Comenzó junio y solo restan unos días para que también lo haga el invierno. Y mientras algunos soñamos con replicar al oso viral que sale de hibernación todo desorientado y chamuscado —aunque en nuestro caso el deseo es entrar en la madriguera—; otros preparan sus equipos y sus pintas para una nueva temporada de deportes invernales.

La presencia del Fenómeno del Niño, probablemente, implique más nieve en la cordillera, lo que puede aumentar el entusiasmo de quienes suelen disfrutar del esquí, el snowboard o, incluso, el andinismo. Y a los aficionados de deportes de temporada se suman los de siempre, que se la pasan semanalmente corriendo, haciendo ciclismo, tenis, fútbol, pádel y tantas otras actividades físicas que aparecen, desaparecen y se entremezclan en la ciudad.

Pero aunque su voluntad de hierro les sirva para poner cara al frío y la lluvia, esta no es suficiente para hacerles inmunes a las lesiones, un riesgo que se incrementa —justamente— debido a las condiciones climáticas imperantes, las que no sólo afectan el ambiente sino que también al organismo de cada persona.

“Las bajas temperaturas llevan a que el sistema musculoesquelético y los tejidos que lo componen se mantengan más rígidos, lo que los hace más propensos a lesionarse o a funcionar de una manera ‘no tan eficiente’”, expone Rodolfo Hidalgo, director de la unidad de Kinesiología de la Clínica Revitamed y académico de la Escuela de Kinesiología de la Universidad Finis Terrae.

El frío, además, puede realzar el dolor y las molestias generadas por las lesiones, ya sean transitorias, como esguinces o luxaciones, o crónicas, como las provocadas por la artritis o una tendinitis.

¿Cuáles son las lesiones más comunes en la temporada invernal?

“Las lesiones más comunes en esta época son los esguinces de rodilla, de tobillo y las contusiones”, comenta Rodrigo Domínguez, jefe del área de Rehabilitación en Alemana Sport. A ellas se agregan lesiones musculares como desgarros, contracturas y distensiones, y también las tendinopatías.

Las causas de estas suelen ser multifactoriales, desde sobreesfuerzos o sobrecargas, falta de acondicionamiento físico, desbalance muscular, rigidez de músculos y articulaciones, a no haber realizado un calentamiento previo.

También inciden otros factores “extrínsecos”, como denomina Hidalgo, como el estado del terreno —“mientras más dura la superficie, mayor el riesgo”—, el uso de equipamiento inadecuado —desde las zapatillas hasta la altura del asiento, en quienes hacen ciclismo— e Incluso el horario en el que se hace la actividad física: no sólo en relación a la temperatura ambiental, sino que también al ritmo circadiano de cada persona.

Es durante el día cuando el cuerpo está en condiciones de realizar actividades físicas, y a medida que anochece, éste entra en modo de reposo. De ahí el riesgo al realizar deporte muy tarde en la noche o en la madrugada. “Al entregar estímulos físicos demandantes, uno desestabiliza este ritmo circadiano y puede llevar a un mal funcionamiento del cuerpo, lo que aumenta considerablemente el riesgo de lesiones”, explica Hidalgo.

Frío y calor al rescate

Es común que ante una lesión se recurra al uso de elementos que transmitan calor y frío, como compresas, geles o, incluso guateros. No faltan las compañeras o compañeros que dicen saber algo del tema y llegan con la receta mágica. Pero, ¿sirve realmente? ¿Por qué? ¿Cuál es el efecto de uno y otro? ¿Cuándo corresponde su uso? Es lo que buscamos desentrañar.

Por lo pronto, el uso de la termoterapia y la crioterapia existen formalmente y es de uso regular en el deporte. Futbolistas, tenistas o basquetbolistas suelen mostrarse en sus redes sociales entrando a grandes bañeras llenas de hielo, para disminuir las secuelas del esfuerzo físico y los golpes tras los partidos.

La aplicación de calor y frío son ciertamente efectivas y no sólo para lesiones relacionadas al deporte, sino que también, a otras crónicas que se asocian a patologías.

“Cada día uno observa que las personas evitan medicarse ante una lesión que pueden controlar. Por lo tanto, el reposo y uso de elementos de termoterapia superficial, que son de bajo costo y fáciles de usar, permiten acompañar la reparación de los tejidos posteriores a un sobreentrenamiento o lesión por una actividad física o deporte”, confirma Domínguez.

