Paula 1183. Sábado 26 de septiembre de 2015.

Doce años le llevó al periodista Francisco Aravena (40) –editor general de la revista Qué Pasa– escribir La vida eterna de Phineas Gage, un periplo que le demandó combinar ficción con reconstrucción histórica, neurología y hasta vivencias personales. Exclusivo para Paula, un relato en primera persona sobre su primera (y espontánea) incursión en la novela.

Introducción

"En 2003, mientras cursaba un máster en periodismo en Nueva York, me topé con una entrevista en The New York Times al neurólogo portugués Antonio Damasio. Hablaba de su libro Descartes' Error, que cuenta la historia verídica de Phineas Gage, un trabajador ferroviario que por un accidente 'perdió la capacidad de sentir'. Me enganchó de inmediato, siempre me había interesado el tema de las emociones en la comprensión racional del mundo y, por ende, la cuestión de cómo construir relatos emotivos eficaces: ahí está la pregunta eterna de qué nos hace humanos. Conseguí el libro y me encontré con el dato de que Gage había vivido en Chile, conduciendo una diligencia entre Valparaíso y Santiago, entre 1854 y 1859. Eso, literalmente, me voló la cabeza. Sentí que era una historia que estaba ahí, y que era mi oportunidad de tomarla, reportearla y contarla".

"En la historia de Phineas Gage, en esos pocos gramos de corteza cerebral que perdió, está una pregunta -o varias- que un siglo y medio después seguimos haciéndonos. ¿Qué nos hace humanos? ¿Cuándo realmente muere una persona?".

Nudo

"Al tiempo que empecé a leer sobre neurología, y sobre Estados Unidos y Valparaíso a mediados del siglo XIX, fui constatando de que no sería capaz de encontrar información sobre el paso de Gage por Chile. Sin embargo, quería contar la historia, seguía pareciéndome fascinante. Así que decidí echar mano a la ficción. Tenía que encontrar un testigo, un narrador que estuviera a la altura de Gage y que hubiera estado expuesto a las ideas de la frenología, una hipótesis fisiológica que sitúa las facultades psíquicas en determinadas regiones del cerebro. Un neurólogo me sugirió el nombre de Manuel Antonio Carmona, famoso por el caso de 'la endemoniada de Santiago'. Se me abrió un mundo: el de esa primera generación de médicos chilenos, la lucha de la ciencia por imponerse sobre el pensamiento mágico o religioso. Carmona era el puente perfecto. Siempre quise escribir ficción, pero nunca me encontré con un propósito mayor; siempre fracasaba en la pregunta de por qué podría resultar interesante leer lo que yo podía escribir. Gage y Carmona, juntos, me dieron el pie perfecto. Pensé: 'tendría que ser muy malo para echar a perder esta historia'".

$16.900 en librerías.

Desenlace

"El libro salió a librerías la semana anterior al nacimiento de mi primera hija, en agosto, y creo que eso me ha ayudado a sufrir menos con la inseguridad del debut, porque mi vida está en otra parte. Fue recibido con un entusiasmo que me ha sorprendido. Ha sido muy divertido dar entrevistas, porque he hecho tantas en mi vida que estar al otro lado es raro, pero absolutamente familiar: sé qué tengo que decir. A la larga, y aunque todavía siento que eso de 'escritor' me queda grande, toda esta odisea que me tomó 12 años me terminó convirtiendo, al menos, en un escritor en vías de desarrollo. Espero".