Paula 1194. Sábado 27 de febrero de 2016.

Una tarde, en una galería de arte en un tercer piso en el Lower East Side de Manhattan, la editorial Sangría, de los escritores chilenos Mónica Ríos y Carlos Labbé, ha convocado a un evento para juntar fondos. Hay poetas, artistas visuales, la agregada cultural de Chile en Nueva York. Una escritora peruana lee un cuento en voz alta. "Qué aburrido es el arte", se exaspera Iván Monalisa Ojeda (48), y se da la media vuelta. El performer y escritor chileno hoy anda de Monalisa, el alter ego femenino que inventó cuando llegó a Nueva York hace 20 años y se integró al mundo travesti que por entonces se desplegaba en algunas esquinas de Manhattan. Tiene puesto un vestido rojo, sombra fucsia, peluca rubia oscura y zapatos de tacones altísimos.

Llega el turno de su performance, la gente se arrima a las paredes para darle espacio. Monalisa está con el torso semidesnudo, pantys negras, plataformas de acrílico transparente. Sigue maquillada pero ahora no lleva peluca que cubra su calva. Unas alas enormes de ángel, hechas de hojas secas de maíz, adornan su espalda. Camina lento por entre la multitud, deteniéndose a veces a mirar muy fijo, mientras suena un texto entrecortado por los parlantes: "Gracias a Dios he seguido mis instintos / y no lo que la gente espera que yo haga / hay que ser fiel a uno mismo / posdata: nunca fui rubio / saludos".

La gente le saca fotos, la aplaude. Monalisa se ha ganado su lugar en la escena neoyorquina. En el último año ha realizado performances, protagonizado un documental que está filmando la chilena Nicole Costa, y publicado su primer libro de cuentos La misma nota, forever, editado por Sangría. Los siete cuentos, recibidos con entusiasmo por escritores y críticos en Chile, dibujan en spanglish las vidas azarosas de travestis y tran- sexuales latinoamericanas en Manhattan.

Los cuentos son en gran medida autobiográficos, aunque Iván Monalisa aclara que no del todo. Pedro Lemebel alcanzó a leerlos antes de morir y le mandó un mail: "Ivana, me encantaron tus crónicas". Iván Monalisa respondió: "Gracias, Pedro, qué bueno que los hayas leído, pero no son crónicas, son cuentos". Lemebel contestó entonces: "Querida, te conozco. Son crónicas, especialmente el cuento del chico de al lado".

Iván Monalisa es así: a veces se enamora, a veces anda de hombre y a veces de mujer. El audio de la performance proviene de un mensaje que le mandó por Facebook un tipo con el que se había criado en el mismo barrio de Llanquihue. El hombre había visto fotos de Monalisa como travesti en Nueva York. "¿Qué pasó con el niño extremadamente inteligente, rubio y algo regordete de la población Chicoral?", cuenta Monalisa que le dijo el hombre. "¿Desde cuándo la vena artística?".

Iván Monalisa se quedó pensando en lo que la gente espera de uno, en el bullying que le habían hecho cuando era un chico gay creciendo en el sur de Chile, en la recriminación del mensaje. Como si fuera un ángel caído: así se le ocurrió la performance. Su amiga Sabrina, transexual oaxaqueña, le hizo las alas de hojas de maíz. Iván Monalisa escribió el texto, una especie de manifiesto, una respuesta a ese ataque gratuito: "Para que vea que ni me conocía, porque yo nunca fui rubio".

ESCRIBA GITANO

Una mañana aparece Iván Monalisa en una esquina de Chinatown. Anda más bien de Iván, con polera verde, shorts y jockey con la sigla NY bordada. Lo sigo a un local chino. Antes que le traigan el plato despliega sobre la mesa un enorme cuaderno empastado de tapas oscuras. Lo hojea. Está todo garabateado con letras en cursiva, muy grandes. "Este es mi cuadernito, siempre ando con él. Aquí estoy escribiendo la novela", dice, una ficción sobre utopías del tipo George Orwell. Iván Monalisa, además, está terminando de escribir una obra de teatro llamada Waiting for the night to fall, basada en una relación de siete años que tuvo con un irlandés. También está escrita a mano.

