Quienes tienen más de 30 años seguro asocian la sal de fruta con este famoso jingle de Disfruta, que casi todos los chilenos aprendimos de memoria tras verlo repetido durante tanto tiempo. Ese comercial coronó varias décadas de una cultura de consumo de sales de fruta, que tal como lo indica la canción, se utilizaban transversalmente para aliviar malestares estomacales como la acidez tras comer y beber en exceso. Al ser efervescentes, suenan al momento en que se disuelven en agua, ya sea en polvo o pastilla.

Aunque ya no invadan la publicidad televisiva como antes, siguen siendo muy utilizadas, debido a que tienen un precio accesible y no requieren de receta médica para adquirirlas. “Alivian ciertos síntomas de la acidez gástrica y ardor estomacal en adultos”, comenta Andrea Jiménez, gastroenteróloga de Clínica Alemana. Marina Becerra, colega suya de Clínica Dávila, complementa que también ayudan a la mala digestión, “debido a que contienen como principio activo el bicarbonato de sodio, carbonato de sodio y ácido cítrico”.

El bicarbonato de sodio, en cierta medida, ayudaría a neutralizar el ácido estomacal. Es una sustancia alcalina, y cuando se mezcla con un ácido, altera el nivel del pH. Por eso puede calmar rápidamente el malestar estomacal o incluso disimular el mal aliento. Por otro lado, el carbonato de sodio, al ser disuelto en agua, según explican en el sitio Drugbank, forma ácido carbónico e hidróxido de sodio, compuesto que neutraliza el ácido gástrico. El ácido cítrico, por su lado, tiene propiedades similares a los anteriormente nombrados: neutraliza el ácido.

¿Cómo funcionan las sales de fruta?

“Cuando comemos en exceso, o muchos alimentos de digestión lenta —como las carnes y embutidos, ricos en grasa y proteína—, el sistema digestivo secreta mayor cantidad de jugos gástricos con pH muy bajo para poder digerirlos”, explica Jiménez. Este exceso de producción ácida es el que genera síntomas como ardor estomacal y regurgitación de ácido hacia el esófago, lo que se conoce popularmente como reflujo.

“Al tomarlas disueltas en agua, las sales de fruta se ponen en contacto con este ácido, neutralizando el pH gástrico y de esta forma logrando una mejoría relativamente rápida de los síntomas”, apunta la especialista de Clínica Alemana.

¿Alguna vez has ingerido sales de frutas? Si no es así, o no lo recuerdas, lo que sucede luego de beberla es que aparecen unas ganas enormes de eructar. En parte es por el CO2 que se libera debido a esta reacción antiácida. Así que si eso te pasa, por muy poco decoroso que sea, es completamente normal y parte de la experiencia.

¿Cuánto conviene tomarlas?

Estos polvos efervescentes pueden comprarse sin receta y ambas profesionales detallan que se recomienda solo en ocasiones puntuales, y no como una solución constante para enfrentar las comilonas. “Se usa frente a síntomas como acidez, pirosis o ardor estomacal”, dice Jimenez. Idealmente, debe ser consumido 2 a 3 horas después de la comida.

“No hay que tomar más de dos dosis diarias de sal de fruta”, advierte la gastroenteróloga de Clínica Alemana. Como siempre, lo óptimo es leer las instrucciones del producto antes de ingerirlo y seguir el paso a paso detallado.

No conviene prolongar su uso por varios días. Si los síntomas no mejoran o incluso empeoran, mejor es consultar a un médico, porque puede que esté pasando algo más dentro de tu sistema digestivo.

El problema de consumir sal de fruta de forma permanente, plantea Jiménez, es que puede desarrollarse una alcalosis metabólica y un aumento del sodio en la sangre. “Si eso pasa, se podrían observar síntomas como alteraciones en la respiración, sequedad bucal, constipación, diarrea, flatulencia, debilidad, mareos, cefalea, confusión mental, dolor de huesos, disminución de la presión arterial o taquicardia”, comenta.

Cuidado con mezclarla con otros medicamentos

Otro punto que no debes pasar en alto es la ingesta de otros medicamentos simultáneamente a las sales de frutas. “Al cambiar la acidez gástrica, puede interferir en la absorción de algunos fármacos, por lo que deben tomarse en horarios diferentes a éstos”, cuenta Jimenez.

