"Vivo con un amigo en las afueras de Puerto Varas.

Hace seis meses que dejamos atrás nuestras casas anteriores y comenzamos a compartir gastos. Recién estábamos poniendo nuestra vida en orden cuando todo esto empezó. Aún hay cajas con libros y nos faltan algunos muebles, pero la cuarentena ha sido una buena excusa para comenzar a terminar lo que falta y ponernos a ordenar. O al menos intentarlo.

Lo que ha pasado las últimas tres semanas ha sido surrealista.

He llegado a perder la noción de los días. A veces son un eterno domingo, otras un eterno lunes. Hay días buenos y días malos. Muchas veces me levanto motivada con todos los proyectos que haré; jardinear, cocinar, leer y aprender, pero la mayoría de las veces caigo en el letargo. Dejo todo a medio hacer y termino viendo series, durmiendo siesta, escuchando música y conversando toda la tarde con Santiago.

Cuando veo las experiencias de cuarentena de otras personas siento que todos están felices, cocinan mucho y se alimentan increíble, son limpios y ordenados. Yo, en cambio, me he alimentado peor que nunca en mi vida, he tomado mucho vino y fumado como loca.

Miro mi casa y me encuentro con una mantequilla a medio comer, un cigarro que aún no se ha terminado y las huellas de un té que se enfrió.

Acá en el sur la sensación de encierro existe, aunque de una manera diferente a la de la ciudad. Te lleva hacia una experiencia más introspectiva.

Te obliga poner en la balanza lo que realmente nos importa y lo que no".

Macarena Silva (37) vive con su amigo Santiago.