¿Cuáles son los efectos del calor en las lesiones?

La aplicación de calor sobre lesiones tiene, principalmente cuatro funciones: la vasodilatación, la relajación muscular, la analgésica y el aumento del metabolismo.

  • Vasodilatación: El calor provoca la dilatación de los vasos sanguíneos, lo que aumenta el flujo de sangre en el área afectada. “Esto ayuda a llevar más nutrientes y oxígeno a los tejidos lesionados, favoreciendo su curación”, explica Cristóbal Díaz, traumatólogo de Clínica NúcleoSalud.
  • Relajación muscular: Cuando los músculos se encuentran muy tensos y rígidos debido a una lesión, la aplicación de calor ayuda a relajarlos. Además, permite reducir los espasmos musculares.
  • Analgésico: “El calor tiene un efecto analgésico al disminuir la sensibilidad de las terminaciones nerviosas y reducir la transmisión de las señales de dolor al cerebro”, describe Díaz. De esta manera, puede aliviar el dolor y reducir la rigidez articular.
  • Aumento del metabolismo: El calor puede aumentar la actividad metabólica en el área tratada, lo que puede favorecer la regeneración y curación de los tejidos.

Es importante considerar que la aplicación de calor no debe superar los 20 minutos continuos. Y se puede realizar en intervalos de dos horas.

Entonces, ¿cuándo es oportuno aplicar calor en el cuerpo?

De acuerdo a los entrevistados, el uso de calor es recomendable para situaciones puntuales. Por ejemplo, en el control de lesiones crónicas, como la tendinitis o la artritis, en las que el dolor es persistente, además de producir rigidez articular. “Puede ayudar a aliviar el dolor, relajar los músculos y mejorar la circulación en el área afectada”, sostiene Cristóbal Díaz.

Asimismo, cuando se sufre de espasmos musculares o contracturas, la aplicación de calor puede ser útil para relajar los músculos tensos y reducir la rigidez.

El uso de calor también es oportuno para prevenir lesiones. De hecho, traumatólogo de Clínica NúcleoSalud aconseja su uso previo a la actividad física, como complemento a los estiramientos suaves y al calentamiento precompetitivo. Por medio de compresas calientes se puede ayudar a preparar los músculos y articulaciones, aumentando su flexibilidad y disminuir el riesgo de lesionarse.

Díaz, además, asegura que darse baños calientes, así como utilizar almohadillas térmicas o compresas calientes, pueden ayudar a relajar el cuerpo y reducir la tensión muscular, lo que de paso alivia un poco el estrés, un factor que aumenta el riesgo de lesiones.

¿Cuáles son los efectos del frío en las lesiones?

Al igual que la termoterapia o el calor, la aplicación de crioterapia o simplemente frío sobre las zonas lesionadas tiene cuatro funciones: la vasoconstricción, la reducción inflamatoria, la analgésica y el control del sangrado.

  • Vasoconstricción: La aplicación de frío causa la constricción de los vasos sanguíneos, es decir, reduce el flujo de sangre en el área lesionada. “Esto ayuda a disminuir la inflamación y la hinchazón”, asegura Cristóbal Díaz.
  • Reduce la inflamación: El frío aminora la liberación de sustancias inflamatorias lo que, a su vez, permite reducir el edema y la sensación de calor en el área afectada.
  • Analgesia local: El frío disminuye la sensación de dolor al reducir la sensibilidad de las terminaciones nerviosas, minimizando las señales que desde estas se envían al cerebro.
  • Control del sangrado: La aplicación de frío puede ayudar a controlar el sangrado en lesiones superficiales, ya que fomenta la coagulación de los vasos sanguíneos.

Entonces, ¿cuándo se debe aplicar frío?

Los especialistas dicen que la aplicación de frío y la crioterapia es particularmente útil en el control de lesiones agudas, como esguinces, distensiones musculares, contusiones o fracturas, sobre todo en las primeras 48 y 72 horas desde que se desarrollaron. El frío, en estos casos, permite reducir la inflamación, el dolor y la hinchazón en el área afectada.