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"La Monalisa es alta, es rubia, hace dinero. El Iván es tímido, la Monalisa no. So, obvio que hay una diferencia", describe Iván sobre los cambios de personalidad que experimenta cuando se caracteriza de Monalisa.

Eres como los escritores medievales, antes de la imprenta…

¿Escribanos, escribas? Maybe. Siempre ando con libretitas, anotando. Como siempre he sido medio gitano, ya aprendí a que la idea está por aquí, y de repente ¡fácata! Me pilla en cualquier lugar. Algo me dice ¡ready!, pá, escribe. Nunca corrijo.

¿Siempre has escrito?

Desde que tengo uso de razón. Estudié Artes Escénicas pero lo mío siempre han sido las dos cosas. Yo ganaba concursos literarios cuando chico, de hecho quería estudiar Literatura pero en mi familia no me dejaron mucho.

¿Y cómo te dejaron estudiar Teatro?

Es que antes estudié Derecho. No toda la carrera, hice dos años nomás, en la Católica de Valparaíso.

¿Cómo fue eso?

Horrible. Andaba en el verano trabajando en un juzgado, en Puerto Varas. La foto que mi mamá guarda como si fuera un orgullo, ¡parecía un viejo! Encorbatado, con lentes. Heavy.

Te criaste en Llanquihue; debe haber un contraste grande entre tu vida allá y acá.

Mi papá trabajaba en Nestlé, y toda la gente que trabajaba ahí vivía alrededor de la fábrica, y esta fábrica estaba al lado del lago. Entonces yo por un lado miraba afuera de mi ventana las vacas, y por otro lado acompañaba a mi papá a veces a la fábrica que era súper moderna. Entonces tengo una cosa campestre pero como urbana al mismo tiempo.

Pero sabías que querías salir de ahí.

Lo tenía súper claro. Un día estaba en la Escuela de Derecho dando uno de esos exámenes que uno deja para después, encorbatado, un calor de perros, miro a todos estos chamacos ahí transpirando, y yo hice así (hace ademán de cerrar el libro). Cerré la cuestión y me fui a Santiago. Como tenía que esperar a fin de año para dar la prueba, me metí al Teatro La Casa, de Fernando Cuadra. Y ya cuando estaba dentro llamé a mis papás para decirles que no estaba en Valparaíso.

Del Teatro La Casa se pasó a la Escuela de Artes Escénicas de la Universidad de Chile. Conoció a su primer novio, un poeta junto al que recorría el Barrio Brasil. Ya era noctámbulo y curioso. Le llamaban la atención los travestis de San Camilo, pero todavía de lejos: le daban un poco de miedo. Explotó su creatividad artística, ganó Fondarts, hizo obras de teatro y performances. Eran fines de los 80, sus compañeros eran Pedro Lemebel, Pancho Casas, Carmen Berenguer, Sergio Parra.

Pero Iván quería más y aterrizó en la ciudad de Nueva York en 1996, a los 28 años, gracias a una estadía de un mes en una academia que le ofreció una amiga norteamericana para que viniera a ver teatro. Aquí se deslumbró con la energía y la libertad sexual que veía cada noche en las esquinas del barrio Hell's Kitchen y en lugar de ir al teatro se iba adonde un grupo de travestis latinoamericanas. Se acabó el mes: Iván se fue quedando, las travestis se convirtieron en su familia, apareció Monalisa.

Háblame del nacimiento de Monalisa.

No cachaba muy bien qué nombre ponerme. Típica loca teatral, me quería poner Anastasia, porque dije ay, la princesa que nunca se supo qué pasó. Aparte que me gustaba cómo lo pronuncian en inglés, que dicen "Anesteshia", que suena como "anestesia". Y cuando estaba acá me sentía como liberado, entonces me acuerdo que me puse como un pañuelo en la cabeza, según yo muy trendy, no sé. Y me voy al laundry y la dueña era una señora cubana, María, entonces me dice "ay, chilena", porque me decía "chilena", "ay, chilena, que te pareces a la Gioconda". Yo dije Gioconda, Gioconda… y ahí agarré Monalisa. Y es regio, porque fíjate que las locas que me conocen una sola vez, a ninguna se les olvida mi nombre. Porque no hay ninguna otra Monalisa.

