Sergio Tiempo fue el encargado de abrir el ciclo Grandes Pianistas del Teatro Municipal. El argentino, que por segunda vez se presenta en nuestro país, tocará un repertorio íntimamente ligado con su familia. "Compuse este programa para un concierto que di en el Queen Elizabeth Hall de Londres. Mi idea fue que cada obra representara la personalidad de un miembro de mi familia", cuenta el músico.

A través de Brahms, Beethoven y Prokofiev el pianista lleva a escena su historia familiar. Nacido en Venezuela en 1972, Tiempo aprendió a tocar piano a los dos años, gracias a las lecciones de su madre, la pianista y pedagoga Lyl Tiempo. "La gran instigadora de todo fue ella", afirma. "Mi mamá estaba interesada en la pedagogía infantil y ya desde los 11 años comenzó a dar sus primeras clases. Dentro de ese contexto era casi imposible que yo no tocara el piano". Su primera aproximación con el instrumento fue una mezcla de juego y capricho infantil. Niños de todas las edades invadían a diario su casa para tomar lecciones con su madre. "Yo le pedí que me hiciera clases, porque me sentí excluido. Y fui su alumno más pequeño", recuerda. Como parte de su metodología, Lyl Tiempo - hija de los pianistas Antonio De Raco y Elizabeth Westerkamp- organizaba conciertos para que los niños se acostumbraran a tocar frente al público. Sergio, que rápidamente mostró habilidades fuera de lo normal, dio su primer concierto a los 3 años.

La familia de Tiempo es una familia de pianistas notables. Karin Lechner, su hermana mayor, es también otra destacada exponente y su sobrina, Natasha Binder, desde hace algunos años viene llamando la atención de todo el mundo por su increíble talento para el instrumento. Con ella, ya son cuatro generaciones de músicos.

Por esta razón, la historia de Sergio Tiempo es inseparable de su historia familiar. En 2012 el canal de cable Film&Arts produjo un documental sobre esta conexión tan particular. La película Concierto para cuatro pianos se originó cuando el ex director del Teatro Colón, Pedro Pabla García Caffi, le dio carta blanca al pianista para montar una presentación. La propuesta del músico fue un hito inolvidable: la primera parte del concierto sería interpretada sólo por él y, poco a poco, se irían sumando su hermana, su sobrina - por entonces de 10 años - y su madre.  "El hecho de tener la libertad para elegir, me permitió hacer algo más íntimo. Me gustaba la idea de compartir un momento familiar en el escenario. Algo que nunca habíamos hecho", rememora.

Esta familia, de origen argentino, lleva más de tres décadas radicada en Bélgica. Sergio, que nació en Venezuela, mientras su padre cumplía con sus labores diplomáticas, vivió sus primeros seis años en Caracas. Y nunca más volvió a avecindarse en Argentina "Voy una vez por año a ver a mi familia y a tocar, pero la mayor cantidad de tiempo que he estado han sido un mes o dos". Aunque la mayor parte de su vida la ha hecho en Europa, reconoce tener una fuerte conexión con la cultura argentina y venezolana. "Me siento profundamente latinoamericano", dice.

Tiempo ha hecho una carrera notable. Con 14 años debutó en el ciclo Grandes Pianistas del Concertgebouw de Ámsterdam. "Eso fue una plataforma de lanzamiento para mí", cuenta. Ha obtenido el premio Alex De Vries de Bélgica, cuatro primeros lugares en el Festival de Música de Ealing en Londres y el Premio Davidoff de Alemania. Llega al Teatro Municipal, tras haber sido parte de una gira con la Filarmónica de Los Ángeles, donde estuvo bajo la dirección del venezolano Gustavo Dudamel.

Lleva una vida completa dedicada al piano, ¿Cómo describiría su vínculo con la música?

Tengo una relación de amor y odio con la carrera de músico. Por supuesto, me encanta lo que hago. Me encanta también poder aprender y superarme. Todo eso me parece hermosísimo, además que es un camino sin fin. Pero la carrera en sí, siempre me molestó. Mi sueño siempre fue ser un músico amateur, ganarme la vida haciendo otra cosa y hacer música sólo por el amor a ella. Cuando uno hace carrera de músico, mezclando las dos cosas, te sientes un poco sucio. Pero, al mismo tiempo, es imposible hacerlo a alto nivel si uno no se dedica totalmente a esto. Es una especie de callejón sin salida.

Hay tres compositores latinoamericanos en su programa (Villa-Lobos, Piazzolla y Ginastera), ¿Suele hacer este repertorio?

No siempre, pero me parece que la música latinoamericana es extraordinaria. Además, este año se celebra el centenario de Ginastera, por lo tanto me interesa hacerlo resaltar. Villa-lobos también me parece fuera de serie. Hay mucha música latinoamericana que merece ser tocada en el mundo entero. Cuando puedo, me gusta incluir alguna cosa.

Se dice que hay un nuevo interés por el piano, sobre todo gracias a figuras como Lang Lang ¿Está de acuerdo?

Es verdad que el fenómeno de Lang Lang es bastante único y revolucionario. Yo nunca había visto a un músico clásico que despertara algo de esa magnitud. Pero no sé si se trata de un fenómeno musical, particularmente, o de un fenómeno mediático muy importante; sin querer quitarle mérito, porque creo que es un pianista maravilloso y muy interesante en algunos aspectos. No creo que el público de Lang Lang vaya a escuchar a Martha Argerich o a otros músicos clásicos. Son fans de él, no de la música clásica. En China hay una repercusión en el instrumento, él tiene su propia marca de pianos, y es una locura la cantidad de gente que quiere estudiarlo. Me gusta lo que veo en Venezuela, donde se ha hecho algo impresionante con las orquesta juveniles, eso sí ha generado una avidez musical generalizada. Eso ya no tiene que ver con un ídolo en particular, sino que con algo más vasto.