Nunca imaginé que mi consejo a Cristiano Ronaldo de que ese balón de fútbol que le mostré, más que aire, acunaba gloria y dinero, fuera premonitorio.

Un día me dicen que Cristiano Ronaldo había roto un vidrio del baño de la Casa del Jugador junto a un compañero, Paulo Ferreira. Les cito a mi oficina. Pregunto qué pasó y Cristiano me cuenta que Paulo le lanza un jabón recién abierto y le golpea la cabeza. Éste se agacha y no halla el jabón, y no encuentra nada mejor que responderle lanzando una chala de baño. Paulo se agacha y la chala encuentra el consabido vidrio estallando en mil pedazos.

Les digo que el que rompe paga. Entonces tomo un balón de fútbol y le pregunto a Cristiano: "¿Qué tiene este balón adentro?". "Aire", responde Cristiano. Y replico diciéndole que no, que adentro tenía millones de dólares. Que si se portaba bien, seguía los consejos de todos, cumplía con las normas, etcétera, podía ganar mucho dinero.

Él desde niño mostró estampa de ganador, su caminar ya tenía un aire empresarial, su carácter fuerte lo distinguía. Se sometió a todos los rigores de la profesión a temprana edad. 14 y 15 años no son fáciles para atisbar un destino, un crepúsculo, menos un amanecer. Esa adolescencia compleja te puede llevar a las alturas o al abismo. Oriundo de la Isla de Madeira, con su fuerte personalidad se sobrepuso a la mundanal vida de Lisboa.

Siempre le dije que el uno contra uno debía ser su mejor arma. Y para eso debía trabajar insistentemente la conducción con fintas, amagues y esquives. Estos fundamentos de habilidad técnica luego se lo trabajaron hasta la saciedad en el Manchester United. Y tenía 17 años con la camiseta de David Beckham.

Lo mismo sucedía con Quaresma, los mismos consejos, también con habilidad pura y velocidad mataba. Estaba una división más arriba de CR7. De este chico de padres gitanos nos preocupaba su estilo de vida fuera del Sporting. Luego fue vendido al Barcelona de raudo paso. Más tarde al Inter de Milán, donde anduvo mejor para llegar al Porto y la selección. Felizmente siguió en buen rumbo y ahora triunfa con su selección.

Mirando las pinturas de Lucien Freud, pintor inglés, donde muestra desgarradoramente la decadencia humana, donde hueso y carne se funden grotescamente, pienso en CR7. Su esbelto cuerpo propio de un adonis, indefectiblemente ha caído en las manos de mercaderes bajo la opulencia estética con otra imagen. La del héroe en el cual todos quisieran impregnarse. De una u otra manera la mayoría cae en estos mercachifles donde se acepta la especulación, se lucra con sus bíceps, sus envidiados pectorales y su aura de poder estable.

Sin lugar a dudas, que este muestrario fiel de un atleta del siglo 21, provoca envidias y traiciones.

Son muy pocos los que se salvan en esta fauna salvaje, cuya especie está en vías de extinción.

Hoy es el mejor jugador del mundo. El reconocimiento brilla en sus vitrinas. Colecciona balones de oro y títulos por doquier. Es el Espartaco de nuestros tiempos. Y a este guerrero y su tropa debe enfrentar este miércoles la selección de Chile.

CR7 no fue a pasear a Rusia. Tiene alma de depredador y cada partido es un desafío.

Se observa en las pantallas gigantes, él lo sabe y le agrada. Es un hedonista consumado. Un segundo en la TV es dinero. Un segundo en el área es mortal. Un segundo de descuido es gol. Un segundo de pestañeo, es el triunfo.

Cristiano Ronaldo vive hoy en el Olimpo, pero debe saber que su garboso cuerpo con el paso del tiempo, será modelo para pintores como Lucien Freud.