Quiénes no deben tomar sal de fruta

Este es un punto muy importante, puesto que existe un grupo de personas que no son compatibles con las sales de fruta efervescentes. “No debe ser utilizada en personas con alergia a alguno de los componentes de la fórmula: el bicarbonato de sodio, el carbonato de sodio y el ácido cítrico”, apunta Becerra.

“Tampoco las deben tomar personas que deben llevar una dieta baja en sodio, como pacientes con hipertensión arterial, enfermedades renales, cardiacas o hepáticas, ya que las sales de fruta tienen un alto contenido sódico: aproximadamente 852 miligramos por 5 gramos de producto”. Tampoco conviene que las consuman niños o niñas menores a 12 años.

¿Son efectivas o no?

Para manejar los síntomas de la acidez gástrica o el reflujo gastroesofágico Jiménez considera que las sales de fruta sí son una buena opción a la que pueden recurrir las personas en caso de transitar estos desagradables estados. Sin embargo, advierte que “no deben mantenerse en el, tiempo debido a que podría estar ocultando los síntomas de una enfermedad más compleja, como una úlcera gástrica o incluso un cáncer gástrico, además de los efectos secundarios ya mencionados”. Por lo tanto, no es un remedio sino solo un alivio.

Si cada vez que vas a un asado o comes algo un poco más pesado te acompañan estos malestares, en vez de recurrir siempre a la sal de fruta, lo que aconsejan ambas profesionales es consultar con un médico que pueda evaluar la necesidad de realizar mayores estudios. “Conviene acudir a un especialista si los síntomas no mejoran después de 7 días o si empeoran”, dice Becerra.

Extras de Fiestas Patrias

Moderación para evitar problemas

En estas fechas existe un evidente exceso de comida y alcohol. Si nuestro sistema digestivo es frágil, el mejor camino es el de la moderación sino queremos sufrir ni abusar de la sal de fruta. “Enfrentarse a la comida durante estas fechas resulta siempre un momento de mucha ansiedad, donde sumamos bastante alcohol y productos grasosos, al tiempo que restamos alimentos con fibra, como frutas y ensaladas”, explica Paulina Mella, nutricionista Clínica Dávila Vespucio.

Es así como se repiten casi sin fin platos como carnes asadas, sopaipillas, empanadas o choripán. “Estos casi siempre los comemos de manera rápida, sin prestarle atención a la cantidad, y superando las porciones necesarias para el organismo”, apunta.

Todo eso resulta una alfombra roja para que entren, en toda su magnitud, los problemas estomacales. “Este desorden alimenticio, aunque solo dure unos días, puede provocar desde malestar estomacal hasta acidez, dolor de cabeza, calambres abdominales, vómitos o diarrea”, advierte Carola Pantoja, nutricionista de Clínica Biobío.

Si no se quiere atravesar por ese calvario, el antídoto no son las sales de fruta sino que la moderación. “Tanto en el consumo como en las porciones y en la frecuencia”, dice. No se trata de no comer nada y aislarse de la fiesta, sino que de regular la cantidad de alimentos altamente calóricos, ricos en grasas, azúcares y con alcohol, tratando en lo posible de respetar el horario de las comidas.

Cuidado con comer cualquier cosa

Las intoxicaciones alimentarias, que a veces se pueden manifestar en un dolor estomacal pero en otras como un cuadro mucho más grave, resultan muy comunes durante estas fechas. ¿Cómo se producen? Cuando un alimento se contamina con algún microorganismo (virus, bacteria, parásito o toxina), debido a una mala manipulación o que se encuentra descompuesto. Si comemos algo contaminado, puede ser capaz de producirnos síntomas agudos, generalmente de inicio brusco, como dolor en el vientre, diarreas, vómitos o fiebre. Para evitar este problema, Katherin Falck, directora de Calidad y Gestión de Riesgo de Help, sugiere:

  • Comprar alimentos en establecimientos formales
  • Transportar los alimentos crudos en un cooler o con aislación térmica hasta el momento de refrigerar
  • Descongelar dentro de un refrigerador, no a temperatura ambiente
  • Lavarse las manos con agua y jabón antes y después de cocinar, limpiando también las superficies
  • No volver a usar aquellos utensilios que se ocuparon para cortar alimentos crudos —especialmente carnes— en los que ya estén cocinados