En tus cuentos hablas harto sobre el trabajo sexual.

Es un tema del que me interesa hablar. Hay mucho morbo porque es algo de lo que no se habla entonces hay mucho mito. Pero es más simple de lo que uno piensa, si se le saca la carga valórica y moral: es una transacción bien básica. Pero, además, en el trabajo sexual de los travestis y tran- sexuales hay algo que se llama discreción. Discreet. A veces significa no hablar del tema para no poner a los clientes en el spotlight. Esto tiene sus propios códigos.

DOS ESPÍRITUS

¿En Chile sentías una atracción hacia el mundo travesti?

No es que me haya sentido atraído, sino que me daba cuenta que yo no tenía nada que ver con los gays. O sea, en ese tiempo no se hablaba del transgénero, que es un mundo. Yo me defino como two-spirit, o non-conforming.

"Ando con libretitas. Como he sido medio gitano, aprendí que la idea está por aquí y me pilla en cualquier lugar. Algo me dice ¡ready!, pá, escribe".

No había escuchado esa palabra, two-spirit.

Es súper bonita porque tiene como referente las culturas native american, desde Alaska hasta la Patagonia, donde a los niños que nacían así los ponían para que fueran los brujos de la tribu. Porque ellos tenían eso como un regalo de Dios, o de los dioses, los respetaban y asumían que esa persona tenía dos espíritus, uno masculino y uno femenino. Y por parte de mi mamá que es mapuche, o sea mi segundo apellido es Leviante, you know, como que me encajo más en eso.

¿Y la estética de la Monalisa? ¿Cómo la fuiste construyendo?

¿Estás hablando de la Monalisa que se junta con los chavos, la Monalisa down to earth?

¿Tanto cambias de personalidad?

Obvio. Monalisa es alta, Monalisa es rubia, Monalisa hace dinero. ¿Cachái? El Iván es tímido, la Monalisa no. La Monalisa se come los medios minos, el Iván no. O sea sí pero no. So, obvio que hay una diferencia. Pero I like it también. Un tiempo viví en pleno Midtown y me encantaba ir en el día al grocery y pedir huevadas, y los tipos me conocían y todo. Y luego iba de noche como Monalisa y no me reconocían.

¿Cómo decides si te vas a vestir de Monalisa o de Iván?

Depende de dos factores: uno, si tengo que hacer dinero. Segundo: lo que te hablaba yo de los two-spirit. Para un ritual importante sacaban a estas machis de dos géneros. Entonces cuando tengo que hacer algo con arte, que es mi religión, o cuando tengo que hacer algo entre comillas importante, saco a la Monalisa. Yo me tomo el teatro como un ritual, como el ir a misa.

¿Eres católico?

Súper. Practicante y todo. Hasta tengo un sacerdote, un consejero espiritual. Rezo desde niño, siempre. Always.

¿De dónde sacas la ropa de Monalisa?

Tengo súper buen ojo. ¿Qué te pareció el vestido que tenía puesto en el evento de Sangría? Era un Ann Taylor. Doce dólares. El buen gusto no tiene que ver con el dinero.

¿Y esos zapatos extraterrestres?

Me encantan, porque no soy alto entonces me estilizan, y en Nueva York es bello ponerse esos zapatos, se ven regios. Me costaron como 25 dólares. También trabajo con los fetiches, o sea el tacón, el corsé, el make-up. Yo no trabajo el "realness", como le dicen las locas. Washed-face, lo real. Yo no. Me gusta que se vea el make-up, ¿me entendís? No pretendo pasar por mujer. Que quede bien claro. No me interesa.

Como Monalisa de hecho eres más punzante.

Pesada, sí, seguro. Porque la Monalisa es callejera. Obvio. Ya te dije: el Iván es la academia, el Iván no dice garabatos, el Iván habla perfectamente el español, a lo más digo "huevón", pero la Monalisa no. Va a aparecer un siquiatra y va a decir este tipo es bipolar. Maybe he's right, I don't know.

