular investigación y desarrollo sobre vuelos de alta velocidad mediante Virgin Galactic y nuestra organización de fabricación", dijo Christine Choi, portavoz de Virgin Group.

Otra aerolínea europea no identificada adquirió opciones de compra para 15 aviones, dice Blake Scholl, el cofundador y máximo responsable de Boom, y la empresa está hablando con las operadoras acerca de opciones para 170 aviones más.

Un análisis de Boyd Group International, una consultora de aviación, sugirió que Boom podría vender unos 1.300 aviones de pasajeros supersónicos en el lapso de 10 años para un servicio premium en rutas frecuentadas por pasajeros corporativos.

Los aviones de Boom apuntarían a centros globales de negocios instalados en algunas de las principales ciudades del mundo, como Hong Kong, Londres, Nueva York, Singapur, Sídney y Tokio, donde los pasajeros corporativos serían propensos a pagar por el tiempo extra que podría generarles viajar en un avión supersónico.