Similar efecto se consigue al aplicar frío a un edema, hinchazones producidas por golpes o torceduras. Su uso ayuda a desinflamar, al promover la reabsorción del exceso de líquido.

Todo este tipo de lesiones viene acompañado de dolor, y justamente el frío puede aliviarlo gracias a su efecto analgésico. Dolores musculares, articulares o, incluso, de cabeza pueden ser controlados por medio de este recurso.

No todas las lesiones requieren de la misma temperatura para aliviarse.

Por todas estas razones, Cristóbal Díaz recomienda su uso para tratar lesiones postoperatorias, como cirugías ortopédicas. “Se puede recomendar la aplicación de frío para reducir la inflamación, el dolor y la hinchazón en el área quirúrgica”, señala el traumatólogo.

Para conseguir todos estos efectos, Rodrigo Domínguez sugiere aplicar frío por no más de 20 minutos, tres a cinco veces al día, posterior a una lesión o una operación. “Es muy simple: debes palpar la articulación o tejido y comparar la temperatura con el contralateral. Si el cambio es evidente, será necesario mantener el uso de frío quizás por menos tiempo, pero siempre envuelto en paño o tela delgada para evitar una quemadura”.

Errores clásicos, precauciones y complementos

Tener conocimientos respecto al uso de frío y de calor en lesiones es una herramienta fundamental, sobre todo cuando se está expuesto a un mayor riesgo de este tipo de accidentes, como ocurre cuando se hace ejercicio o deporte. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla.

Si bien las personas en general están al tanto del uso frío y el calor en situaciones inmediatas, Rodolfo Hidalgo dice que desconocen qué es más favorable a medida que transcurre el tiempo. “Asocian erróneamente que cuando se trata de lesiones musculares debe aplicarse calor, o que siempre que se trata de una articulación o de un ligamento debe aplicarse frío. Pero eso depende de la etapa de la lesión” más que de la zona.

El kinesiólogo apunta a la importancia del control y la supervisión médica en el proceso, sobre todo porque existen contraindicaciones a su uso en determinadas instancias. Personas con problemas de circulación sanguínea son particularmente susceptibles al uso de calor y frío. Una aplicación indebida puede agravar sus síntomas.

Menos grave, pero igualmente un error, sería aplicar calor a una lesión reciente, como un esguince, una distensión muscular o en una fractura. “Sería como echarle bencina al fuego”, resume Hidalgo. Tampoco es recomendable recurrir al calor ante heridas abiertas o infecciones, las que con más temperatura se pueden propagar fácilmente.

Otro error clásico, según los entrevistados, es aplicar estos recursos directamente sobre las lesiones, cuando lo que corresponde es utilizar algún tipo de protección —como paños de tela o toallas— para evitar quemaduras en la piel, ya sea por el frío o calor extremos.

¿Qué implementos recomiendan los especialistas?

El uso de almohadillas térmicas —eléctricas o para calentar en el microondas—, compresas calientes y frías, e incluso bolsas de vegetales congelados pueden prestar algún tipo de utilidad para estos menesteres. Siempre, como decíamos, envueltas en algún toalla para evitar que el contacto directo con la piel provoque quemaduras.

“Generalmente, en las aplicaciones de la termoterapia y la crioterapia se recomienda usar implementos relacionados al agua, compresas húmedas, guateros o hielo”, dice Guillermo Hidalgo. Y esto se debe a que el agua, por sus características, “es capaz de mantener su temperatura por más tiempo; eso permite que el efecto sea más duradero en relación al tiempo de aplicación”.

En ese sentido, Hidalgo dice que el uso de geles —que se calientan o congelan, según la necesidad— o las almohadillas de semilla funcionan pero “pierden rápidamente la temperatura ideal”.

Como se mencionó anteriormente, un baño caliente es una muy buena manera de conseguir un relajo corporal cuando hay sobrecargas, o incluso para disminuir el estrés y la rigidez de las articulaciones. Sin embargo, hay que tener cuidado de abusar de todo este tipo de recursos cuando hay dolor de por medio.

“En especial con la espalda o las articulaciones, porque si bien el calor relaja la musculatura, por rebote pueden aumentar los procesos inflamatorios articulares preexistentes”, dice Roberto Domínguez. Que la cura no sea peor que la enfermedad.