Columna de Pablo Montesinos: “La empresa: la segunda aula”

Pablo Montesinos

“Personas que en la medida que complementen sus capacidades técnicas con habilidades socioemocionales y cognitivas bien desarrolladas, no solamente podrán mejorar la productividad y consecuente competitividad de la empresa, sino que aumentar sus propias posibilidades de mejorar su bienestar económico y social”.


Todos quienes tenemos experiencia laboral coincidiremos en que gran parte de lo que somos como profesionales lo aprendimos trabajando. El ambiente laboral nos expone a la disciplina organizacional, a trabajar en equipo, y requiere que sigamos aprendiendo para lograr objetivos medibles colectivos, desarrollando nuestras habilidades socioemocionales y cognitivas.

La experiencia muestra que los mejores resultados en desempeño y productividad se logran con trabajadores que combinan buenas habilidades socioemocionales y cognitivas, con un adecuado conocimiento técnico. En ese orden. Así lo confirma un análisis de 27 estudios del Banco Mundial, y otro del BID realizado a empleadores de Chile, Argentina, y Brasil, que priorizan de igual manera.

Esta combinación de habilidades es importante para mejorar el capital humano que existe en Chile, con un aporte directo a la productividad del país, estancada desde el 2005, medido por la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad.

Una experiencia interesante que se ha ido profundizando en Chile es un esquema de Educación Técnico Profesional, que combina la educación en sala de clases con la práctica en la empresa. Son los Programas Duales. ¿Qué mejor que combinar la teoría de las aulas, con la práctica en la empresa como parte del programa de Educación Técnica?

En Alemania, esta modalidad representa el 67% de la Educación Técnico Profesional, donde, además 74% de los aprendices se queda trabajando en la empresa. Esta experiencia ha sido muy exitosa en los liceos administrados por gremios, como Sofofa, logrando que el 91% de los alumnos de sus Liceos Técnicos se titulen, versus el 66% en los del resto del país.

El efecto que podemos tener desde la empresa trabajando con los establecimientos técnico-profesionales es de alto impacto en la productividad, pero requiere de compromiso, trabajo activo, establecer rutas formativas, formar mentores, definir mediciones formales de habilidades y conocimiento, entre otras.

El modelo anterior es un buen ejemplo de cooperación virtuosa entre empresa e institución educacional técnica, hay otros más donde podemos potenciar nuestro rol como segunda aula para los 8,5 millones de trabajadores de nuestro país. Personas que en la medida que complementen sus capacidades técnicas con habilidades socioemocionales y cognitivas bien desarrolladas, no solamente podrán mejorar la productividad y consecuente competitividad de la empresa, sino que aumentar sus propias posibilidades de mejorar su bienestar económico y social.

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