Hay trabajos que no son compatibles con una vida normal. Es cosa de recordar lo que pasaba con el personaje de William James, el experto en bombas de Vivir al Límite, ganadora del Oscar allá por el año 2008, quien no hallaba paz si no sentía la adrenalina de la guerra, situación que no lo dejaba vivir y lo obligaba a volver al campo de batalla. Algo parecido sucede con la fotógrafa Rebecca (Juliette Binoche) en Mil veces buenas noches, drama humano y profundo que se exhibe hoy viernes 15 en el Festival de Cine de Las Condes.

Rebecca es una de la mejores fotógrafas de guerra que existen en la actualidad y no duda en realizar su trabajo en los lugares más peligrosos que existen. Pero Rebecca no es solo fotógrafa; también es esposa y madre de dos niñas, quienes deben soportar con ansiedad y miedo sus largas ausencias.

La historia abre con una secuencia estupenda en la que Rebecca acompaña los rituales previos a que una mujer, elegida para un ataque suicida, emprenda su último viaje. Todo acaba muy mal en las calles de Kabul, arrasadas por la muerte y la destrucción.

Mil veces buenas noches es dirigida por el noruego Erik Poppe, ex fotógrafo de zonas de conflicto, quien explicó el origen de su filme: “En esos días quería decirle a  todos mis lectores alrededor del mundo: ‘Esto es por lo que deben estar preocupados en estos momentos’. La respuesta, bastante escéptica,  que le doy a ese pensamiento hoy, es que en el hiperactivo y mediático mundo en el que vivimos, en el cual las fotografías del horror se propagan de manera más rápida de que lo pueden ser asimiladas, se reduce a cuatro palabras: Buena suerte con eso”.

Juliette Binoche entrega, una vez más, un trabajo impecable al interpretar a Rebecca, una mujer que, además de fotografiar zonas de guerra, vive en una constante zona de conflicto en su vida. Su vida laboral se ha hecho incompatible con su vida personal, donde la maternidad y la relación de pareja se han visto diezmadas. Escuchando las súplicas de sus más queridos, decide dejar su trabajo, a pesar de que esto implique dejar, en gran medida, un gran trozo de quien ella es.

¿Es posible lograr una zona intermedia donde la vida diaria logre un balance con la pasión y necesidad de ser quien uno es? En un trabajo como en el de Rebecca la respuesta no es nada fácil. Arriesgar su vida, aparecer de visita por su casa para pronto salir a cubrir un nuevo conflicto alrededor de un mundo plagado de conflictos, ¿es viable como vida familiar? Eso es justamente lo que Mil veces buenas noches trata de contestar en esta, la penúltima noche de festival. Una cita imperdible a las 21.30 horas en el Parque Araucano.