Son tus two spirits.

Sí poh, ¡ahora entendís más a lo que me refiero! Es una hueá bien ambigua, pero es más liberadora. No tenís que clasificarte, que es lo que a mí me interesa,  porque la clasificación te produce restricciones. Maybe con el tiempo se van a dar cuenta que los non-conforming y los two-spirit son una cosa que no tiene nada que ver con los transexuales. Aunque nos consideremos de la misma familia.

EL TIEMPO PERDIDO

Entre la llegada de Iván Monalisa a Nueva York y la publicación de La misma nota, forever, pasaron casi veinte años. Nunca dejó de escribir en sus libretas, en el metro o en la mitad de la noche, e incluso montó dos obras de teatro, pero estaba más bien "por ahí, volando". Hasta que hace un par de años se reencontró con una vieja amiga de la escuela de teatro que venía llegando de España. Nicole Costa le presentó a un amigo que leyó los cuentos garabateados de Iván y quedó fascinado. Después le mostró los cuentos al dramaturgo Alejandro Moreno y Moreno le presentó a los editores de Sangría, a quienes Iván les entregó sus escritos. Las cosas se empezaron a mover. El 2014 Sangría publicó el libro y Nicole empezó a filmar un documental sobre Iván Monalisa. Él se encoge de hombros: no habría dejado que cualquiera lo siga con una cámara, pero a su amiga la "trustea". Fue el empujón que necesitaba.

En el mundo travesti, ¿tu parte artística no tenía cabida?

Sí, claro, de ahí salieron los cuentos. A mí sabes qué me pasó: yo antes era bien elitista. No clasista ni racista: elitista. Si tú no sabías quién era Sartre, yo no podía hablar contigo. You know? Pero acá vine a conocer a la gente que me apoyó, que me dio techo, que me enseñó a sobrevivir, y era gente que a veces no había terminado ni la high school. Fue la tremenda lección. Me sirvió porque yo decía, ¿qué voy a contar? ¿Qué voy a decir? Yo sé que tengo talento, yo sé que puedo escribir, pero algo que valiera la pena. Como que Chile fue la academia y acá fue el conocimiento empírico, you know? Cómo se cocinan las habas. De esa combinación aparece esto, las cosas que estoy haciendo ahora.

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Antes de irse a Estados Unidos, estudió dos años Derecho en la Universidad Católica de Valparaíso para darle el gusto a su familia. "Fue horrible", dice.

Pero durante harto tiempo no se concretaron.

Estos cuentos deberían haber salido cinco o siete años atrás. Una amiga me dijo: "Iván, pero a lo mejor cinco o siete años atrás tú no estabas con la madurez para cachar lo que cachas ahora". Eso fue como un analgésico para ver todo el tiempo perdido. La plata va y viene, pero el tiempo…  You cannot keep back tiiiime (canta). Es un fantasmita que me persigue, pero también pienso que lo que me dice mi amiga es verdad, necesitaba la madurez.

¿Has estado indocumentado todo este tiempo?

Todo este tiempo. Pero ahora ya estoy viendo la visa. Porque tengo que ponerme las pilas. No tengo ni seguro de salud.

O sea que no ves a tu familia desde que te fuiste.

Hace 20 años, heavy.

¿Hablas con ellos?

Todas las semanas, dos o tres veces. Te vuelves más viejo y como que buscai a los viejos. Me encantaría volver allá y quedarme un buen tiempo.

¿Ya estás cansado de esta ciudad?

Nooo. Tengo trabajo que hacer aquí todavía. Por ejemplo, terminar la obra de teatro y la novela. Porque la novela en realidad es como Nueva York. Muchas escenas o muchos lugares que voy a recorrer son de acá. Creo que cerraría un ciclo: los cuentos, la obra de teatro y la novela. Y ahí me encantaría probar ir para otro lado. Me gustaría viajar como me vine para acá. No ir de turista, sino llegar con una maleta. Ya tengo a la Monalisa ahí. Está más vieja, pero algo le voy a sacar.·