La historia de Colonia Dignidad se ha contado muchas veces, en distintos formatos y desde diversos ángulos. Y tras varios reportajes, documentales, series y películas, se podría postular con seguridad que no había gran expectación sobre alguna nueva mirada a este capítulo de la historia chilena reciente.

Eso hasta que se estrenó la miniserie documental de Netflix, que gracias a un cuidado y extenso trabajo de archivo y entrevistas volvió a poner este episodio de vuelta en la cabeza y boca de todos.

Colonia Dignidad: Una secta alemana en Chile es una producción de seis episodios que cuenta la historia del proyecto y los abusos de Paul Schäfer desde que vivía en Alemania, además de mostrar la llegada y el asentamiento de él y sus seguidores en Parral, las primeras denuncias e intentos de escape, los cruces con la política chilena y cómo el líder fue creciendo en conexiones e influencias, hasta su caída, el derrumbe de un hombre que por mucho tiempo fue intocable.

En toda esta historia, la miniserie documental tiene muchos aciertos y sin duda uno de los mayores es su trabajo de archivo. Porque aquí no sólo hay recuerdos y voces en off, sino que por primera vez se ve en imágenes lo que antes era historia oral: la construcción de Colonia Dignidad, las actividades de los “colonos”, los talleres en que trabajaban.

Junto con ello, otra tremenda contribución son las entrevistas, con diversas personas que vivieron ahí y otros que pasaron de forma más o menos voluntaria; y la voz narradora de Salo Luna, quien mezcla sus propios recuerdos y conocimientos sobre este lugar y su líder con información recopilada por la producción.

Todo este gran trabajo es puesto aquí al servicio de una hipótesis que aparece desde su título: Colonia Dignidad no era un asentamiento colono o un grupo religioso en que se cometieron varios crímenes; este lugar era una secta y Paul Schäfer era su único y gran jefe. Una persona con ideas claras sobre la política y que dictaba desde el trabajo que se hacía en el lugar hasta el tipo de socialización y la moral que era permitida entre sus seguidores. O a quien había que respetar y obedecer, ya fuera desde la idolatría o el terror.

Salo Luna.

Con cada capítulo, lleno de testimonios que van en la misma línea y nunca se contradicen, se abren también preguntas y dolorosas acusaciones, porque cuando nos enfrentamos a una investigación de este calibre, en que se narran décadas de torturas, secuestros, privaciones de libertad y abusos sexuales - entre otros crímenes-, se vuelve más indignante lo que ya se sabía: que esta fue una persona que operó en la absoluta impunidad y pudo haber sido detenida tantas veces antes si no se hubieran hecho convenientes oídos sordos a sus víctimas.